Un acto político partidario en un escenario institucional. Eso fue lo que hizo Javier Milei en la inédita puesta en escena de este domingo, con su discurso en el Congreso para presentar el proyecto de presupuesto 2025, algo que por primera vez en la historia realiza un presidente de la Nación y no el ministro de Economía de turno.
Del presupuesto, de sus números y proyecciones, no dijo demasiado Milei. Sí marcó, repitió y machacó, algo que en realidad tampoco es nuevo: el equilibrio fiscal es innegociable, se extenderá en el tiempo si por él fuera hasta la eternidad, y cualquier ley que salga del Congreso que implique un mayor gasto será vetada. Lo hizo ya con la reforma de la movilidad jubilatoria y, repitió en su discurso, lo hará con el financiamiento universitario aprobado el jueves pasado en el Senado. Nada que sorprenda.
¿Por qué entonces decidió el presidente ir al recinto de la Cámara de Diputados, que estaba ocupado a menos de la mitad por la ausencia de la mayoría de los legisladores de la oposición, y que su discurso con los tópicos de siempre fuera transmitido por cadena nacional?
Porque después de las derrotas legislativas de las últimas semanas y de un cambio de estrategia que lo llevó a ponerse al frente de una nueva mesa política que busca terminar con el conventillo en los bloques de La Libertad Avanza y cerrar filas con los aliados, necesitaba retomar el control de la agenda pública y poner en valor lo que considera que son los logros de su gobierno. Volver a ocupar el centro del ring para ser él quien pegue las piñas, con la ratificación del kirchnerismo como blanco para polarizar elegido, y no el que las reciba. Regresar a ese lugar que es ni más ni menos que su zona de confort.
La presentación del presupuesto que "blinda" el déficit cero, entendió Milei, era una oportunidad para, otra vez, intentar revestir a su gobierno de épica fundacional, en un momento en el que paga costos por los dos vetos antes mencionados: el ya hecho (movilidad jubilatoria) y el por hacer (financiamiento universitario).
Eso explica, también, que haya asistido al Congreso con la banda y el bastón presidencial, como si se tratara no de la presentación de una ley, por más importante que sea, sino de una escena más protocolar: la de una asunción o la de una Asamblea Legislativa por el inicio de las sesiones ordinarias.
Pero su gestualidad y su contenido fueron por otro lado.
Así, mientras se trenzaba con los pocos diputados peronistas presentes, pidió la aprobación de la ley de leyes a un Congreso al que responsabilizó de “la totalidad de las medidas populistas que han arruinado a este país”. Una declaración de guerra que, también, se acomoda a su hasta ahora exitosa declamación anticasta, justo en el momento en el que negocia con integrantes y métodos de casta para garantizarse el tercio que impida al Parlamento voltearle los vetos. Eso sucedió, borocoteada de cinco radicales a los que agasajará este martes con un asado en Olivos mediante, con la reforma jubilatoria.
El acto militante en un escenario institucional no fue solo para tomar distancia de los K. Milei incluyó en sus chicanas a Mauricio Macri, cuyos legisladores estuvieron presentes y se manifestaron dispuestos a votar el presupuesto, cuando les contestó a los que critican al gobierno por falta de gestión.
“Nos acusan de no tener gestión cuando hicimos el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, lanzó, para luego enumerar logros de estos nueve meses en el gobierno: baja de la inflación, saneamiento del Banco Central, aprobación de la ley bases, despido de “31 mil ñoquis”, media sanción de la Boleta Unica de Papel, eliminación de los piquetes y del gerenciamiento de la pobreza, baja del “75 por ciento” de los homicidios en Rosario (se colgó la medalla solo), entre ellos.
Bastante poco en realidad. Casi que les dio la razón a los que lo critican: ¿qué más además de macroeconomía y seguridad? Podría haber nombrado a los trolls pagos que ejecutan la política de comunicación desde la Casa Rosada, la otra pata que sostiene la administración libertaria, embarrando a todo aquel que plantee diferencias y ensalzando la figura del jefe con retórica grandilocuente como la suya.
No, ni una palabra de salud, a pesar de que el país está a punto de ingresar a una situación de emergencia por el dengue. Tampoco de educación, por mencionar otro servicio básico del Estado en el que el ajuste pega fuerte y el deterioro es evidente.
Esos no son temas que entren en una planilla de Excel en la que lo único que importa es que cierre en cero. En todo caso, se trata de algunas de tantas cuestiones de las que el gobierno de Milei demuestra voluntad de desentenderse, como también el mantenimiento de las rutas. Son, al fin de cuentas, problemas de un país real que desde que comenzó esta gestión la Nación le tira por la cabeza a las provincias.
Provincias a las que, a la vez, el presidente les exigió este domingo a la noche que hagan “un ajuste adicional de 60 mil millones de dólares”, incluso bajo la amenaza de largar contra los gobernadores “los leones que han despertado”.
Tensiones no faltan ni faltarán en la Argentina.