La visita de esta semana de tres días y tres noches de Laura Richardson, comandante en jefe del Comando Sur, a la Argentina ha dejado una gran cantidad de cuestiones a analizar. Después de desmedidos esfuerzos del presidente Javier Milei, como viajar de improviso a Ushuaia cuando no era necesario, la funcionaria norteamericana captó el mensaje. En el discurso final antes de volver a su país expresó: “Presidente Milei, lo escuchamos expresar fuerte y claro su deseo de alinearse con los Estados Unidos”.
Desde que el libertario asumió la presidencia ha habido un récord de visitas de funcionarios de alto rango de Estados Unidos a la Argentina. El primero fue en febrero cuando viajó Brian Nichols, subsecretario de Estado del Hemisferio Occidental. Le siguió Antony Blinken, el secretario de Estado; luego el director de la CIA, William Burns. Y vendrán más. En octubre se espera al secretario de Defensa, Lloyd Austin. Y antes, en en mayo: el USCGC James, uno de los patrulleros más importantes del Servicio Guardacostas norteamericano y el portaaviones George W. Washington.
Desde el lado argentino, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich viajó este sábado 6 de abril a Estados Unidos para encontrarse con sus pares de Seguridad, funcionarios del FBI y fuerzas policiales. Además, se comenta que Milei busca, más allá de haber expresado su preferencia por Trump para los próximos cuatro años, una reunión bilateral con Joe Biden antes de la cumbre del G7 que será en junio en Italia. El presidente fue invitado por Georgia Meloni en una fuerte señal de sintonía política.
En el discurso de despedida, antes de la partida de Richardson y su comitiva, Milei anunció una nueva “doctrina de política exterior”. Es una muestra de cómo el presidente lee el siglo XXI. “Las alianzas tienen que estar ancladas en una visión común del mundo y no deben someterse a los que atentan contra los valores de Occidente”, dijo. Como plantea la investigadora del Conicet Gisela Pereyra Doval, “esta sobreideologización es una de las características más originales de la política exterior del nuevo gobierno”.
Todo sugiere que Milei ve el escenario internacional a través de una perspectiva anclada en los '90, un momento en el que Estados Unidos parecía emerger como la única potencia hegemónica terminada la Guerra Fría. Pero 40 años después el mundo es otro. Hoy son varios los actores que buscan protagonismo. El país de Biden ha perdido poder relativo frente a China que aspira a un lugar de paridad. A este panorama se añade la presencia de otros actores con una centralidad significativa, cada uno con sus propias prioridades y objetivos, como por ejemplo Rusia, India e Irán.
Entonces, las estrategias para maniobrar desde una posición periférica, como la de Argentina, exigen un enfoque mucho más cuidadoso y basado en el pragmatismo. Hoy no hay solo un polo de poder. El sorprendente avance y desarrollo que ha tenido China en las últimas décadas hacen que actualmente sea el principal socio comercial de la mayoría de los países del planeta. En relación a Argentina, es el segundo más importante, justo después de Brasil.
Es en este contexto en el que se produjo la visita de Richardson a la Argentina. Ahora bien, ¿qué busca su país en este lado del mundo?
Todo se podría reducir a una sola cosa, ya que el mensaje de Estados Unidos fue fuerte y claro: China tiene que estar fuera de estas tierras. La llegada de Milei al poder con su propuesta de alineamiento automático, les cayó como un regalo del cielo ya que Brasil, la principal potencia del sur, hoy se encuentra gobernada por un pragmático Lula da Silva que dice que buscará aliarse más con China para “equilibrar la geopolítica mundial”.
Aunque ya Milei se encargó de demostrar su alineamiento automático a través de acciones concretas, estos son los asuntos que le inquietan a Estados Unidos en Argentina:
- La Estación Espacial China en Neuquén. El embajador norteamericano Marc Stanley acusó sin evidencias: “Me sorprende que la Argentina permita que las Fuerzas Armadas chinas operen en Neuquén, en secreto, haciendo quién sabe qué”. Y el gobierno argentino respondió con el anuncio de una inspección.
- El proyecto de construcción de la Base Naval Integrada y el Polo Logístico Antártico, un puerto multipropósito en Tierra del Fuego, respaldado por el gobernador Gustavo Melella y que se realizaría con inversiones chinas. El gobierno argentino respondió a través del vocero presidencial y borró a los chinos del asunto: “Será el puerto más cercano a la Antártida y convertirá a la Argentina y Estados Unidos en la puerta de entrada al continente blanco”.
- La Hidrovía Paraná-Paraguay. Ante la preocupación por el avance chino, el Gobierno firmó el “Acta de Inicio del Memorándum de Entendimiento” entre los ingenieros civiles que gestionan la hidrovía del Misisipi y la Administración General de Puertos (AGP), para desarrollar intercambio de información y capacitaciones sobre hidrovía y ríos interiores.
- El intento de adquisición de jets de combate JF-17 Thunder a China, aunque finalmente, el gobierno de Alberto Fernández se decidió por un bloque de aviones F-16 norteamericanos, con procedencia de Dinamarca, para equipar a la Fuerza Aérea. En este asunto el gobierno de Milei no tuvo que hacer nada más que darle el OK final a la transacción.
- Compra de tecnología 5G a Huawei. En esta visita Richardson dejó en claro que su país ve fines militares detrás la empresa tecnológica china.
Además, Estados Unidos también ha expresado, según diversas fuentes, la necesidad de aumentar la cooperación con países vecinos y reforzar el trabajo conjunto en materia de inteligencia y de lucha contra el terrorismo, con especial atención en la Triple Frontera. Además, el gobierno del norte se ha ofrecido a cooperar en las reformas sobre la nueva ley de Defensa que propone el gobierno. Se comenta que Richardson manifestó especial interés por los militares en la defensa civil, puntualmente las tareas de patrullaje en Rosario.
A cambio de todas estas concesiones a Estados Unidos, ¿Argentina qué obtiene? ¿Promesa de inversiones? ¿Inyección de dólares? ¿Ayuda constructiva en la negociación con el FMI? ¿Apoyo para nuevos préstamos? ¿Un empujoncito para ingresar a la OCDE? ¿O quizá una membresía plena en la OTAN como añoraba Menem? ¿O algo menos costoso como equipamiento y entrenamiento militar?
Por lo pronto, el país ha recibido el regalo de un avión de transporte Hércules C-130, valuado en aproximadamente 30 millones de dólares. La Fuerza Aérea argentina tiene menos de diez y la de Estados Unidos más de 2 mil. Hace un mes le donaron uno igual al gobierno de Ecuador. Es una nave con capacidad de carga de 28 mil kilos que puede utilizarse para el transporte, operaciones de asistencia humanitaria o actividades de investigación científica.
Hace un tiempo, Richardson explicó en conferencias y entrevistas a medios internacionales sobre la necesidad de su país de pasar a la acción ante el avance chino en la región: “Allí veo a uno de nuestros competidores o adversarios, la República Popular China, entrando con grandes inversiones de dinero y proyectos de infraestructura e investigación. Y esta región tiene muchas cosas para ofrecer: hay minerales de tierras raras, hay litio”. El panorama es mucho más amplio de lo que se puede apreciar a simple vista.
La realidad es que antes que cualquier otro país, Milei elige sin vacilar, a los Estados Unidos. Como expresa el académico Federico Merke, “el presidente define a los distintos actores internacionales en base a un esquema de héroes o villanos. En su mundo no hay grises, y la claridad moral ordena sus relaciones”. Esto significa que, en la concepción del mandatario argentino, un Estado no se guía en sus relaciones internacionales de acuerdo a sus “intereses” sino que solo lo hace en consonancia con su “deber moral”.
Lo grave y preocupante de esta concepción, que atrasa cuatro décadas, es que reduce el poder relativo de un país periférico como Argentina. Al elegir alinearse con uno de los polos dominantes, se pierden importantes oportunidades para negociar y obtener ventajas del tire y afloje entre las grandes potencias.
En cambio, el presidente prefiere sobreactuar el alineamiento y saca a relucir una nueva doctrina de política exterior porque, a su entender, el país “ha decidido retomar el rol protagónico que nunca debió abandonar". Rol que en realidad Argentina nunca tuvo y que sus gobernantes mantienen en la lista de oportunidades perdidas.