“Volveremos, volveremos”. El cantito se escuchó en el centro y por la zona de la terminal de ómnibus. Radicales y peronistas festejaron una noche histórica de triunfos con ganas de más. En el Centro Cultural Atlas de Mitre y Santa Fe, el búnker de Juntos celebró la gobernación de Omar Perotti y la senaduría de Marcelo Lewandoski pero no quiso aceptar el triunfo de Pablo Javkin en la intendencia.
“Lo entiendo. Cada uno lo procesa como puede. A Roberto (Sukerman) lo conozco hace mucho y lo voy a necesitar para gobernar”, dijo Javkin a Rosario3 desde el salón del Mercado del Patio. Transpirado, agitado, sediento. Feliz.
Aunque la ciudad queda en manos del oficialista Frente Progresista, por primera vez en 30 años el despacho principal del Palacio de los Leones no lo habitará un socialista. La Casa Gris tampoco. Ni la única banca del Senado provincial, que supo ocupar el (todavía) gobernador Miguel Lifschitz y ocupa (todavía) el ex ministro de Salud, Miguel Capiello. De ahí ese triunfo “a medias” para algunos que a pesar de tanta bandera y bombo radical no pudieron disimular y sintieron como franca derrota: Antonio Bonfatti y Mónica Fein regresan al llano.
Roy López Molina (Cambiemos) tampoco pudo disimular la caída. Hace unos años parecía casi natural su desembarco en el Ejecutivo rosarino, pero la mala imagen del gobierno nacional le pinchó el globo.
“Acá la malaria también nos llegó a nosotros”, bromeó Federico Angelini. Se refería a la pequeña mesa con sandwichitos, masas y gaseosas del catering para la prensa, pero los números de la noche confirmarían el verdadero alcance de la “malaria”.
En Distrito Siete, centro de operaciones de Ciudad Futura, sin embargo, fue todo sonrisas. Para las 19.45 la mesa –más grande que la de Cambiemos– proponía picada, pizza y cerveza para los periodistas. De saquito rojo y zapatillas “para correrlos a todos”, Caren Tepp bailó para quedarse en el Concejo. El saquito tiene historia, es el mismo que usó en 2015 cuando la fuerza de Juan Monteverde dio el batacazo y metió tres ediles.
Pero esta vez la del batacazo fue Amalia Granata que festejó en el hotel Ros Tower a pañuelo celeste y bombo el ingreso en la Legislatura. Y Tepp no fue la única cabulera. El futuro intendente cumplió con María Eugenia Schmuck durante dos días una serie de rituales que incluyeron asado, siesta y vino.
Hasta le funcionó el ritual del africano Steve que repitió el cantito de la buena suerte que había entonado –sin éxito– para Verónica Irízar en las primarias.
En el Atlas se cumplió con un ritual que tiene más de 50 años: se cantó la marcha peronista una y otra vez. Al ritmo de los bombos, en medio de la calle; y sobre la cumbia del salón principal, no apto para claustrofóbicos. El peronismo volvía a ser gobierno provincial y la alegría apretaba.
Hacia las 20, la futura vicegobernadora Alejandra Rodenas partió al encuentro de Perotti que siguió el escrutinio en Rafaela. Otros apretaron el acelerador hacia Santa Fe, hacia la sede del Partido Justicialista.
Desde el escenario, Roberto Sukerman se mostró confiado: “Es hermoso cómo se ve desde acá arriba”. Ahí arriba, el escenario, allá abajo los militantes. Allá no tan lejos, la intendencia.