En licencia, Nayib Bukele (42 años) busca su reelección a la presidencia salvadoreña este domingo luego de haber asumido el cargo en 2019. Es hoy el mandatario que cuenta con mayor popularidad en América Latina. Su exitosa política carcelaria para combatir las pandillas, el crimen y el narcotráfico es citada, admirada, puesta como ejemplo y como promesa en muchos países del continente. Decenas de políticos han hecho campaña afirmando querer aplicar el “método Bukele”. Es esta política gubernamental la que prácticamente le brinda hoy el apoyo masivo.

En Ecuador, Colombia, Guatemala, República Dominicana, Perú, Chile e incluso Argentina, distintos dirigentes políticos hicieron proselitimo asegurando que seguirán sus pasos. En Rosario, el tema interesa directamente. El gobernador Maximiliano Pullaro dijo en campaña que la política de arrestar pandilleros no es aplicable en Argentina. De todos modos, a horas de haber asumido, posteó un video en redes sociales donde mostraba cómo grupos especiales de la Policía ingresaban en los pabellones, sacaban a los presos y les revisaban todo lo que tenían. Muy al estilo Bukele, lo que no pasó desapercibido. 

Y es que los resultados del salvadoreño en materia de seguridad llaman la atención en un país que era considerado de los más violentos del mundo. Se estima que las pandillas han llegado a controlar el 80 por ciento del territorio. Las consecuencias de los encarcelamientos masivos, aseguran, se palpan hoy en las calles donde los ciudadanos parecen haber recuperado el espacio público y cierto estado de paz: las plazas, las canchitas de fútbol, las charlas en las veredas.

El "dictador más cool del mundo" y los puntos débiles de su pequeño reino

 

A El Salvador lo llaman “el Pulgarcito de América” por ser el país más pequeño de América Central. Cuenta con una población de 6.3 millones de habitantes. Gran parte de los cuales este domingo elegirán al próximo presidente, vicepresidente y al nuevo Congreso. Según diversas encuestas, que se han dado a conocer, la mayoría estima que Bukele ganará cómodamente. Los cálculos varían entre el 70 y más del 80 por ciento. Lo cierto es que sin este tremendo éxito hoy no estaríamos hablando de, expresado burlonamente por él mismo, “el dictador más cool del mundo” y de su pequeño reino. El cual está dotado de enormes puntos débiles que es pertinente detallar. 

El primero que puede advertirse es el deterioro de la democracia. El Salvador es un país donde la Constitución prohíbe la reelección inmediata en al menos cinco artículos. En este caso, la Corte Suprema de Justicia, que Bukele se encargó de renovar y hacerla afín, reinterpretó la Ley Fundamental. Por eso lo autorizó, previa licencia de seis meses, a presentarse de manera continuada.

El mandatario aprovechó la mayoría obtenida en el Congreso, luego de las elecciones de medio término en 2021, para aprobar modificaciones como: reducir de 84 a 60 los escaños legislativos y sancionar la ley de Reestructuración territorial que merma el número de municipios de 262 a 44. El argumento fue que los recortes mejorarían la eficiencia y ayudarían a combatir la corrupción. También destituyó a los cinco jueces de la sala constitucional de la Corte Suprema por cometer “fraude a la Constitución” y violar la separación de poderes. 

Entre otras medidas, Bukele desarmó varias secretarías de la Casa Presidencial como la dedicada a asuntos de transparencia y designó como confidenciales diversos gastos que deberían ser públicos. Además, destituyó al fiscal general y a un tercio de los 690 jueces. Para ello, solicitó el retiro para los mayores de 60 años o aquellos con 30 años de servicio. Fue entonces cuando Estados Unidos, la ONU y la OEA le pidieron respetar la separación de poderes.

Como segundo tema, aparece el deterioro de los derechos humanos. Luego de una cantidad exorbitante de muertos en un sólo día a causa de las pandillas, Bukele declaró un “régimen de excepción” que lo llevó a desarticular la violencia. Fue lo que le generó una opinión favorable entre los ciudadanos; pero a partir de allí, comenzaron a conocerse múltiples denuncias de violaciones a los derechos humanos en las prisiones, detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas de corta duración. 

La organización salvadoreña de derechos humanos Cristosal, estima que de los detenidos, el 70 por ciento son civiles y el 30 por ciento, pandilleros. A lo que se suman decenas de denuncias sobre condiciones inhumanas en las cárceles donde los detenidos están hacinados y dependen de sus familias para necesidades básicas, incluyendo comida. La ONG Socorro Jurídico Humanitario aseguró que 218 salvadoreños “han muerto por tortura o falta de tratamiento médico en las cárceles que son centros de tortura y muerte”. Y apareció un nuevo temor entre los jóvenes: ser capturado injustamente.

El tercero, sin dudas, será un desafío para el futuro gobierno y es el deterioro de la economía. Hay que tener en cuenta que la moneda de El Salvador está dolarizada desde el 1º de enero del 2001. Aún hoy, 23 años después, sigue el debate sobre si fue o no la decisión correcta. Actualmente, con la violencia controlada, la gran preocupación de los salvadoreños pasó a ser el alto costo de vida. 

Algunos datos muestran que el trabajo informal ronda el 70 por ciento y un cuarto de la población vive de las remesas que recibe del exterior, principalmente de Estados Unidos. El otro gran problema es el aumento de la pobreza. Según datos oficiales una de cada tres personas es pobre. En 2019, la pobreza extrema era del 5.6 por ciento y en 2022 aumentó a 8.6 por ciento. La queja que más se escucha es la pérdida de poder adquisitivo. La plata no rinde. Los precios de los productos son los mismos que en Estados Unidos, carísimos para los salvadoreños. 

De todas maneras, la reducción de la violencia abrió la puerta para que el país sea anfitrión de varios eventos. En el 2023, se realizaron los Juegos Centroamericanos y del Caribe, un evento internacional que le permitió al presidente mostrar el nuevo status del país y presumir coreografías acompañadas por la voz de un robot con inteligencia artificial y una actuación del DJ estadounidense Marshmello. También se realizó el concurso de Miss Universo con el que se recibieron a más de 65 mil visitantes. Y hace unos días Bukele saludó a Lionel Messi y al plantel del Inter Miami antes del amistoso con la selección de El Salvador. 

Siguiendo con el tema económico, la intención del mandatario sobre incorporar el Bitcoin a la economía ha tenido dificultades. Sin embargo, no mueve su estrategia, aunque el 88 por ciento de la población no utiliza la criptomoneda y el Fondo Monetario Internacional ya advirtió los riesgos legales y la naturaleza volátil de los activos digitales. A modo de desafío, a mediados de noviembre Bukele se animó a inaugurar un moderno hospital veterinario llamado "Chivo Pets" construido con ganancias del bitcoin.

El presidente en licencia además, se apresuró en mostrar otros éxitos económicos antes de las elecciones como la represa “3 de Febrero”. Reactivó su construcción que había quedado parada durante el gobierno anterior, acusado de corrupción, y aseguró que el costo de la electricidad bajará para todos los salvadoreños. A esto sumó la inauguración de la Biblioteca Nacional de El Salvador (Binaes). Fue donada por China y costó más de 50 millones de dólares. Se afirma que es la más moderna y más grande de la región con una capacidad de más de 360 mil libros y se encuentra abierta las 24 horas.

Por último en lo económico, el Gobierno busca revertir la prohibición a la actividad minera que está vigente desde 2017. Bukele creó una Dirección General de Energía, Hidrocarburos y Minas, con facultades para otorgar permisos de exploración y explotación minera. Se suma que en mayo de 2021, se unió a un foro internacional con sede en Canadá que promueve la minería. Ya han sido detenidos varios activistas y han denunciado amenazas y persecuciones. 

Si como todos los pronósticos anuncian, Bukele es reelecto presidente, estará cinco años más en el poder, hasta el 2029. Serán años muy complejos para la oposición. El bipartidismo histórico ha sido desarticulado y probablemente ninguno tenga significativa representación en el Congreso: la derecha que representa la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y la izquierda con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Bukele perteneció a esa izquierda, hasta que se hizo expulsar para crear su propio partido. 

Un hecho para no olvidar y que remite a un último dato no menor -su comunicación y estilo de liderazgo- fue cuando, durante su primer año de gobierno, irrumpió en el Congreso arropado por policías y militares, tras la negativa de los diputados a aprobar un préstamo clave para financiar la estrategia de seguridad. La oposición denunció entonces “autogolpe” e hizo un llamado a la OEA. Más tarde, y probablemente consciente de las repercusiones, y teniendo más de la mitad de su mandato por delante, bajó la intensidad y comenzó a utilizar métodos cuestionables pero más “civilizados”, como los descritos más arriba.

Ahora bien, al momento del “autogolpe”, rezó y exclamó: "Yo le pregunté a Dios, y Dios me dijo paciencia”; un componente religioso que ya han utilizado Donald Trump, Jair Bolsonaro y ahora Javier Milei y que se ajusta perfectamente al manual de los discursos populistas contemporáneos. Cual líderes mesiánicos, se muestran como los únicos capaces de redimir a un pueblo oprimido por la pobreza, la corrupción, la injusticia y establecer la paz y el orden que siempre debieron estar. Ninguno podría gobernar sin la existencia de un enemigo interno, presentado demoníacamente y que no solo debe sino que merece ser eliminado porque es el culpable de todos los males. Así fomentan una grieta muy grande y tremendamente difícil de cerrar. Pero en el caso de El Salvador, esa grieta aún no existe. No está marcada ni abierta.