La gran crisis que actualmente atravesamos por la pandemia del coronavirus nos invita a un tiempo de reclusión. Este representa un evento de características inéditas en la historia reciente de la humanidad, y nos plantea desafíos a una escala nunca antes experimentada.
Tenemos que enfrentar varios retos como colectivo social, al estar privados de ciertas posibilidades cotidianas que hoy se encuentran temporalmente suspendidas. Nos encontramos transitando una vida diaria totalmente desnaturalizada, ya que lo que hasta hace pocas semanas era común y corriente, hoy se encuentra anulado.
Todas estas enormes limitaciones, necesarias e inevitables, tienen un gran costo en nuestra salud psíquica. “Nuestra mente se encuentra enormemente exigida”, manifiesta el piscólogo Federico Martínez, en diálogo con Rosario 3.
- ¿Qué implica atravesar esta crisis?
- Muchos son los desafíos en los que esta situación tan particular nos introduce. Por un lado todas las actividades que debemos suspender, nos llevan a vivir un estado de pérdida, al sentir que se nos arrebatan posibilidades cotidianas tan comunes. El duelo por lo perdido ,sumado al enorme grado de incertidumbre reinante, se transforman en una combinación peligrosa.
- ¿Qué reacciones son esperables?
- Más allá de las reglas de juego comunes que esta situación nos platea a todos por igual, cada individuo desde las singularidades de su personalidad podrá hacer frente a estas circunstancias de formas muy diversas. En una situación así es normal y esperable que nuestro estado de ánimo se altere, que tengamos fluctuaciones incluso durante el transcurso de un mismo día, con momentos de tensión y angustia, junto con otros de mayor equilibrio emocional. El grado de incertidumbre sumado a la sensación de un peligro que nos acecha provocará, en muchos casos, diversos temores.
Es saludable sentir miedo ante una situación así. La sensación de temor es una reacción apropiada y adaptativa que nos permite captar lo que está ocurriendo para poder asimilarlo y desarrollar los mecanismos de afrontamiento apropiados para poder reaccionar. El miedo es un punto medio equilibrado, deseable, entre dos extremos disfuncionales como lo son la negación por un lado y el temor descontrolado que se transforma en paranoia por otro.
- ¿Cómo se afectan las relaciones interpersonales?
- Respecto a lo vincular se suma un enorme desafío que debemos atravesar, el cual nos lleva a una paradoja. Por un lado nos vemos enormemente distanciados de un contacto estrecho corporal, cara a cara con el otro. Los encuentros personales quedaron imposibilitados o al menos sensiblemente desfigurados. Potenciar la conexión con el otro, a la distancia o con quienes convivimos, será clave.
- ¿Qué puede ayudarnos a transitar este momento?
- Existen aspectos psíquicos fundamentales para trabajar en estos tiempos de dificultad. Como primera medida, lograr aceptar la situación, conectarse con la realidad, será crucial para poder conducirnos en estas circunstancias. Para favorecer esto es importante permitirnos sentir cierta dosis de tensión y frustración que llegarán como consecuencia de asimilar una situación que de por sí nos provoca limitaciones y pérdidas.
De la mano de esto, favorecer procesos reflexivos que contribuyan a la introspección. Aprovechar este parate obligado para detenernos un momento y reevaluar nuestra vida. Valorar lo que esta crisis nos arrebata pero también, al anular ciertos factores, resignificar y potenciar aquello con lo que siempre contamos. Conectarnos más con nuestros afectos será vital. Son tiempos para expandir nuestra empatía y solidaridad. Ver al otro y llegar a él como una forma de cuidarlo y también a la vez hacerlo con nosotros mismos. Para esto será importante intensificar nuestro grado de implicancia con el otro, centrarme en él, prestarle atención sincera para conectarme y transmitir, hacer sentir, que realmente me importa.
No hay nada más doloroso a nivel psíquico que sentir que no somos vistos, caer en un estado de indiferencia. Esta gran dificultad mundial nos brinda la oportunidad de enfocarnos y cultivar nuestra vida afectiva relacional, base de nuestra vida anímica y muchas veces descuidada y dejada de lado.
La vida humana es un ciclo perpetuo de pérdidas y adquisiciones. Trabajemos para aceptar aquello que inevitablemente la existencia nos arrebata, mientras centramos nuestros esfuerzos en elevar aquello que representa la esencia de nuestra vida emocional, que no es menos que mi relación con el otro.