Por supuesto que los barbijos, el encierro forzado y los médicos abrazados en las puertas de sus hospitales despidiendo a sus compañeros fallecidos por el coronavirus. Eso desde ya. Pero cómo soslayar el humo permanente flotando sobre Rosario, las islas ardiendo, esa irritación (ese hartazgo, esa impunidad también) que marcó el terrible 2020, el año de la pandemia y de los fuegos en el humedal. Entre protocolo y protocolo, también aprendimos la palabra ecocidio. ¿Pero qué quedará en limpio cuando el humo haya pasado, qué podemos aprender de las cenizas?
La evolución de la cantidad de focos ígneos por mes arroja una primera conmoción: solo en agosto hubo 15.800 en el Delta del Paraná, una cifra similar a la suma de los ocho años anteriores (15.099 en total o un promedio de menos de dos mil por año). En todo 2020, fueron casi 40 mil focos (39.244 hasta el 20 de diciembre).
El relevamiento surge del trabajo realizado por el Museo de Ciencias Naturales Antonio Scasso de San Nicolás, que difunde un resumen por semana. El biólogo Jorge Liotta compartió el sustento de ese registro con Rosario3 y explicó: la serie fue construida con información del satélite Viirs de la Nasa sobre el territorio del Piecas Delta del Paraná.
El estudio es sobre “focos de calor” cada 375 metros (que perciben los sensores). Un incendio puede implicar decenas de focos. Incluso puede continuar más de un día y moverse. Por eso no hay que confundir “focos” con “incendios”, concepto que es más amplio y difícil de mensurar.
Los 138 focos de enero marcaron el inicio de la temporada. El 3 de febrero Rosario3 ya advertía el problema en ascenso. Ese día las llamas llegaron al borde de la ruta a Victoria y el humo, a Rosario. Bomberos de Entre Ríos decían por entonces que el fuego no provenía de productores agropecuarios “sino de pescadores y personas que hacen campamentos y que tienen conductas imprudentes”. La pérdida de flora y fauna fue notable.
Organizaciones ecologistas pidieron al Estado nacional que reactive el Plan Integral para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible de la región Delta del Paraná (Piecas-DP), destinado al monitoreo, control y prevención de incendios en las islas y humedales. Un ente que se había lanzado tras el desastre de 2008 y quedó olvidado.
Los días siguientes los focos aumentaron en la región frente al sur de Santa Fe. Las dos viviendas quemadas en la zona de playas conocida como El Banquito sumaron dramatismo al tema. El eco creciente del fuego y el humo en los medios no fue casual. Febrero sumó 578 focos y el primer bimestre del año acumuló 716.
La “Rosario ahumada” se profundizó y marzo registró un nuevo pico con 605 puntos de calor, que en abril se redujeron a la mitad: 306. Asomaba una certeza triste aquellos días: solo la lluvia podía frenar a las lenguas rojas que consumían pastizales, juncos y árboles.
La tregua del cuarto mes duró poco. En mayo hubo 941 focos en el Delta, en junio 1.508 y con los 6.741 de julio se llegó a los 10.817. Parecía una enormidad y aún faltaba lo peor. Agosto, el mes del hartazgo social y de las preguntas hechas a los gritos (¿quiénes queman, por qué, qué pasa en las islas?), dibujó 15.882 redondeles rojos en el mapa para acumular 26.699 en el año.
Por supuesto que en el medio hubo reacciones del Estado. Se destinaron fondos y recursos a combatir las llamas como nunca antes, incluso con cuadrillas especiales de diversas fuerzas. Se reactivó el Piecas. Parques Nacionales desembarcó en la zona. Medio Ambiente creó los Faros de Conservación. También la UNR encaró estudios inéditos sobre los impactos de lo ocurrido en el pulmón verde.
Pero entre la sequía, las heladas del invierno, las motivaciones diversas de productores, desarroladores inmobiliarios, cazadores y pescadores, entre otros, no hubo contrafuego efectivo. Septiembre sumó 6.665 puntos calientes más, octubre 3.144, noviembre 2.190 y diciembre, hasta el día 20, el Museo Scasso contó 576. Total anual: 39.244.
La comparación con los últimos años solo confirma lo extraordinario de este 2020. Hay que remontarse a 2008 para encontrar un fenómeno similar, aunque aquel año que se tomó como pico histórico el daño provocado al medio ambiente fue menor al actual.
La serie del satélite Viirs no permite la comparación directa porque comenzó a funcionar en 2012. Pero sí es posible analizar la superficie afectada. Según el Servicio Nacional del Manejo del Fuego (SNMF), los incendios reportados entre el 01/01/2020 y el 21/12/2020 arrasaron con 309.760 hectáreas en la provincia de Entre Ríos. Si se añaden los registros de Santa Fe (19.058) y de Buenos Aires (4.657) la cifra asciende a 333.475 hectáreas.
Esa zona excede al Delta del Paraná que contiene a una parte de cada una de esas tres provincias y no su totalidad. Sin embargo, para tener una referencia de la dimensión del ecocidio, en 2008 se estimó que el fuego afectó a 170 mil hectáresas del Delta, según consta en la página del Ministerio de Medio Ambiente de la Nación.
Ya a fines de agosto de este año, el SNMF que depende de Medio Ambiente informaba que en el Delta del Paraná la superficie afectada por el fuego era de 198.863 hectáreas (once veces la ciudad de Rosario). A esa altura del año, sin computar los focos de septiembre (que fueron muchos: 6.665), más octubre, noviembre y diciembre, ese cálculo parcial superaba lo informado en 2008.
Si se se toman, en cambio, las 333 mil hectáreas (3.330 kilómetros cuadrados) implica 18 veces la ciudad de Rosario o más de cinco veces el Gran Rosario, que es una zona que va desde Puerto General San Martín, al norte, hasta Arroyo Seco, al sur y Roldán, al oeste; que incluye once localidades con más de 1,2 millones de habitantes, además de campos y granjas. Todo eso, multiplicado por cinco, hecho de fuego, primero, y de cenizas, después.
Opiniones: ¿qué aprendimos este 2020?
“Los incendios son un fenómeno recurrente que este año se vieron intensificados por la sequía. Si bien tienen un vínculo con la ganadería, no se explica solo por eso. Este año hubo poca hacienda pero una fuerte bajante del río y la helada de invierno terminó de secar el suelo. Eso es importante aclararlo porque si no, sería todos los años iguales”, consideró Jorge Liotta, director del Museo Scasso.
“Para que no se repita, deberíamos aprender que la prevención es antes y no esperar a la próxima para actuar. Trabajar antes y antes es ya”, analizó de cara al 2021 que se inicia. Liotta celebró la creación de los Focos de Conservación, la “movida fuerte de Parques Nacionales con presencia en el territorio y capacitación de personas, pero quiero ver cómo funciona eso”.
Sobre las nuevas herramientas que tiene el Estado, el licenciado en Ciencias Biológicas dijo que la ley que prohíbe la venta de tierras que fueron afectadas por el fuego es “vidriosa” pero “tiene sus ventajas”. Recordó que hay “alternativas a la ganadería para hacerlo sin fuego o con fuegos controlados”. Señaló que no es necesario prohibir sino “regular mejor” y que la ley de humedales es positiva: “Pone de relieve a esa zona que está subvalorada, tener un mapeo con inventario ya es un buen insumo de la ley porque permite planificar desde lo Ambiental”.
El periodista especializado Sergio Rinaldi (LT8, coordinador del Ciclo de Ecología y referente del Taller de Comunicación Ambiental) se sumó a la pregunta planteada por Rosario3 y trazó una breve historia de los incendios en las islas. Analizó que en 2021 se abre la posibilidad de aprender una nueva lección. Algo que no se aprovechó en 2008, ya que pese a todas las advertencias, el desastre volvió a ocurrir y aún peor.
El vocal del Directorio de Parques Nacionales, Eugenio Magliocca, afirmó: “El ecocidio dejó claras muestras de que hay una parte de la sociedad comprometida con el Ambiente. También estableció la vuelta del Piecas, fundamental herramienta de articulación entre Ambiente Nación y las provincias así como un despliegue de brigadistas nunca antes visto en la zona, desnudando ésto la alarmante carencia de estructuras provinciales para enfrentar el fuego”.
“Hubo sectores políticos que también reaccionaron. Se presentaron 15 iniciativas para aprobar una ley de Humedales, se sancionó la llamada Ley de Manejo del Fuego, se presentaron otras iniciativas para darle protección a los humedales y se requieren sanciones penales para aquellos que dañen el Ambiente”, continuó.
“La Justicia sigue estando ausente en la demanda social y sin establecer los mecanismos necesarios para detener el constante ataque que sufrieron las islas. La posibilidad de que Parques Nacionales llegue a la zona a través de los llamados Faros de Conservación y sus tres Parques (Islas de Santa Fe, Ciervo de los Pantanos y Pre Delta), sean actores en el territorio del Delta, abre una esperanza de conservación nunca antes vista”, concluyó.
La periodista verde Jorgelina Hiba (Radio Universidad y editora del portal Dos Ambientes) dividió los roles ante al ecocidio: valoró la organización y lucha de la sociedad civil, la labor de los medios locales en mantener el tema en agenda con diversas fuentes y consideró que los gobiernos deben asumir una tarea de planificación sostenida. En otros términos, pidió mutar de un Estado bombero a otro técnico y eficaz, con apuesta a la prevención.