Para aquellos que se encuentran en la proximidad de los 40 años, resulta evidente que los electrodomésticos han experimentado un cambio sustancial en cuanto a su durabilidad a lo largo del tiempo. La niñez transcurrida en hogares donde las heladeras, lavaropas y lavavajillas raramente requerían reemplazo contrasta con la realidad actual, donde la adquisición y sustitución de estos dispositivos se ha vuelto más frecuente. Este fenómeno plantea la interrogante sobre la aparente disminución en la vida útil de los electrodomésticos.

A través de un revelador informe publicado por The Wall Street Journal, se presenta un dato que invita a la reflexión: los hogares a nivel mundial destinan un 43% más de recursos financieros a electrodomésticos en el año 2023 en comparación con el 2013. Paralelamente, a pesar de que los precios de esta categoría disminuyeron un 12% entre 2013 y 2023, la tecnología, aparentemente más asequible, muestra una mayor propensión a fallas.

Este fenómeno no es exclusivo de una región específica; se manifiesta a nivel global. En países como Alemania, la proporción de grandes electrodomésticos sustituidos en menos de cinco años debido a defectos aumentó del 3,5% al 8,3% entre 2014 y 2023, según datos recopilados en un estudio. Además, una encuesta destinada a evaluar la satisfacción de los consumidores reveló que aproximadamente un tercio de los encuestados no está conforme con la duración de sus electrodomésticos.

Un aspecto crucial de esta problemática se vincula con el impacto ambiental, especialmente en términos de residuos electrónicos. Un estudio llevado a cabo a nivel global muestra un aumento significativo en la generación de residuos electrónicos en las últimas dos décadas, triplicándose y con proyecciones de continuar su crecimiento. Investigadores de diversas universidades realizaron una exhaustiva estimación de los residuos electrónicos para comprender mejor el ciclo de vida de los artículos electrónicos desde su adquisición hasta su eliminación.

El estudio, publicado en la revista Journal of Hazardous Materials, examinó datos sobre residuos electrónicos que se remontan a 1971. La basura electrónica, que comprende productos como computadoras, televisores, teléfonos móviles, juguetes electrónicos e electrodomésticos grandes, ha experimentado un aumento considerable, pasando de 8,3 kilogramos por persona en el año 2000 a 25,3 kilogramos en 2020.

Este aumento en los residuos electrónicos plantea serias preocupaciones desde una perspectiva ecológica. En todos los grupos de productos estudiados, aquellos con una vida útil más corta demuestran ser una carga ambiental mucho mayor que sus contrapartes de mayor duración. 

¿Por qué los electrodomésticos tienen una vida útil más corta ahora?

La interrogante central radica en comprender por qué los electrodomésticos, a pesar de los avances tecnológicos, parecen tener una vida útil más limitada en la actualidad. Aunque no existen pruebas concretas que sugieran una planificación deliberada de obsolescencia por parte de los fabricantes, diversos factores contribuyen a la disminución en la duración de los dispositivos.

Comparados con sus contrapartes de décadas anteriores, los electrodomésticos modernos son notoriamente más complejos, con una mayor cantidad de funciones y componentes electrónicos. Aunque estas características ofrecen comodidad, los componentes electrónicos a menudo no resisten bien la humedad presente en entornos como lavavajillas, freezers o lavaropas. Además, el uso extendido de piezas de plástico en lugar de materiales más duraderos como el acero o el cobre contribuye a una menor longevidad.

La complejidad de los nuevos electrodomésticos destaca la importancia de leer detenidamente el manual de uso, un recurso a menudo subestimado. Este documento proporciona recomendaciones específicas para cada modelo y sus características particulares, y seguir estas indicaciones no solo optimiza el rendimiento, sino que también contribuye a extender la vida útil del electrodoméstico.