Luego del debate electoral entre Kamala Harris y Donald Trump -que sin dudas favoreció al liderazgo de la primera- diferentes referentes comenzaron a analizar cómo sería la política exterior de Estados Unidos dependiendo de quién gane la presidencia. En este artículo se abordarán los posibles escenarios, teniendo en cuenta las propuestas, los dichos y las acciones de los candidatos. Siempre considerando que un hecho externo puede reconfigurar estas aseveraciones, como ha ocurrido en 2001 con George W. Bush, luego del atentado a las Torres Gemelas. ¿Qué proponen ambos candidatos? 

A primera vista se puede percibir que la aspirante demócrata cuenta a su favor con la característica de ser “predecible”. Rasgo que probablemente no hubiera resaltado si no fuera porque Trump es su oponente. En el concierto internacional nadie quiere sorpresas. Aunque a ciertos actores les convenga. Por ejemplo, Vladimir Putin, quien irónicamente, durante un foro en Vladivostok, expresó: “Biden ha recomendado a sus electores apoyar a la señora Harris, así que nosotros también la apoyaremos”. Washington tuvo que salir a pedirle que deje de hablar sobre las elecciones.

Trump y Harris se saludan al comenzar el debate presidencial (Efe).

El especialista norteamericano Joseph S. Nye ha expresado que, más allá de quien gane la presidencia, existirán grandes áreas de continuidad en la política exterior. Pero lo que marcará la diferencia serán las actitudes que asuman los candidatos frente a las alianzas y al multilateralismo. En lo conceptual, y siguiendo los lineamientos de su antecesor, Harris propone fortalecer y promover ambas. En oposición, la retórica de Trump consiste en el unilateralismo y la degradación de las alianzas e instituciones multilaterales.

Estas distintas visiones de los candidatos han sido -y siguen siendo- un largo debate interno. En el país existen cuatro escuelas de política exterior inspiradas en sus líderes. Las mayoritarias -que integra Harris- están formadas por el Hamiltonismo y el Wilsonismo. Ambas consideran que Estados Unidos debe promover la democracia y los Derechos Humanos en el mundo. Una tercera, es el Jeffersonismo que prefiere un país ocupado en sus propios asuntos porque la hegemonía global trae guerra y corrupción. 

Y la cuarta, el Jacksonismo -que integra Trump- que promueve un nacionalismo que evita involucrarse en complejidades internacionales, aunque está dispuesto a defenderse frente a amenazas externas. Como se ha observado, el republicano promete nuevamente continuar con su agenda de America First (América Primero), enfatizando el nacionalismo estadounidense. Aunque también intentará sacarse conflictos de encima, principalmente la guerra en Ucrania.

Kamala Harris durante su cruce de ideas con Trump (Efe).

El conflicto es hoy la principal diferencia entre ambos contendientes. En el debate, Trump ha reiterado que si es elegido, conseguiría un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia “en un día” y afirmó: “Creo que terminar esta guerra y hacerlo rápido va en el mejor interés de Estados Unidos”. Lo cierto es que si le retira su apoyo, Ucrania tendrá muchas dificultades para resistir. En relación a la Otan, el candidato podría llegar a plantear su salida o debilitarla reduciendo el gasto, retirando a su embajadora o quitándole ayuda en caso de agresión. 

En Medio Oriente, ambos han prometido mantener la seguridad de Israel y aseguran su derecho a la autodefensa. Trump consideró que bajo su mandato la guerra nunca habría comenzado y prometió resolver el conflicto rápidamente, aunque no presentó una estrategia clara. En tanto Harris tampoco mostró un plan, pero consideró la necesidad de que la guerra en Gaza termine de inmediato teniendo en cuenta el derecho palestino a la autodeterminación. En la región, es probable que ambos busquen normalizar las relaciones entre Arabia Saudita e Israel y continúen con una línea dura hacia Irán.

Siguiendo su estrategia de rechazo hacia el multilateralismo, probablemente Trump se retire nuevamente del acuerdo climático de París y la Organización Mundial de la Salud. Acuerdos que Harris mantendría si es presidenta. Así como también -en el mismo sentido que viene haciéndolo Biden- se pronunciaría a favor de promover los Derechos Humanos y revalorizar la democracia. Además, se espera que la candidata le de un poco más de relevancia -no mucha pero sí algo más- a dos regiones generalmente olvidadas para Estados Unidos: África y América Latina.

Más allá de estas diferencias, se pueden encontrar importantes similitudes principalmente en relación con China. Hay consenso bipartidista en la desconfianza hacia el gigante asiático en cuestiones comerciales y de propiedad intelectual. Aunque también preocupa la amenaza militar en el Mar de China Oriental y el Mar de la China Meridional que tiene en vilo a importantes aliados norteamericanos como Japón y Filipinas. Además China sigue expresando que no descarta el uso de la fuerza en Taiwán, a quien considera una provincia rebelde. Por lo cuál es muy probable que ambos continúen con una política de contención hacia la administración de Xi Jinping. 

Donald Trump durante el debate previo a la elección presidencial en Estados Unidos (Efe).

Otro tema de coincidencia es en comercio exterior ya que los dos candidatos rechazan las políticas económicas neoliberales. Por lo cual, probablemente, continúen con las políticas industrialistas y proteccionistas, fomentando el aumento de los aranceles y saboteando el funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio. Asimismo, se espera que ambos mantengan las inversiones en defensa acrecentando el poder duro de Estados Unidos. Esto implica continuar con el actual programa de modernización de sus armas nucleares centradas en el uso de inteligencia artificial.

Lo cierto es que, más allá de los dichos en campaña, la verdadera incógnita reside en cómo los candidatos podrán manejar las crisis globales en curso. Mientras que Harris promete que lo hará fortaleciendo el papel de su país como líder global enfocándose en la reconstrucción de alianzas, Trump parece decidido a hacerlo consolidando un enfoque más aislacionista y buscando promover el nacionalismo hacia adentro. En cualquier caso, el destino de la política exterior norteamericana dependerá de quién logre captar la confianza de los votantes.