La idea de establecer asentamientos humanos permanentes en Marte no solo ha sido abordada por cantidad de obras de ciencia ficción, sino que ronda la mente de ingenieros y científicos desde mucho antes de que el primer satélite artificial orbite nuestro planeta. Transformar nuestra especie en multiplanetaria puede ser la única manera de garantizar la continuidad de la humanidad ante un evento destructivo inevitable, ya sea natural o provocado por el hombre. En palabras del ex astronauta y director científico de la NASA John Grunsfeld, "es prácticamente seguro que en algún momento nuestro planeta sufrirá el impacto de un asteroide devastador, por lo que la humanidad tendrá que conquistar otros planetas para sobrevivir".
No solo agencias espaciales como la norteamericana NASA, la europea ESA o la rusa Roscosmos proyectan la exploración humana del planeta rojo y la instalación de colonias, ese ambicioso objetivo también está entre los planes de empresas privadas como Boeing y SpaceX. El mismo Elon Musk ha expresado que le gustaría morir en Marte, “pero no por el impacto”. Esa es la idea rectora que impulsa el desarrollo del sistema de lanzamiento de nueva generación Starship, de SpaceX. No solo como un pilar central del proyecto Artemisa de la NASA que pretende llevar nuevamente a los humanos a la Luna en esta década, sino principalmente, trasladar a los primeros colonos a Marte.
Establecer presencia humana en Marte es un desafío extremo. Para el Doctor en Astronomía Roberto Aquilano, quien en estos momentos se encuentra trabajando con universidades de EE.UU. en experimentos científicos espaciales de la NASA, el viaje a Marte no es un tema sencillo: “La radiación es letal, tenemos temperaturas extremas, aire irrespirable para el hombre, frecuentes tormentas de arena y suelo incultivable. Intentar sobrevivir en Marte con pocas provisiones para semanas y sin posibilidad de comunicarse con la tierra es complicado”, señala Aquilano.
“De cualquier forma, pese a que es un planeta extraordinariamente hostil para la vida, Marte es el mejor candidato que tenemos en el Sistema Solar, sino el único. Es decir, hay otros lugares que podrían ser tentadores, pero de ninguna manera se aproximan a Marte. Si pensamos en colonizar el espacio, Marte es el único candidato que tenemos cerca”, añade el astrónomo.
La distancia más cercana entre la Tierra y Marte es -en promedio- de unos 60 millones de kilómetros, fenómeno que sucede aproximadamente cada dos años y ocasión ideal para lanzar misiones espaciales a dicho planeta. Una nave tripulada podría tardar entre 6 y 8 meses en llegar, y estos primeros viajes tripulados serían un viaje de ida, estas personas no volverían a la Tierra. “Una cosa es ir, estar en órbita, probar cosas y volver, y otra cosa es ir y descender en el planeta. Ya es complicado descender, mucho más complicado es salir nuevamente del planeta hacia la Tierra”, observa el científico.
Sin embargo, lograr un amartizaje tripulado exitoso es apenas uno de los elementos de esta gesta interplanetaria. “Últimamente se habla mucho de llevar humanos a Marte, pero el problema principal no es cómo llevarlos, sino cómo mantenerlos vivos allí”, remarca el Dr. Aquilano. ”La cuestión es que allí hay recursos para utilizar, sabemos que existen, pero no sabemos bien cómo extraerlos. También sabemos con certeza que hay agua en el subsuelo, pero todavía no sabemos cómo sacarla, se necesitaría una planta química que no se sabe bien cómo se construiría. Hay muchas cosas que aún no están preparadas como para intentar esta aventura”, sentencia el investigador.
Entre la enorme cantidad de obstáculos a resolver para intentar la colonización marciana se encuentra uno fundamental, y es el efecto de los viajes espaciales de larga duración sobre la salud humana. Buscando comprender el impacto en el cuerpo humano de estas largas travesías espaciales, la NASA seleccionó al astronauta Scott Kelly para pasar un año en la Estación Espacial Internacional, mientras su hermano gemelo Mark permaneció en la Tierra como sujeto de control.
El estudio, que tuvo lugar entre 2015 y 2016, ofreció la posibilidad de comparar el impacto de la vida espacial en el cuerpo de su gemelo genético. Durante 340 días, Scott Kelly orbitó nuestro planeta a 28.000 km/h, sometiendo su cuerpo a la microgravedad y a la radiación cósmica, y el equipo que analizó las ómicas del llamado “Estudio de los Gemelos” estuvo dirigido por la Dra. Susan Bailey, profesora asociada del Departamento de Ciencias de la Salud Ambiental y Radiológica de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.).
“¿Sabes cuál fue una de las principales conclusiones?”, cuenta la Dra. Bailey, “que el cuerpo humano es notablemente adaptable a los vuelos espaciales, al menos para estar hasta un año en el espacio. Porque la mayoría de los puntos que estudiamos volvieron a la normalidad no mucho después del regreso a la Tierra. Algunos de ellos tardaron entre unas horas y tres días, y otros hasta seis o nueve meses para volver a la normalidad”, precisa Bailey.
Sin embargo, la estadía prolongada en estado de microgravedad no es una situación sencilla para los astronautas, ya que la disminución de la masa corporal y la pérdida ósea los obliga a practicar ejercicio físico dos horas por día. “Otra cosa muy común que ocurre es el desplazamiento de fluidos, porque la gravedad no está tirando hacia abajo en sus cuerpos, y los fluidos corporales tienden a desplazarse hacia arriba, por eso los astronautas a menudo se ven hinchados y tienen un aumento de la presión craneal”, explica Bailey. Este aumento de la presión intracraneal provoca dolores de cabeza e incluso problemas de visión que a veces duran hasta después del vuelo espacial.
El Dr Aquilano agrega algunos otros síntomas físicos del viaje espacial que aquí en nuestro planeta no solemos tener en cuenta: “También nos hace menos sedientos, embota un poco el sentido del gusto y causa una sensación de lo que comúnmente llamamos nariz tapada, similar al que se produce en las alergias. El corazón de los astronautas se empequeñece, también experimentan una pérdida de volumen de sangre, debilitamiento en el sistema inmunitario, falta de condición física cardiovascular, ya que flotan sin esfuerzo alguno y el corazón bombea la sangre con mayor facilidad, lo que hace que se debilite y disminuya su tamaño”, enumera el experto. Los altos niveles de dióxido de carbono en la atmósfera modificada de una nave espacial, el aislamiento y el confinamiento también son un verdadero desafío, como también lo representa la distancia a la Tierra en caso de necesidad de atención médica urgente.
La radiación de alta energía y los rayos cósmicos dañinos, de los que en la Tierra nos protege la atmósfera y el campo magnético, representan el principal problema al momento de enviar viajes tripulados, no solo a Marte sino durante la misma travesía. “A medida que avanzamos y nos quedemos más tiempo en el espacio exterior, los astronautas van a estar expuestos a mucha más radiación, a tipos de radiación mucho más dañinos, que dañan el ADN”, explica la Dra. Bailey. Sin una protección adecuada aumentaría el riesgo de cáncer, se alterarían las funciones cognitivas y motoras, y la exposición prolongada a la radiación podría llegar a provocar cataratas, enfermedades cardíacas y circulatorias. Un escenario complicado.
“Esto sería sin dudas un ejemplo de algo que realmente tenemos que aprender a mitigar mejor, porque cosas como hormigón, agua y plomo que utilizamos para protegernos de la radiación en la Tierra no van a funcionar durante un vuelo espacial, son demasiado pesados. Así que estas son las cosas en las que realmente tenemos que trabajar al considerar cómo vamos a lidiar con estos peligros” añade la científica.
Suponiendo que todos estos puntos se resuelvan y se produzca un aterrizaje exitoso en suelo marciano, después de experimentar la microgravedad durante varios meses los astronautas deberán enfrentarse a una difícil readaptación. “A pesar de que Marte tiene solo un tercio de la gravedad terrestre, los astronautas tendrían que realizar un ajuste a la nueva situación después de haber estado flotando durante varios meses”, observa el Dr. Aquilano. “Por ejemplo, en microgravedad se pierde la referencia de lo que pesan las cosas, de modo que hay que estar atento cuando uno está de vuelta en la superficie de un planeta porque los objetos vuelven a pesar. Y de yapa, menos a lo que se estaba acostumbrado y se tiene registrado en la mente de cuando vivían en la Tierra”, concreta.
Cualquier asentamiento humano en Marte estará inicialmente poblado por tripulantes llegados desde la Tierra, pero si realmente se quiere tener una colonia con población sostenible, en algún momento los niños tendrían que nacer allí. Para la Dra. Bailey, “la supervivencia de la raza humana puede depender de nuestra capacidad de colonizar otros planetas y requeriría la reproducción. Sin embargo, realmente se sabe muy poco sobre la viabilidad de la reproducción en el espacio. Pero una cosa es segura, sabemos con certeza que se necesitarán hombres y mujeres”, ilustra con lógica científica.
“Por lo que sabemos, hasta ahora nadie ha admitido haber tenido relaciones sexuales en el espacio”, continúa Bailey. “Sabemos que ha habido mucha reproducción a bordo de la Estación Espacial Internacional, desde moscas de la fruta hasta peces, toda una gama de animales diferentes. Pero por lo general se produce por fecundación in vitro de un espermatozoide y un óvulo. Por lo tanto, es al menos bastante seguro que las primeras etapas de la reproducción son posibles en el espacio. Sin embargo, algunos estudios sugieren que el ambiente de microgravedad puede ralentizar el desarrollo del embrión. Estas cosas son muy importantes y necesitamos saber más y pasar a los humanos para comenzar a entender qué y cómo, sobre la reproducción de los seres humanos” concluye.
Para el Dr. Aquilano también hay que tener en cuenta que “Marte tiene 38% de la gravedad terrestre, no sabemos cómo estos cambios pueden afectar a las células reproductivas, la fertilización, el desarrollo embrionario, el desarrollo del feto o el crecimiento de los niños. No lo sabemos, es posible que los niños nacidos y criados en Marte lo tengan más fácil para adaptarse a los requisitos de la vida allí, pero no se pudo hacer ninguna prueba sobre eso todavía”, precisa el astrónomo.
En mayo de este año la NASA anunció un ambicioso proyecto, una misión de 30 días con cuatro tripulantes, dos de los cuales descenderán a la superficie de Marte para luego regresar a la Tierra. El viaje de ida y vuelta llevaría unos 500 días, incluyendo el mes de exploración marciana. El lanzamiento está previsto para finales de la década del 2030 o principios de la de 2040, esto si la tecnología y la financiación están disponibles a tiempo. No falta mucho, tal vez tengamos la suerte de ver este nuevo primer paso, pequeño para el hombre, pero enorme para la humanidad.