Es domingo y hace calor. Bajo el techo de chapa, algunos se abanican. Otros soportan estoicos la camisa bien planchada. Los ventiladores industriales de los costados alivian la espera. Falta poco para que el pastor Aldo Martín haga su entrada y comience la celebración.

Arriba del escenario una banda canta sobre lo bueno que es Jesús, lo lindo que es estar cerca de él y como junto a él nada parece imposible. La pastora Roxana, esposa del pastor Aldo, se mece arriba del escenario al ritmo de la música y canta también, micrófono en mano.

Y entonces, entra el pastor que antes de subir al escenario saluda a su "público". Ese domingo había preparado un sermón muy de fin de año. El balance de 2016 y los objetivos de 2017, en el que logró meter una referencia al último capítulo de “Moisés”, la novela de moda que emite canal 5.

Movido por un informe sobre el crecimiento de las denuncias contra las iglesias evangélicas en la ciudad por ruidos molestos, Rosario3.com participó de esa celebración de domingo en la iglesia Pueblo Deseado.

Los servicios comienzan el viernes por la tarde –“para los más jóvenes que les cuesta levantarse el domingo”, bromeó el pastor– y se repiten todo el fin de semana. Cada vez hay música y algo para tomar o comer. En esa ocasión, en el centro del templo –un gran galpón de techos altos, con un escenario al fondo y ventiladores y parlantes a los costados– había una mesa preparada con panes dulces.

Sí, la música estaba fuerte. Y sí, la voz del pastor retumbó en las paredes. Pero todo no duró más de hora y media. La relación con los vecinos, reconoció Martín, a veces puede ser tirante; sobre todo para ellos –llamó la atención– porque en ese mismo lugar funciona una escuela y a las celebraciones del fin de semana, se suman los ruidos del recreo de lunes a viernes.

Entre 2015 y este año aumentó en un 50 por ciento las quejas ante la Municipalidad de vecinos afectados por los ritos de los evangélicos. Pero también creció la cantidad de fieles e iglesias a lo largo y ancho de la ciudad que no necesitan más que un permiso de la Dirección Nacional de Cultos para funcionar. 

Un problema que combina una fe en expansión, sus celebraciones ruidosas y el vacío legal, y que por ahora no tiene una solución.