En los últimos doscientos años, muchas innovaciones tecnológicas se han traducido en una reconfiguración del mercado laboral, en algunos casos desplazando por completo a los trabajadores, y en otros, creando nuevas oportunidades. Roles que no existían previamente o incluso nuevas industrias han visto la luz, paradójicamente, a la sombra de trabajos que desaparecieron por completo. Desde la máquina de vapor a los cajeros automáticos, o de los ascensoristas a los chatbots de atención al cliente, sobran ejemplos de empleos que han sido transformados o eliminados por diversos avances tecnológicos.

La introducción de robots en la línea de montaje ha reemplazado un número considerable de tareas manuales en la industria, acelerando los procesos de producción y aumentando la eficiencia. Su desarrollo se remonta a comienzos de la década del 50, con Unimate, el primer robot industrial del mundo, creado por George Devol y Joseph Engelberger en 1954. Un prototipo de este robot se probó inicialmente en una planta de fundición de General Motors en Trenton, Nueva Jersey, en 1959, y los resultados fueron tan satisfactorios que muy poco tiempo después comenzó su introducción, pionera pero permanente, en la cadena de fabricación de automóviles.

Unimate, el primer robot industrial instalado en una cadena de montaje

Engelberg, reconocido como el padre de la robótica industrial, se inspiró en las novelas de ciencia ficción de Isaac Asimov, autor por quien sentía una profunda admiración; y de quién tomó las ahora famosas Tres Leyes de la Robótica, para regirse por el principio fundamental de que los robots no deberían, bajo ninguna circunstancia, dañar a los seres humanos. Bajo esa directriz se creó Unimate, un brazo hidráulico con capacidad de manejar materiales y pensado para reemplazar a los trabajadores humanos en tareas peligrosas o repetitivas, como soldar o manipular metal caliente.

Sesenta años en el futuro, los robots utilizados en la industria automotriz han evolucionado tecnológicamente, ganando en velocidad y precisión y desempeñando una variedad de funciones. Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos se sigue tratando de ingenios estáticos, brazos mecánicos fijados al piso o a estructuras específicas dentro de la planta industrial, y diseñados para realizar una tarea concreta en un área delimitada. Tampoco se trata de robots autónomos en el sentido de tomar decisiones por sí mismos, sino que funcionan bajo la programación y supervisión de complejos de sistemas de control.

Ahora, una nueva generación de robots está buscando su lugar en la industria automotriz, pero con enormes posibilidades de extenderse hacia otros sectores que van más allá de la fabricación de bienes. Ya no se trata de complejos brazos mecánicos inamovibles, estos modernos sistemas robóticos se caracterizan por su versatilidad, movilidad y capacidad de adaptación, rompiendo con las limitaciones de sus predecesores estacionarios. Y sobre todo, por su revolucionaria apariencia antropomórfica.

La industria automotriz mundial emplea más de un millón de robots.

Estos nuevos autómatas, diseñados para emular la estructura y movimientos del cuerpo humano, pueden desplazarse libremente por las plantas de producción, interactuando de manera segura con los trabajadores y adaptándose a diferentes tareas según las necesidades que surjan en el momento. Su configuración bípeda y extremidades articuladas les permite moverse con naturalidad a través de espacios diseñados para las personas, pudiendo manipular herramientas y equipos sin necesidad de adaptaciones especiales. Al estar equipados con avanzados sistemas de visión computacional, variedad de sensores e inteligencia artificial, estos robots no solo son capaces de adquirir nuevas habilidades mediante la observación de sus pares humanos, sino que también pueden aprender de sus propios errores.

La manifestación más moderna de esta tecnología está representada por Figure 02, la segunda generación de robots humanoides de propósito general desarrollados por Figure AI, una startup de robótica con sede en Sunnyvale, California, fundada en 2022. La empresa está integrada por un verdadero dream team de la cibernética, decenas de ingenieros especialistas que provienen de organizaciones como el Instituto de Cognición Humana y de Máquinas de Florida (IHMC), Boston Dynamics, Tesla, Waymo y Google X, el laboratorio de investigación y desarrollo de de tecnologías disruptivas de Alphabet Inc, la casa matriz de Google.

Figure 02 tiene unas habilidades motoras realmente sorprendentes, no solo puede caminar y manipular objetos con precisión, también puede realizar movimientos físicos complejos y cargar hasta 70 kg de peso. Su antecesor, Figure 01, se estuvo probando exhaustivamente en una fábrica de BMW en Spartanburg, Carolina del Sur, y esta nueva iteración ya está recopilando datos y formándose en casos de uso en la misma planta.

Lo más sorprendente de esta unidad no es su diseño elegante y la ausencia de cables a la vista, sino su capacidad de interactuar con los humanos que la rodean. A partir de la firma de un acuerdo de colaboración con OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, Figure 02 puede entender instrucciones verbales y responder de manera acorde. Eso significa que si alguien comenta al pasar que tiene sed y hambre, el robot es capaz de interpretar la situación y actuar en consecuencia, por ejemplo, buscando un vaso de agua y preparando un sandwich.

Para muchos, esto puede verse como una escena propia de historias de ciencia ficción. Sin embargo, es una situación que se está volviendo cada vez más común, al menos en algunas industrias y depósitos alrededor del mundo. En diciembre de 2023, Amazon comenzó a probar al robot bípedo Digit, de Agility Robotics, para que trabaje en colaboración con sus empleados en algunos de sus enormes almacenes. Mercedes-Benz está implementando un sistema de androides colaborativos a partir de un acuerdo de asociación con la startup robótica Apptronik. La automotriz alemana planea automatizar algunas tareas físicamente agotadoras con Apollo, un humanoide de uso general de 1,70 metros de altura que puede transportar una carga útil de hasta 25 kg.

Digit, de Agility Robotics, diseñado para realizar tareas en depósitos o instalaciones de producción

Elon Musk, como siempre, tiene sus propios planes, y ha generado mucha expectativa con Optimus, un robot diseñado para parecerse a un humano, con altura y complexión similares. Tesla lleva invertido mucho dinero en el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial de navegación autónoma, y utilizará la misma tecnología en sus androides. El objetivo final es inundar el mercado con robots humanoides capaces de realizar todo tipo de tareas, desde trabajos simples en una fábrica hasta tareas más complejas en el hogar, como cocinar o limpiar. Musk espera que el robot pueda comercializarse a no más de 10.000 dólares, para que cada persona pueda tener uno en sus casas.

Pero más allá de lo fascinante -o inquietante- que pueda resultar tener un robot de apariencia humana haciendo las veces de asistente doméstico en la residencia familiar, hay un escenario que plantea cuestiones éticas mucho más profundas, y es la integración de estos androides masivamente en el terreno laboral. Estos robots prometen aumentar la eficiencia y al mismo tiempo, aliviar a los humanos de tareas rutinarias, peligrosas o físicamente demandantes. Sin embargo, ¿cuántos de estos androides desplazarán efectivamente a una persona de su puesto de trabajo?

Ya no se trata simplemente de brazos robotizados programados para tareas específicas, sino de máquinas extremadamente avanzadas capaces de realizar múltiples funciones humanas incansablemente. A diferencia de las personas, un robot no se fatiga, no necesita vacaciones y su rendimiento no se ve afectado por sus preocupaciones personales. No sufren de estrés laboral ni de falta de motivación, operando constantemente con la misma eficiencia y sin fluctuaciones emocionales. Si como algunos analistas predicen, el costo de funcionamiento de estos robots será menor a 10 dólares la hora, los humanos nos enfrentaremos en los próximos años a una competencia difícil de superar.

Una nueva generación de robots está buscando su lugar en la industria automotriz

La IA, protagonista tecnológica del momento, ya está causando un enorme impacto en el mundo laboral: según una reciente investigación de Wired, en el último año, más de 11.500 trabajadores de la industria de los videojuegos han sido reemplazados por alguna forma de inteligencia artificial generativa. Otros empleos que están desapareciendo rápidamente son los de redactores, traducción y programación básica; la cantidad de ofertas laborales publicadas en portales de trabajo independiente como UpWork y Fiverr se han reducido más de un 21% desde la aparición de ChatGPT y otros modelos de IA generativa.

Es esperable que robots humanoides dotados de una inteligencia artificial cada vez más sofisticada asuman múltiples tareas en el futuro, no solo en una amplia gama de industrias, sino incluso en trabajos que por ahora consideramos exclusivos de los seres humanos. Más allá de las ocupaciones estrictamente productivas, el cuidado de personas, la educación, la atención médica e incluso actividades puramente creativas podrían ser dominadas por las máquinas mucho antes de lo que imaginamos.

El robot Figure 02 puede abrir puertas, utilizar herramientas, subir escaleras, levantar cajas, entre otras tareas

Históricamente, el mundo ha estado diseñado para personas con brazos, piernas y fisonomía humana, lo que de alguna manera ha funcionado como un barrera natural, dificultando a los robots reemplazarnos. Sin embargo, la nueva generación de androides se está pareciendo cada vez más a las personas, tanto en apariencia como en capacidades. En el futuro próximo, su producción en masa podría desplazarnos drásticamente, principalmente en el mercado laboral.

Optimus, el robot humanoide de Tesla, exhibido en la Conferencia Mundial de IA de Shangai el pasado mes de julio

Nos acercamos a un punto de inflexión donde la IA y la robótica podrían llevarnos a una era de desocupación global y masiva. Ante este escenario, surgen importantes cuestionamientos: ¿es ético desarrollar tecnologías que podrían dejar a millones de personas sin trabajo? ¿Deberíamos establecer límites a la automatización para proteger los derechos de los trabajadores? ¿Estamos preparados para las profundas transformaciones que traerá una sociedad donde las máquinas realicen la mayor parte del trabajo? Estamos a las puertas de una transformación tecnológica sin precedentes, cuyo alcance apenas comenzamos a vislumbrar. Estas son algunas de las preguntas que deberemos empezar a responder muy pronto, para diseñar acciones concretas frente a los inminentes y complejos desafíos que presenta el futuro social y laboral.