Las universidades públicas entran en una nueva semana de conflicto. Luego de la toma y la huelga llevadas adelante en todo el país, los docentes nucleados en la Coad votaron nuevas medidas de fuerza que contemplan un paro total de actividades durante tres días, en reclamo de mejores salarios y contra el veto del Presidente Javier Milei a la ley de financiamiento.

La mencionada norma vetada por el mandatario proponía actualizar las partidas del presupuesto 2023, según la inflación acumulada este año, para seguir funcionando como lo venían haciendo. Con distintos matices, las facultades de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) fueron sedes de debates y clases públicas relacionadas con los recursos económicos de que disponen las casas de altos estudios. El debate giró no sólo en torno a la partida presupuestaria, sino también al valor simbólico de la universidad a lo largo de la historia.

Qué se vio en las aulas

 

“Seguramente, cada uno ve a través del propio sesgo. Mi sesgo es histórico y miro a través de ese paño de la historia. Veo que este Gobierno tocó un resorte que dio efecto”, señaló la doctora Natalia García, profesora en Ciencias de la Educación, exdicrectora del Instituto de Investigaciones Adolfo Prieto de la facultad de Humanidades (UNR), en diálogo con el programa “A la Vuelta” (Radio 2).

En esa frase hay una promesa que se hace a los jóvenes del futuro y a los estudiantes del pasado.

“Entre todos los carteles que vimos en estos días –señala– me impactó uno en particular que se multiplicó en diferentes territorios. Decía: «No seremos la generación que dejó morir a la Universidad». En esa frase hay una promesa que se hace no sólo a los jóvenes del futuro, sino a los estudiantes del pasado. Es interesante reponer esto, incluso diciéndoselo a quienes tienen la conducción política en todos los niveles jurisdiccionales”.

Añade que es bueno enfatizar que las universidades –lejos de lo que se puede suponer– no son sectores elitistas. Ni siquiera en sus comienzos. “Recordábamos esta semana la reforma universitaria que tanto se reivindica, la de 1918 y su estallido en Córdoba. En ese momento había apenas nueve mil estudiantes universitarios en Argentina, sobre una población total de ocho millones de habitantes, según el Censo Nacional de Población y Vivienda”.

Qué pedían aquellos estudiantes de 1918

 

Ahora, cuando uno mira los reclamos y las proclamas de aquellos estudiantes que impulsaron la reforma en Córdoba, se puede ver que pedían que se terminara el pago de la matrícula, que se les postergaran los turnos de exámenes, asistencia libre a clases, más horarios de cursada, es decir: lo que pide alquien que al mismo tiempo está trabajando. Ese fue el emergente. Entonces, desde ese punto de vista –a propósito de ese miedo que hay en torno a la palabra «toma»– la Reforma en sí es una toma del espacio público; es ante todo la toma del espacio público: la toma del cuerpo (del edificio) como de la calle. “Desde 1918 hasta hoy, el movimiento estudiantil –según el caso y las estrategias que fue encontrando– no hizo otra cosa más que meterse adentro de esos muros para protegerse y defender ese territorio universitario o salir a las multitudes para visibilizar, convocar el apoyo ciudadano y legitimarse”.

Historia de reivindicaciones y “la mira” en las universidades que no es nueva

 

Algunos ejemplos de estos movimientos estudiantiles fueron:

El conflicto conocido como «laica o libre» desatado en 1958 entre quienes rechazaban o apoyaban, respectivamente, el objetivo del gobierno del presidente Arturo Frondizi, de autorizar a las universidades privadas a emitir títulos habilitantes.

En 1966, apenas comenzada la dictadura de Juan Carlos Onganía, la Noche de los Bastones Largos: desalojo por parte de la Policía Federal Argentina, de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión del gobierno de facto de intervenir las universidades y anular el régimen de autonomía universitaria del poder político y el cogobierno tripartito de estudiantes, docentes y graduados.

En 1969, los rosariazos: una serie de movimientos de protesta realizados en la ciudad de Rosario, en consonancia con el clima de tensión generado en otras provincias como Tucumán y Corrientes, contra la dictadura de Juan Carlos Onganía.

“Durante la dictadura militar de 1976 a 1983, el 21% de los detenidos desaparecidos pertenecían a las universidades. Por eso –afirma la investigadora– cuando un pibe levanta un cartel que dice: «No seremos la generación que dejó morir a la Universidad» está convocando todos estos procesos y allí radica la mayor de todas las esperanzas.

“Estamos en presencia de un Estado que tiene graves dificultades para dialogar con las diferencias, reconocer sus deudas y vivir en democracia; por eso, creo que hay que hacer todo lo posible, aún en las provocaciones de baja estofa, para sostenerse en las reivindicaciones y tener un nivel de emocionalidad a la altura de la situación. Como el Gobierno no lo tiene, tendrá que ser la sociedad civil quien lo tenga. Aún los jóvenes con su temperamento, el ardor propio de la edad, los aires de rebeldía y el atropello propio de sentirse protagonistas de jornadas históricas”.

El pensamiento crítico en crisis

 

La docente propone una mirada retrospectiva sobre corrientes del pensamiento en estrecha relación con lo que pasa fuera de los edificios universitarios: “Cuando en los '90 hablábamos de «pensamiento crítico», entendíamos que era algo demasiado abstracto; y creo que su peso específico lo estamos comprendiendo recién ahora, treinta años después. No porque necesitemos un aparato de erudición para desentrañar la realidad, sino porque necesitamos pensamiento crítico para sobrevivir, más allá de la responsabilidad específica de los docentes en la tarea educativa”.

“Cuando vemos casos como el de la estafa piramidal masiva en San Pedro, que involucra a adultos, por ejemplo, entendemos la necesidad de desarrollar un pensamiento crítico para descifrar y sospechar de ciertas situaciones. Esto demuestra que hay narrativas que les ganaron a otras. Vino un nuevo clima de época que dijo: «vos, tranquilo, no pienses más; yo te ordeno el mundo» y el esfuerzo y el trabajo colectivo y solidario que hay que sostener diariamente ya no corre. Lo que prima es el rédito fácil, la satisfacción espontánea, el dinero inmediato. Claro, la Universidad no ofrece nada de esto. Sólo promete esfuerzo y compromiso (eso sí) con una enorme recompensa, en contrapartida, que no sólo significa acceder a un título en el futuro, sino a una fuerte identidad y a la experiencia transitada, entre otros valores”.

No es un asunto de jóvenes solamente, sino también de adultos; no es exclusivo de la educación, sino del clima de época en el que se inscribe.

García remarca que cambió la narrativa y se desplomó el pensamiento crítico. “Gran parte de la sociedad decidió, desde hace un tiempo, abandonar los valores del esfuerzo, el estudio y la recompensa no inmediata que –se suponía– ordenaban de cierta forma, la vida, el trabajo y la familia (sin que esto signifique replegarse en valores conservadores), para entrar en estos encantamientos. Creo que eso tendrá su límite si es que el límite no ha llegado ya. No es un asunto de jóvenes solamente, sino también de adultos; no es exclusivo de la educación, sino del clima de época en el que se inscribe”.