Hace más de diez días que se viene hablando de una “ofensiva inminente” por parte de Israel sobre la Franja de Gaza. Sin embargo, el primer ministro Benjamín Netanyahu amenaza, pero no da la orden final. Lo cierto es que los bombardeos hacia el territorio palestino, no han cesado desde la invasión de Hamás del 7 de octubre. Pero, ¿Qué espera el mandatario para lanzarse a una guerra urbana en uno de los lugares más densamente poblados del mundo?

En estos días, en diferentes puntos de la frontera de la franja, se concentraron cientos de vehículos de transporte de tropas, tanques, camiones e infraestructura militar israelí. Además, a disposición y dispuesto, se encuentra el ejército regular con 160.000 efectivos. A los que se les suman 300.000 reservistas. Están todos listos para actuar. Solo aguardan una orden que no llega. ¿Por qué no llega? ¿La visita de Biden habrá persuadido a Netanyahu? ¿Se vislumbra un atisbo de paz? No, pero dicen que lo último que se pierde es la esperanza.

El desgastado primer ministro, nunca buscó la paz con los palestinos. Entonces, ¿Por qué debería hacerlo ahora? Su piedra angular ha sido la expansión estratégica de los asentamientos. Su administración, que tiene más de una década, llevó a cabo una política de violenta ocupación de los territorios en disputa. Los asentamientos israelíes lograron adueñarse de alrededor de 45 por ciento del territorio de Cisjordania. 

Pero no le vamos a echar toda la culpa a Netanyahu. Las autoridades que le precedieron, actuaron en el mismo sentido. Primero, se focalizaron en reforzar los asentamientos. Segundo, en cercar a la Franja de Gaza y convertirla, en lo que llaman, una “cárcel a cielo abierto”. De esta manera, forzaron al 65 por ciento de sus ciudadanos a vivir en la miseria. Tercero, facilitaron la formación de Hamás y le dieron rienda suelta para que pudiera convertirse en un serio competidor de Al Fatah, el partido de Mahmud Abás que gobierna Cisjordania. 

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De esta manera, las sucesivas administraciones israelíes no sólo han buscado debilitar la existencia de un Estado palestino contiguo, sino hacerlo desaparecer. Estas políticas fueron todo un éxito, gracias a la existencia de un líder como Mahmud Abás, y un gobierno cada vez más deslegitimado, que apenas puede diligenciar Cisjordania. Por lo que mucho menos podrá gestionar Gaza. Entonces, Israel expresa que no tiene un interlocutor válido con quien negociar la paz. Por lo tanto, la paz ni siquiera es un tema de agenda.

En este momento, son tres opciones las que tiene el gobierno de Israel. Una, es seguir la campaña de bombardeos, como ya lo ha hecho en sucesivas ocasiones, hasta que se logre un alto de fuego e intercambio de rehenes. La segunda, es la ofensiva total, que está retrasando Netanyahu. Esto llevaría a una guerra de guerrillas urbana. Durará quien sabe cuanto tiempo y terminaría en una carnicería. Entonces Gaza, ya no sería una cárcel, sino un enorme cementerio a cielo abierto. Y eso estaría a la vista del mundo. De hecho, lo está.

Ser un ejército convencional y tan poderoso como el israelí, no es una ventaja a la hora de llevar a cabo una guerra meramente urbana. El uso de artillería pesada, no funciona en territorios densamente poblados, a no ser que se quiera arrasar con todo. Lo cual violaría el derecho internacional humanitario y desataría una ola mundial de repudio, de la cual le costaría décadas reponerse.

Además, la injerencia israelí en territorio enemigo llevará a una guerra de guerrillas, donde la ventaja la tiene el local. Es éste quien conoce realmente el territorio. Hamás ha desarrollado una red de 500 kilómetros de túneles subterráneos. Allí se esconde un enorme sistema de comunicaciones, refugios, puestos de mando, guaridas para rehenes, etc. Esto le permitirá ejercer una resistencia que puede llegar a durar años. Netanyahu lo sabe.

EFE

El rey Abdalá de Jordania expresó esta semana, esperando el inminente ataque: “La región está a punto de hundirse en el abismo”. Y claro que lo está. Si Netanyahu va con todas sus fuerzas, inducirá al conflicto a Hezbolá, el partido-milicia libanés. Éste cuenta con bastante más fuerza que Hamás y con el apoyo de una importante potencia regional como Irán. Esto sin contar la posibilidad de que otras milicias se hagan presentes, como las que se encuentran en Siria, Irak, Afganistán o Pakistán. Lo que generaría un renovado impulso de las acciones terroristas. Con las sabidas consecuencias en el resto del mundo.

La tercera opción, es una oportunidad única. Consiste en que el gobierno de Israel decida finalmente desistir de la “ofensiva total” y llame a negociaciones de paz. Sería un gran momento para mostrarse como un Estado moderado, compasivo, a favor de la democracia, la paz y los derechos humanos. Ganaría un gran apoyo y hasta simpatía, primero de la región. Y segundo, un gran respeto mundial. Lo que le traería además, grandes ventajas y le permitiría mostrar lo que Hamás realmente es: un grupo terrorista que usa como escudo a su propia población civil. 

Netanyahu, la decisión está en tus manos.