Hay una creencia generalizada acerca de que durante el embarazo no puede tomarse ningún medicamento salvo el paracetamol, y esto es cierto, pero solo en parte. Hay una lista de remedios que, por su capacidad de producir alteraciones morfológicas en el desarrollo del feto, están completamente prohibidos, pero también existe una gran cantidad de ellos que sí pueden tomarse bajo prescripción médica.
Las estadísticas marcan que un 5% de las embarazadas sigue tomando fármacos que ya tomaban antes del embarazo para tratar patologías crónicas, como asma, diabetes o ansiedad. La agencia del gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de alimentos y medicamentos (FDA) utiliza una clasificación desarrollada en 1979 que divide a los medicamentos en cinco categorías (A, B, C, D, X) en función de los riesgos de su consumo durante el embarazo, una clasificación que se tiene en cuenta en muchos países.
En el resto del mundo, las recomendaciones generales son las de restringir en lo posible el uso de medicamentos durante el embarazo, recurrir siempre a los de menor riesgo, evitar la polimedicación y evaluar siempre los riesgos y beneficios de los mismos. Además, se recomienda que las embarazadas no se automediquen bajo ningún concepto y que siempre consulten al médico, según consignó 20 Minutos.
En el caso de los antibióticos para tratar infecciones bacterianas en bastante frecuente su uso en el embarazo y, por tanto, es seguro, pero depende de algunos factores, como el momento del embarazo o el tipo de infección o de antibiótico, por lo que el medicamento específico debe elegirse con cuidado. Los especialistas indican que aquellos que pueden tomarse durante el embarazo por su bajo riesgo son: Penicilina y sus derivados, como la amoxicilina, el más común. Cefalosporinas. Eritromicina Clindamicina y espectinomicina Aztreonam, Ácido nalidíxico, Nitrofurantoína, Isoniazida, rifampicina y etambutol.
El más recomendado para las embarazadas es amoxicilina más acido clavulánico, sobre todo en caso de infecciones del tracto urinario, muy comunes en el embarazo y que deben tratarse al existir riesgo tanto para el feto como para madre. En cambio, se desaconseja el uso de eritromicina por riesgo de hepatotoxicidad, aminoglucósidos, riesgo de daño renal y ótico; tetraciclinas por el riesgo de retraso del crecimiento óseo y alteraciones dentales y de fluorquinolonas por riesgo de problemas en las articulaciones y malformaciones cartilaginosas.