La pandemia trasladó nuestra vida al mundo digital y los delincuentes nos siguieron allí, tras el rastro del dinero. El ciberdelito se multiplicó a tal punto, que en nuestro país se registraron al menos un 635% más de fraudes en línea que antes de ese período. No solo se incrementaron los ataques a cuentas bancarias y billeteras digitales, sino también a redes sociales y apps de mensajería para utilizarlas de trampolín hacia otros tipos de engaños, como suplantación de identidad y “cuentos del tío” con las temáticas más diversas.
El fraude telefónico orientado a hacerse de las contraseñas de homebanking para vaciar cuentas y solicitar créditos preaprobados, llevó al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a dictar una resolución (la comunicación “A” 7370) que obliga a bancos y entidades financieras a “verificar fehacientemente” la identidad de los clientes que solicitan la acreditación de estos créditos. La normativa fue impulsada tras una multa de 10 millones que el BCRA impuso a los bancos Santander y BBVA por no proteger a sus clientes frente a este tipo de fraudes. Según la Secretaría de Comercio Interior, las denuncias por este tipo de créditos crecieron 286% interanual si se toman en cuenta los primeros cuatrimestres de 2020 y 20201.
Tristemente, la creatividad y el espíritu emprendedor que caracteriza a muchos argentinos encuentra su análogo en el mundo del delito. Los criminales siempre están ideando nuevas formas y procedimientos para quedarse con nuestro dinero. Al phishing (falsos correos electrónicos personificando a empresas como Netflix o Mercado Libre que buscan quedarse con los datos de nuestras tarjetas de crédito), vishing (voice phishing, llamadas telefónicas de alguien que se hace pasar por personal de Anses o un banco para obtener nuestras credenciales bancarias) y smishing (lo mismo pero a través de SMS o WhatsApp), tenemos que sumarle un nuevo tipo de estafa que apunta directamente a los emprendedores que venden sus productos a través de Instagram o a quienes lo hacen a través del Marketplace de Facebook: la estafa de la transferencia bancaria.
Cómo funciona
Imaginemos que tenemos para la venta algún objeto en una plataforma online. Un supuesto interesado se contacta con nosotros consultando el precio y tras acordar la transacción, nos pide el CBU y el DNI para hacernos la transferencia correspondiente. Ahí es cuando el comprador “se equivoca” y nos transfiere “por error. un monto varias veces superior, por lo que nos pide que le devolvamos la diferencia al CBU de un tercero o algún canal extrabancario, generalmente aduciendo algún motivo en particular. Como nosotros somos honestos -y sobre todo confiados- devolvemos el dinero depositado sobrante y seguimos con nuestra vida. Días después, descubrimos que de nuestra cuenta se han estado realizado débitos a nombre de alguna entidad crediticia y ahora somos deudores de un crédito que nunca tomamos. ¿Qué sucedió? Resulta que algunas financieras online otorgan créditos con requisitos mínimos: CBU, DNI y un número de teléfono. Estas facilidades otorgan a los estafadores una valiosa herramienta para hacerse de nuestro dinero, endeudándonos sin nuestro consentimiento ni conocimiento.
Financieras 4.0
Según la Cámara Argentina Fintech, estas nuevas financieras tecnológicas tuvieron un fuerte crecimiento en los últimos cuatro años, pasando de 133 firmas a 238 entre 2018 y 2021, prácticamente triplicando las 79 entidades -entre bancos y financieras- con licencia del Banco Central. Esto incluye desde billeteras virtuales y exchanges de criptomonedas hasta empresas de créditos personales 100% online. Por las facilidades que presentan estas últimas para prestar dinero, es que resultan elegidas por los timadores para llevar adelante sus estafas con una simplicidad y velocidad asombrosas.
“He tenido varios casos de esos, usan el mismo modus operandi” -dice Gonzalo Jeangeorges, abogado especialista en derecho informático y delitos informáticos. “Son préstamos virtuales donde te piden el CBU, el DNI y te dan el crédito. Pero si te vas a la normativa del derecho, para cualquier tipo de préstamo uno siempre tiene que ir y firmar personalmente, tenés que rubricar firma ológrafa o -en todo caso. firma digital, que tiene la misma validez”. Aprovechando que estas túrbidas entidades financieras no se encuentran reguladas por el BCRA, es que los estafadores pueden trabajar con tanta desenvoltura. “No sé si hay un vacío legal con respecto a estas financieras que dan préstamos online porque he visto muchos casos así”, agrega Jeangeorges.
Qué hacer
Adentrándose en la legalidad de la cuestión, Jeangeorges explica que “si uno no firmó -ya sea en forma ológrafa en papel o firma digital en pdf- un contrato de mutuo, no existe contrato firmado. Por ende, uno puede por carta documento reclamar que nunca se solicitó un préstamo, y menos online. Lo otro es que si le transfieren un dinero que no correspondía con lo que habían arreglado, hay que devolverlo automáticamente al mismo CBU que envió el dinero, así no genera un préstamo. Al restituirlo no genera perjuicio, porque se lo hace a la misma entidad prestamista”.
El letrado instruye que además puede haber -civil y comercialmente- un reclamo de enriquecimientos sin causa, ya que cobran un préstamo online sin su autorización y luego por débito automático descuentan las cuotas. “El tema es que la suplantación de identidad digital no es un delito penal en Argentina, están cajoneados varios proyectos legislativos al respecto. Sólo queda encuadrarlo en Estafa, que entra en el artículo 172 del Código Penal porque se hace pasar por otro, o podría entrar en alguno de los dos incisos de las estafas especiales del artículo 173”.
Para evitar ser víctima de este ardid, Jeangeorges recomienda tomar algunas precauciones antes de realizar la transacción: solicitar nombre, apellido y CUIL del comprador y verificar gratuitamente en la página del BCRA que los datos coincidan con quien dice ser y con qué bancos trabaja. Recién ahí brindar nuestros datos de CBU para que nos realicen la transferencia y una vez recibida, controlar que corresponda con los datos informados por el Banco Central. “Normalmente no hay que aceptar si no es del mismo comprador, [la del BCRA] es la única herramienta web que uno puede tener para quedarse tranquilo y que no te pase esto”, añade.
El delito tradicional se sofisticó a la par de la digitalización de nuestras vidas, abriendo nuevos flancos que nos dejan vulnerables a ataques muchas veces impensados. La delincuencia 2.0 está constantemente explorando nuevas alternativas para hacernos sus víctimas y caer en el engaño. Que el entusiasmo de realizar una venta no nos haga perder la cautela.