Las hembras de los mamíferos, como los roedores, aceptan intentos de apareamiento únicamente en su fase fértil. Desde la Fundación Champalimaud de Lisboa (Portugal), descubrieron un circuito neuronal fundamental para el rechazo sexual fuera del ciclo reproductivo en ratones hembra.

En su estudio, publicado en Neuron, los autores identificaron una red específica en el hipotálamo ventromedial (VMH) anterior, el cual regula el rechazo sexual activo en ratones hembra fuera de su etapa fértil. El hallazgo profundiza en los mecanismos cerebrales que moldean la conducta según las señales internas y externas.

El rechazo como comportamiento activo

El rechazo sexual no implica únicamente la falta de interés. “Es un comportamiento activo”, señalaron. Y agregaron: “Las hembras exhiben acciones defensivas como huir, patear o boxear contra los machos”. Este cambio de actitud, que varía entre la aceptación y el rechazo, está ligado a la actividad de las neuronas sensibles a la progesterona en el VMH anterior, una región clave del cerebro.

Asimismo, los autores sostienen que se trata de un ejemplo sorprendente de cómo el mismo estímulo, en este caso un macho ansioso, puede generar comportamientos completamente opuestos según el estado interno de la hembra.

El equipo utilizó fotometría de fibra para medir la actividad neuronal en tiempo real y observó que las señales excitatorias aumentan la activación de estas neuronas en hembras no receptivas. La optogenética permitió manipularlas directamente: cuando se estimularon en fases fértiles, las hembras rechazaron a los machos como si estuvieran fuera de su ventana de fertilidad.

Este hallazgo también reveló que existe una colaboración entre dos tipos de neuronas: unas dedicadas al rechazo y otras a la receptividad. “Es una forma eficiente y robusta de equilibrar el comportamiento reproductivo”, explicaron.

Implicaciones

Estas áreas cerebrales también están presentes en humanos. Según los autores, las alteraciones en el VMH podrían estar relacionadas con condiciones patológicas como el síndrome de ovario poliquístico. “Sólo estamos empezando a comprender cómo el cableado interno del cerebro orquesta el comportamiento social”, concluyeron.