Según expertas y expertos en la temática, la falta de sueño puede alterar la microbiota y afectar al apetito, aumentar la ansiedad por comer e influir en el peso. En tal sentido, explican que el sistema digestivo, además de convertir los alimentos en energía y material de desecho, está en comunicación constante con el cerebro.
La microbiota
En el intestino se encuentra el sistema nervioso entérico, encargado de “avisar” al cerebro cuando se tiene hambre y cuando ya se sació tal necesidad, entre otras cosas relacionadas con el aparato digestivo. En él viven millones de bacterias que intervienen en muchos procesos metabólicos, lo que se conoce como microbiota intestinal. Este conjunto de microorganismos influye en el sistema inmunológico, en el equilibrio hormonal, en el estado de ánimo y en la función cerebral.
El intestino, y por tanto la microbiota intestinal, tiene tanto control sobre ciertas funciones corporales que también se le conoce como "el segundo cerebro". La dieta y el estilo de vida influyen en la composición de la microbiota. Los alimentos procesados, azucarados, la falta de fibra, la hidratación, el ejercicio, el estrés o los antibióticos pueden tener un impacto negativo en la microbiota, por eso es importante llevar una vida saludable para mantenerla en equilibrio.
Actualmente, recientes estudios demuestran que cuidar la flora intestinal también colabora con el buen descanso. Cuidar el sueño también, entonces, evitará alteraciones en el sistema digestivo.
La falta de sueño
La falta de sueño disminuye la producción de la hormona responsable de la sensación de saciedad, la leptina, y aumenta la producción de grelina, la que induce el hambre y regula el apetito. Cuando no se duerme bien, la leptina no le comunica al cerebro que hay saciedad y la grelina le dice que hay que seguir comiendo porque aún se tiene hambre.
Una mala digestión o una noche de insomnio puede deberse a algún daño, trastorno o alteración de la flora intestinal, de la microbiota. Esta alteración de la microbiota intestinal se conoce como disbiosis, un trastorno intestinal bastante frecuente en personas que trabajan de noche o que viajan muy a menudo a países transoceánicos que implican un cambio permanente del ciclo sueño-vigilia.
Cuando se duerme poco, además, suben los niveles de cortisol, la hormona que compensa la acción de la insulina, lo que hace que se produzca un exceso de azúcar en sangre y por lo tanto, favorece la obesidad y el sobrepeso.
La repercusión en nervios y neurotransmisores
Una alteración de la microbiota repercute directamente en el nervio vago, el nervio craneal más largo del cuerpo que pertenece al sistema nervioso parasimpático que se encarga de disminuir la frecuencia cardíaca, regular la respiración y las actividades del aparato digestivo como la digestión, además del comportamiento, el estado de ánimo y la respuesta inmune.
En el intestino también se encuentran gran cantidad de receptores de serotonina, un neurotransmisor muy relacionado con el estado de ánimo, el control de las emociones y la salud mental.
La salud intestinal afecta directamente en el cerebro, así pues, una dieta saludable puede ayudar a mejorar los problemas de sueño. Por ejemplo, tomar más alimentos ricos en fibra, evitar los "picoteos nocturnos" y cenar al menos dos o tres horas antes de acostarse para hacer la digestión y no dañar la microbiota antes de dormir, garantizará que el sueño sea mejor y la flora intestinal lo agradecerá.
Fuente: EFE Salud