Es muy difícil predecir el futuro, pero todo parece indicar que 2024 será el año en el que finalmente la Realidad Extendida (XR) comenzará gradualmente a abandonar el terreno de las innovaciones emergentes para establecerse como una de las tecnologías más disruptivas de la próxima década. Tanto Apple como Microsoft, Meta, Samsung y otros importantes jugadores de la industria han estado dedicando una cantidad considerable de recursos en el desarrollo de hardware y plataformas de XR, al igual que decenas de pequeñas startups que han recibido financiación de capitalistas de riesgo que encuentran en estos avances una oportunidad de ganar dinero.
El lanzamiento comercial en los Estados Unidos de las gafas Vision Pro de Apple el pasado viernes constituye, indiscutiblemente, una enorme promoción para esta tecnología. En los días subsiguientes, las redes sociales se inundaron de vídeos en los que personas usaban estas gafas en las situaciones más diversas: caminando, comiendo en un bar, viajando en transporte público, dentro de aviones, andando en skate o incluso manejando. Más allá del comportamiento claramente irresponsable exhibido por algunos usuarios, lo que estos vídeos demuestran es el potencial de este tipo de lentes para transformar la forma en la que interactuamos con el mundo físico y el digital.
Es importante entender las diferencias entre realidad virtual (VR), realidad aumentada (AR) y realidad mixta (MR). Mientras que la realidad virtual sumerge por completo al usuario en un entorno digital simulado que sustituye al mundo real, la realidad aumentada añade elementos virtuales al mundo real a través de dispositivos como smartphones o gafas especializadas.
La realidad mixta, en cambio, va un paso más allá, combinando elementos digitales con el mundo real de forma coherente e interactiva, enriqueciendo el entorno físico tridimensional que nos rodea. Aquí, el usuario puede interactuar con objetos virtuales de forma natural, casi como si fueran reales, creando una experiencia más inmersiva y orgánica. Todo esto se engloba dentro de un amplio concepto llamado realidad extendida (XR).
Tenis en realidad mixta con un Meta Quest 3. El espacio físico de la cancha es real, la raqueta y la pelota son virtuales.
— PabloW (@pablowasserman) December 28, 2023
Se acabó tener que ir a buscar la pelotita. pic.twitter.com/3KhchqKhIC
Tanto las gafas Apple Vision Pro como las Meta Quest 3, mucho más económicas pero de menor calidad, permiten alternar fácilmente entre realidad mixta y realidad virtual. Esta característica no solo promete introducir nuevas dinámicas en la industria del entretenimiento, sino que también tiene un gran potencial transformador en entornos educativos y laborales. Estamos ante el nacimiento de la era de la computación espacial, una herramienta capaz de cambiar sustancialmente la manera en la que percibimos el mundo que nos rodea.
Como sucede con cualquier innovación tecnológica, las primeras iteraciones no solo suponen una inversión inicial considerable, sino que también presentan algunos inconvenientes y limitaciones, como la duración de la batería, el excesivo tamaño y peso de los dispositivos, la compatibilidad con otras plataformas, un campo de visión estrecho y la calidad de imagen y sonido. Sin embargo, todos estos aspectos evolucionarán con el tiempo, a medida que se avance en el desarrollo y la miniaturización de los diferentes elementos que la componen y cada vez más empresas apuesten por esta tendencia. En la próxima década, esta tecnología será ampliamente adoptada y tan accesible como lo es hoy en día un teléfono inteligente.
Cuando esto suceda, muchos usuarios de estos dispositivos se enfrentarán a un riesgo por ahora embrionario: el impacto en la salud mental. Algunos estudios preliminares han encontrado un vínculo entre el uso de estas tecnologías y trastornos psiquiátricos como ansiedad, depresión o incluso psicosis.
“Nuestra realidad cotidiana ha sido totalmente tergiversada en los últimos 30 años por el avance de la tecnología”, explica a Rosario3 la Dra. Paola Rádice, médica psiquiatra. “Hoy estamos hipercomunicados y muy conectados, con algunas cuestiones que inclusive nos hace entrar en crisis con la conexión momentánea de la persona que tenemos enfrente nuestro. La tecnología nos ha atravesado a todos y nos ha generado un cambio enorme en los tiempos de tolerancia”, precisa la especialista en salud mental.
“La ansiedad, la depresión y los trastornos del estado de ánimo son cada vez más frecuentes en el ser humano. Esto se debe, en parte, a que estamos expuestos constantemente a enormes cantidades de información a demanda y a que esperamos que todo se resuelva con inmediatez. Esto genera una gran frustración, especialmente en los menores de veinte años”, afirma la Dra. Rádice. “Estas gafas de realidad extendida, en 10 o 15 años serán parte de la cotidianidad de las personas, y podrían agravar la desconexión que tenemos con los demás, con los que están a nuestro alrededor. Creo que el gran desafío que tiene la humanidad en los próximos 20 años es ver cómo las personas mantienen la conexión y el vínculo a pesar de este aislamiento que sufrimos con el que tenemos al lado”, reflexiona.
En una sociedad hiperconectada pero cada vez más solitaria, la cultura de la inmediatez puede resultar agotadora. Si nos sumergimos durante horas en mundos totalmente simulados o en una realidad enriquecida digitalmente que dispara un cóctel de neurotransmisores placenteros en nuestro cerebro, la desconexión al quitarnos las gafas puede ser psicológicamente disruptiva. “Nos planteamos esa cuestión paradojal de qué pasa cuando nos sacamos los lentes. Cuanto más artificial sea nuestro mundo aumentado, mayor será la desconexión con nosotros mismos como seres humanos y como seres sociales”, plantea Rádice.
Existe un riesgo concreto de que estas tecnologías terminen convirtiéndose en vías de escape de una realidad que se quiere ignorar. Esto ya está ocurriendo en las calles de San Francisco, donde se ha vuelto cada vez más común ver personas sin hogar usando gafas de realidad virtual. Los intensos y vibrantes mundos sintéticos que ofrecen estos dispositivos los sumergen, al menos por unos minutos, en una experiencia más gratificante y placentera que el cruel entorno que les tocó en suerte. Ciertamente, el paralelismo con el consumo de alcohol y drogas con el mismo fin es inquietante.
La realidad extendida recién está empezando a despegar, pero las señales de alarma ya están presentes. Resulta contradictorio que una tecnología tan innovadora y con el potencial de transformar una enorme cantidad de sectores, también pueda tener un impacto enormemente negativo en la salud mental de las personas. Una herramienta poderosa que puede ser una fuente de placer, pero también de sufrimiento.