En la previa del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el sociólogo e investigador del Conicet, Emilio Crenzel, señaló la relevancia de recordar y transmitir lo que sucedió en la Dictadura para que no se repita. Advirtió sobre “los intentos para limitar las libertades públicas” actuales y consideró que “en general el pretexto es controlar la violencia y en verdad se esconde una voluntad autoritaria para disciplinar a la sociedad, impedir el legítimo derecho a la protesta y el derecho de las personas”. Su investigación sobre “los 30 mil desaparecidos”.
Crenzel es doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y su foco de investigación es la memoria social y el terrorismo de Estado basado en los saberes, interpretaciones y representaciones sobre el sistema de desaparición forzada de personas en Argentina (1975-2010). Es autor, entre otros, del libro “La historia política del Nunca Más” (2008 y 2014) y acaba de publicar “Pensar los 30 mil”, también de la editorial Siglo XXI.
El investigador habló con Rosario3 desde Buenos Aires:
–¿Cómo trabajar el Día de la Memoria en este contexto del país?
–Es importante reponer aquellos años para los que no lo vivieron. Fueron años de terror; de no poder reunirse en la calle más de dos personas; la imposibilidad de decir lo que pensábamos; con secuestros en las calles, en los lugares de trabajo o de estudio; el control militar en lo urbano y en lo rural, a la entrada de las fábricas, universidades y escuelas; miles de personas que tuvieron que abandonar el país; y la tergiversación en los medios de comunicación; entre otros. Este año debe ser un espejo de aquel pasado que decidamos como sociedad no repetir. Y estar prevenidos de los intentos para limitar las libertades públicas, en general el pretexto es controlar la violencia y en verdad se esconde una voluntad autoritaria para disciplinar a la sociedad, impedir el legítimo derecho a la protesta y el derecho de las personas. Ese recuerdo para lo que lo vivimos y esa transmisión intergeneracional para los que no estuvieron en ese tiempo son elementos indispensables y más que nunca en este momento.
–¿Ve algún resabio de ese pasado en el presente?
–Uno de los más preocupantes es la diferenciación que hace Milei entre la gente de bien y los otros a los que califica de la peor manera como si en la democracia no hubiera disenso y derecho a la pluralidad de opiniones. Esto es espejo de la diferenciación que hacía la dictadura militar entre inocentes y culpables de algún delito bajo la figura del delincuente subversivo. Debemos señalar que la condición de sujeto de derecho es universal, que no debe excluir a nadie ni por razones de género, de clase o política. Ninguna variable debe ser motivo de exclusión universal del sujeto de derecho, del derecho a la vida, de los derechos civiles, sociales y políticos.

–¿Cree que hay un retroceso en la sociedad argentina en materia de conciencia en relación a lo que sucedió en materia de desaparecidos?
–Hay un intento oficial de imponer otro relato opuesto a las políticas de reivindicación de derechos humanos a los que los distintos gobiernos han venido teniendo en los últimos cuarenta años. Esos intentos confrontan con las representaciones mayoritarias de la sociedad argentina que rechaza la violencia y abomina los crímenes de lesa humanidad. Aun dentro de los votantes de La Libertad Avanza predomina la opinión contraria a la liberación de los autores de los esos crímenes por considerar que ante cualquier crimen el culpable debe pagar. La expectativa y confianza que esa conciencia que se fue trabajando en estos casi cuarenta y dos años de democracia sea suficiente para detener cualquier intento regresivo de liberar condenados o restringir las libertades públicas.

Un pasado hecho presente
–¿Qué análisis hace de las manifestaciones en pos de la reivindicación a las víctimas de las subversión?
–Es una reivindicación oportunista. Muchos, no todos por cierto, recibieron reconocimiento del Estado al momento de los hechos durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y el de la dictadura militar. Recibieron honores y ascensos pos mortem, no es que no hayan sido reconocidos por el Estado. En algunos casos la dictadura nombró varios pueblos con los nombres de los militares caídos en el operativo Independencia en Tucumán que aún conservan esa denominación como Teniente Berdina, Capitán Cáceres, Sargento Moya y Soldado Maldonado. Pero detrás de ese pedido de reivindicación se halla un reclamo estratégico para la libertad de los detenidos condenados por delitos de lesa humanidad. Eso me hace acordar a Famus (Familiares y amigos de muertos por la subversión) que en los 80 se formó para reclamar por el reconocimiento de los caídos y que luego se disolvió una vez otorgado el indulto por parte de (ex presidente Carlos) Menem. La meta estratégica de esta demanda obedece a una voluntad de impunidad.
–¿Cuál es su lectura de la aparición de (el dirigente montonero) Mario Firmenich a través de un video dando su apoyo a los jubilados en la marcha que terminó con graves incidentes frente al Congreso?
–Es una figura que aparece en momentos particulares. Que no ha sido capaz de realizar una autocrítica profunda para dar cuenta de sus responsabilidades en los años de violencia política. Su figura ni sus ideas tienen hoy presencial real en Argentina. Su aparición es instrumentalizada por el gobierno para justificar la represión. Sus apariciones les hacen un flaco favor a los jubilados y a la protesta social porque no tiene inserción real, opera como una pata más de la estrategia oficial.
–Apelando al título de su último libro, ¿cómo hoy es pensar a los 30 mil desaparecidos?
–En el libro trazo una historia de las diversas estimaciones hechas por las distintas organizaciones de derechos humanos que fueron desenvolviendo desde el comienzo de la dictadura misma. La posibilidad de estimar con precisión el número de víctimas era muy difícil en ese momento. En función de los testimonios de los familiares de desaparecidos, el número de 30 mil fue ganado terreno en relación a otras estimaciones. El número es el resultado de una sumatoria entre aquellos que estuvieron y permanecen desaparecidos y los que estuvieron desaparecidos y luego fueron liberados. Esta sumatoria alcanzaría los 30 mil casos aproximados, aunque los números oficiales hablan de unos siete mil que permanecen en ese estado. El libro también investiga dos ejes, el d. aquel militante que dijo que se inventó esa cifra y el de aquellos que dicen que detrás de ese número están los que quisieron lucrar. Nada más ajeno de la realidad. Ese número nació mucho antes de las políticas de reparación. Hay mención de los 30 mil desaparecidos en los informes d. Amnistía Internacional de marzo de 1977 o en el informe de la Comisión Argentina de Derechos Humanos de esa fecha. Aquellos que buscan lucrar, buscan tergiversar la Historia y descalificar la lucha del movimiento de derechos humanos.
–¿Cómo ve a los juicios que aún se siguen tramitando en diferentes lugares del país?
–Los juicios han sido imparciales y no fueron un intento de venganza sino que sopesan pruebas, las defensas pueden presentar sus argumentos y hay condenas en función de las distintas responsabilidades a los actores. Los juicios se siguen desarrollando a pesar de los intentos oficiales de desmantelar las estructuras y dependencias, a pesar de los despidos en áreas del Estado vinculadas a los derechos humanos. Y esto confirma lo que la investigadora norteamericana Kathryn Sikkink ha sostenido: Argentina es protagonista global de la defensa de los derechos humanos. Ha pasado de ser un Estado paria en materia de violación de los derechos humanos a convertirse en un protagonista global en la defensa. La creación de la Conadep, el Juicio a las Juntas, el banco nacional de bancos genéticos, la instauración del Día de la Memoria, su inclusión en el currículo escolar, y la producción de libros, películas, ciclos de teatro hacen de ese pasado un pasado presente a partir de considerar que no debe repetirse.
Una película para la escuela
–¿Cuál fue el significado de la película Argentina 1985 que retrata el primer Juicio a las Juntas?
-De la película subrayo su impacto en la transmisión de la memoria a las últimas generaciones. Alcanzó un record de público y tuvo impacto nacional e internacional fundamentalmente en España con aplausos al final de la película. Tuvo sus virtudes ya que reinstaló las políticas originales de investigación de casos de violación de los derechos humanos como la creación de la Conadep pionera a nivel mundial, y el Juicio a las Juntas que puso en la escena internacional a la justicia penal como herramienta para tramitar este tipo de crímenes. Hay algunas omisiones menores como la intervención de (el ex presidente Raúl) Alfonsín en el diseño de las políticas de enjuiciamiento, en el trabajo previo de la Conadep que consistió en una especie de intervención prejudicial en materia de acumulación de pruebas y que fue la base del trabajo del fiscal Strassera. Pero que no desmerecen para nada el valor del film que la tuvo virtud de alcanzar públicos masivos cerca de la fecha de los 40 años del Juicio a las Juntas que se cumplen precisamente este año.
–¿La recomienda para proyectarla en las escuelas?
-Sí, incluso para que se vean las tensiones y desafíos que se vivieron en la democracia temprana a la hora de enfrentar un pasaje complejo de amenaza y acoso al fiscal y familiares con los perpetradores de esos crímenes al mando de cuarteles militares. Gracias a esos familiares que soportaron amenazas constantes se pudo llevar adelante ese juicio. La sentencia con sus claroscuros fue ejemplar en materia de proponer que nadie está por encima de la ley y que los crímenes atroces fueron juzgados y condenados.