Este 2024, el varias veces controvertido Premio Nobel de la Paz, se ha entregado a la organización japonesa Nihon Hidankyo, fundada por sobrevivientes de los ataques atómicos a las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. El Comité Noruego expresó que la entidad fue premiada “por sus esfuerzos para lograr un mundo libre de armas nucleares y demostrar, a través de testimonios de testigos, que las armas nucleares nunca deben volver a utilizarse”. Una gran conquista global es que durante 79 años, estas no han sido utilizadas en ninguna guerra por ningún país. Sin embargo, todo puede cambiar en cualquier momento. 

El presidente del Comité Noruego del Nobel, Jorgen Watne Frydnes, posa con una fotografía de la organización japonesa Nihon Hidankyo. (Efe)

Tras la Segunda Guerra Mundial, las naciones con arsenal nuclear han optado por una política de disuasión, sustentada en la noción de que los ataques nucleares masivos llevarían a la “destrucción mutua asegurada”. Este fue el eje doctrinal que definió la relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Existía el consenso de que ninguna potencia nuclear daría el primer paso en un ataque porque la represalia sería igualmente destructiva o incluso peor.  

En 1968 se firma el Tratado de No Proliferación Nuclear, que integran la gran mayoría de países del mundo. Entró en vigor en 1970 y busca evitar la propagación de armas nucleares y tecnología armamentística. También promueve la cooperación en el uso pacífico de la energía nuclear y el desarme. A unos pocos Estados se les permitió la posesión de armas de destrucción masiva y son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China. 

Una de las grandes críticas hacia el tratado es que crea de hecho un pequeño club de países “nuclearmente ricos” y otro enorme grupo de países “nuclearmente pobres”. Es debido a la prohibición de la posesión legal de armas nucleares a aquellas naciones que no las habían probado antes de 1967. Casi todos los países del mundo son sus signatarios excepto cinco: India, Israel, Corea del Norte, Pakistán y Sudán del Sur. De acceder, estos deberían hacerlo como “Estados No Nuclearmente Armados”, por lo cual tendrían la obligación de desmantelar sus arsenales.

Un hongo nuclear se eleva sobre Nagasaki tras la detonación de una bomba atómica en 1945 (www.nationalgeographicla.com)

Actualmente, se considera que son nueve los países que poseen armas nucleares. Además de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad se encuentran India, Pakistán, Corea del Norte e Israel. Aunque éste último no lo reconoce públicamente. En un reciente informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) se estima que, a nivel global, han aumentado el número y los tipos de armas nucleares en fase de desarrollo. Lo que significa que las potencias nucleares están modernizando y mejorando sus arsenales.

En los últimos años, estos nueve países pusieron a punto sus stocks y desplegaron innovadores sistemas de armas nucleares o con capacidad nuclear. El director del Sipri, Dan Smith, ha confesado que “aunque el total mundial de cabezas nucleares sigue disminuyendo a medida que se desmantelan gradualmente las armas de la era de la guerra fría, lamentablemente seguimos observando aumentos interanuales en el número de cabezas nucleares operativas”. Es decir, aquellas listas para ser utilizadas en un conflicto.

Actualmente, los temores a una posible contienda nuclear se pueden observar en las guerras en Ucrania y Gaza. El presidente Vladímir Putin ya ha realizado numerosas referencias a una amenaza nuclear. En conjunto, Rusia y Estados Unidos poseen casi el 90 por ciento de todas las armas atómicas globales. Pero luego de febrero de 2022, la transparencia de datos ha disminuido. Varias fuentes públicas han afirmado que el gobierno ruso ha desplegado armas atómicas en Bielorrusia, aunque no existen pruebas visuales concluyentes que respalden esta afirmación.

Esta inquietud tampoco es ajena en Medio Oriente. La administración Trump se retiró unilateralmente del acuerdo con Irán firmado por Obama en 2015, junto a varias potencias occidentales, para limitar su programa nuclear. Esto le permitió al país persa continuar con su plan atómico sin controles. Desarrollos que Israel también posee y que puede utilizar en cualquier momento. En tanto China, ha venido ampliando en los últimos años su arsenal a una velocidad que no ha tenido ningún otro país. Por primera vez podría desplegar -en tiempos de paz- un pequeño número de cabezas nucleares en misiles. 

El 6 y 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó las primeras bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima (al oeste de Japón) y Nagasaki (sobre la costa sudoeste de Kyushu, Japón). (www.laizquierdadiario.com).

Además, el Sipri en su informe consideró que Reino Unido está incrementando su stock nuclear y que Francia continúa con varios programas de desarrollo que incluyen a un submarino nuclear lanzamisiles balísticos de tercera generación. En tanto, India y Pakistán siguieron en 2023 desarrollando nuevos tipos de sistemas de vectores nucleares y Corea del Norte sigue dando prioridad a su programa nuclear militar como un elemento central de su estrategia de seguridad nacional. Por último, Israel se encuentra modernizando su reactor de producción de plutonio de Dimona.

La carrera armamentística se está acelerando en el mundo y a la vez existen grandes fuentes de inestabilidad. Desde el 2012 el número de guerras ha ido creciendo con los conflictos en Libia, Siria y Yemen, desencadenados por las revueltas árabes de 2011. Estos conflictos se extendieron hacia el sur en la región del Sahel. Luego sobrevino una nueva ola: la guerra azerbaiyano-armenia de 2020 sobre el enclave de Nagorno-Karabaj, Birmania en 2021 y la invasión de Rusia a Ucrania en 2022. A los que se suman la devastación en Sudán y Gaza en 2023.

La paradoja de la disuasión nuclear radica en que la seguridad global se ha construido sobre la base de una amenaza de destrucción masiva. El Premio Nobel de la Paz otorgado a Nihon Hidankyo recuerda que este equilibrio es tan frágil como peligroso. A medida que la carrera armamentista se acelera, la posibilidad de un error catastrófico o una escalada incontrolada se vuelve cada vez más real. La única forma de evitar un desastre nuclear es desmantelar estas creencias y comprometerse con el desarme. Es complejo pero todavía hay tiempo.