El amor como tal es un concepto amplio que suele usarse para varias ocasiones: desde el afecto hacia una pareja, hacia la familia, e incluso hacia la naturaleza y el entorno. Todo ello tiene una explicación y es que, según imágenes de resonancia magnética funcional del cerebro, cuentan con un efecto concreto a nivel cerebral al momento en el que se siente y se piensan determinadas situaciones.
Según investigadores de la Universidad de Aalto (Finlandia) cuyo trabajo se publicó en Cerebral Cortex y que estudió el amor hacia la pareja, hijos, amigos, desconocidos, animales domésticos y naturaleza; se dio cuenta de que la actividad cerebral se modifica si las personas se encuentran meditando sobre breves historias vinculadas a estos distintos tipos de relación.
"Ahora tenemos una imagen más completa de la actividad cerebral asociada a los distintos tipos de amor que las investigaciones anteriores", afirmaron desde el estudio.
Entre extraños y conocidos
La activación del amor cuenta con un patrón que se genera en los ganglios basales, la línea media de la frente, el precuneus y la unión temporoparietal a los costados de la nuca. Entre los afectos observados, el amor por los hijos fue el que generó la actividad cerebral más intensa, seguida por las relaciones románticas.
"En los padres y madres se producía una activación profunda del sistema de recompensa del cerebro en la zona del cuerpo estriado mientras se imaginaban el amor filial, y esto no se observaba en ningún otro tipo", destacaron.
Según el estudio, la actividad cerebral se ve influida no solo por la cercanía del objeto del amor, sino también por si se trata de un ser humano, otra especie o la naturaleza. Así, el amor compasivo hacia extraños era menos gratificante y provocaba menos activación cerebral que el afecto en relaciones cercanas. Mientras tanto, el afecto a la naturaleza activaba el sistema de recompensa y las áreas visuales del cerebro, pero no las áreas sociales cerebrales.
El amor por los animales
La mayor sorpresa para los investigadores fue que las áreas cerebrales asociadas al amor entre personas acabaron siendo muy similares, y las diferencias radicaban principalmente en la intensidad de la activación. Todos los tipos de amor interpersonal activaban áreas del cerebro asociadas a la cognición social, a diferencia del sentimiento por las mascotas o la naturaleza, con una excepción.
"Al analizar el amor por las mascotas y la actividad cerebral asociada a él, las áreas cerebrales asociadas a la sociabilidad revelan estadísticamente si la persona compartía su vida con un animal. En ellas, estas áreas se activan más que cuando no vivían con ellos", apuntaron.
Estudios previos
No es la primera vez que este equipo de investigadores intenta hallar información sobre el amor. De hecho, el grupo realizó varios trabajos para profundizar en el conocimiento científico de las emociones humanas. Hace un año, publicó un estudio en el que cartografiaban las experiencias corporales del amor. También se vinculaban las experiencias físicas más intensas de este sentimiento con las relaciones interpersonales estrechas.
La comprensión de los mecanismos neuronales del amor no solo puede orientar los debates filosóficos sobre la naturaleza del mismo, la conciencia y la conexión humana, sino que los investigadores esperan que su trabajo mejore las intervenciones de salud mental en enfermedades como los trastornos del apego, la depresión o los problemas de pareja.
Fuente: SINC.