“@NachoTorresCH es un gobernador que defiende con coraje los intereses de su provincia. La Argentina debe recuperar el diálogo y el respeto institucional. El progreso y el cambio que el país necesita se construyen con firmeza pero sin imposiciones”.
Maximiliano Pullaro fue parte de la montonera de gobernadores que salió a solidarizarse con el gobernador de Chubut por el descuento de coparticipación que hizo la Casa Rosada, equivalente a un tercio del total de la provincia.
La reacción en bloque de los gobernadores los protege de quedar expuestos individualmente al maltrato de un presidente cuya zona de confort es la agresión, descalificación e insulto.
Aunque no sólo eso. Prometió “fundirlos a todos” y ese camino parece haber encarado. Lo de Chubut escaló a una nueva etapa, porque directamente ejecutó la coparticipación por 13 mil millones. Antes que eso, había talado desde la base todas las partidas por fuera de la coparticipación. El mes pasado fue, por lejos, el enero que menos dinero se giró a las provincias en los últimos 30 años, tanto en transferencias de capital como totales, incluso por debajo de 2002 y 2003.
Los gobernadores hacen bien en moverse con cuidado. Saben que Milei juega a hacerse el loco y romper todo porque sus asesores encuentran que todavía hay margen de aceptación social y gana tiempo.
Además, en muchas de las provincias de esos gobernadores también ganó Milei. Los electorados de uno y otro se pisan, son la misma cosa. La confrontación abierta, entonces, implica poner a ese electorado a elegir entre uno y otro. No es negocio. Por eso cada gobernador elige las batallas que da y cuándo darlas.
Eso explica la moderación con la que se desenvuelve Maximiliano Pullaro después de aquel cruce por el tratamiento de la ley ómnibus de enero. Se cuida de no malgastar capital con peleas porque sí, cultor de aquel precepto que indica que “el que se calienta pierde”, más si el que está en frente es un provocador serial. Pullaro y la mayoría de los gobernadores esperan el momento adecuado para las batallas importantes. En su caso, las que afectan a Santa Fe, como fueron biocombustibles y retenciones.
Ni siquiera la respuesta en montonera garantiza a los gobernadores estar a salvo “del vuelto”. Tras la cadena de solidaridad con el chubutense Nacho Torres, cayeron en la volteada el porteño Jorge Macri y el entrerriano Rogelio Frigerio, dos PRO que a pesar de sus diferencias en las formas, la militan a favor de las políticas del libertario.
Milei se abraza a la eficacia comunicacional de sus eslóganes. No se despega de su manual y machaca sobre su mayor éxito: haber convencido a un sector mayoritario de la Argentina de que sus medidas son contra la casta, y que si el precio de los salarios y las jubilaciones está entre los más golpeados, si hay que resignar en la licuadora una significativa porción de los ingresos, es porque se trata de un daño colateral, pasajero, doloroso pero necesario. La pregunta del millón: ¿cuál es la sustentabilidad social y política del experimento libertario?
Es uno de los temas que evidentemente ocupa a Mauricio Macri, al que los gobernadores más próximos le piden colaboración para lidiar con un gobierno en el que la palabra de los ministros vale poco y nada. Recién regresado a la actividad, Macri gana centralidad, aunque con margen de maniobra acotado. Milei no es permeable a sus consejos. Eso no desanima a Pullaro, que no deja de hacer política en cada oportunidad que se le presenta.
El martes Macri y Pullaro almorzaron. El gobernador es radical y está alineado con Martín Lousteau, pero el expresidente es un actor central de la política nacional y podría ser un escudo en caso de que Milei vuelva a emprenderla contra Santa Fe. Hablaron de la provincia y seguramente de política. El exmandatario quedó comprometido en ayudar al radical con dos proyectos que tiene en carpeta: digitalización de áreas del Estado y gestiones en el exterior sobre administración público-privada. Las fuentes consultadas no dieron más detalles.
Fuera de la imprevisible evolución de la relación con el gobierno nacional, Pullaro contiene el resto de los frentes internos de la provincia dentro de los carriles esperables. Las diferencias de criterio entre radicales y socialistas en la Legislatura, como ocurrió esta semana con respecto a los pasos a seguir en el proceso disciplinario con el fiscal Matías Edery, no escalan a conflictos mayores.
Un aparte sobre ese caso. Lo que pasó ahora, a partir de un informe ampliatorio de 600 páginas que llevó el auditor general del MPA Leandro May a la Legislatura, es que un sector de la política comenzó a ver con otro cristal los alcances y consecuencias del caso, que hasta aquí estaba matizado –más allá de los graves errores cometidos por Edery– por el trasfondo de represalias contra él que motivaron la denuncia de otros fiscales y el hecho de que en su trayectoria en el Ministerio Público de la Acusación le haya puesto el cuerpo y fuese protagonista en las investigaciones y condenas más notorias contra bandas narco.
Volviendo a los frentes internos del gobierno provincial, incluso la relación con la oposición está alfombrada. Pullaro saca provecho del desconcierto reinante en el peronismo santafesino, que no tiene liderazgo, conducción y le cuesta hacer pie en el nuevo escenario.
Ese peronismo de todos modos dio una muestra de fortaleza mínima al no embarcarse en una guerra de reproches en público posderrota. Pudo canalizarlo hasta aquí, aunque la renovación de la presidencia partidaria dará inicio a una nueva etapa de diferenciación e intentos de renovación.
En el pano legislativo, que los diputados Lucila de Ponti y Miguel Rabbia, entre otros, hayan hecho monobloques, y que al final de cuentas las diez bancas estén repartidas en seis bloques lo dice todo. No es poco haberlos enlazado en un mismo interbloque (salvo el caso de Juan José Piedrabuena) para no perder la condición de primera minoría a manos de Amalia Granata.
Pullaro riega la relación con el peronismo con esmero. En la semana invitó a Perotti a la embajada francesa “para dar un mensaje de institucionalidad y convivencia política” como contraste del clima político que se vive a nivel nacional.
Los tiempos cambian rápidamente en política. Hasta hace poco tiempo ambos eran adversarios acérrimos. Hoy Perotti paga con funcionalidad hacia el nuevo gobierno el cese de hostilidades y cierta tranquilidad. Pullaro, por su parte, cultiva un diálogo político que, aun teniendo mayoría en ambas cámaras, siempre puede ser necesario para planes futuros. Santa Fe es una provincia que tiene pendiente la renovación de la Corte Suprema, que el gobierno busca en lo inmediato, y la reforma constitucional, que de avanzarse será en 2026.
El ordenamiento que Unidos logró en muy poco tiempo, le alivia el tránsito de las malas noticias, como son los aumentos del 150% sin anestesia en el transporte interurbano de pasajeros y la actualización de tarifas de agua y energía.
El frente más conflictivo es el de la paritaria con docentes y estatales. El rechazo de la oferta fue total, a pesar de que el gobierno repitió el argumento de las administraciones anteriores en cuanto a que todas las mociones que se pusieron a consideración de los docentes partían del no inicio de clases y paros.
El gobierno sabía que la oferta que presentaba estaba lejos de las expectativas de los gremios, pero no puede desconocerse que se dio en el contexto de un conflicto de mayor escala, que condiciona el inicio de clases en todas las provincias. El ciclo lectivo no iba a iniciarse de todos modos porque Milei elimina la paritaria nacional, el incentivo docente que significa un recorte salarial de los sueldos de entre 3 y 9% según la categoría, no manda la partida de los comedores escolares y suprime el programa Hora 25.
La paritaria docente negocia porcentajes de aumento, pero también es una disputa de sentido entre las partes. Los gremios se aferran a los papeles firmados (por el anterior gobierno) con puntos y coma. Quieren terminar de cobrar el 36% de aumento “para clausurar la paritaria 2023”, ajustar el aguinaldo y discutir un incremento que siga a la inflación de los primeros tres meses del año. Fue 20% en enero y no mucho más abajo en febrero.
El sentido de la discusión para el gobierno es completamente diferente. Proclama que pagará en función de los ingresos porque no puede seguir el ritmo de la inflación si recauda por debajo de ese índice. Sostiene que ningún otro gobierno dio el 43% de aumento que está ofreciendo entre diciembre y marzo, y menos el sector privado. Que si se compara de febrero a febrero, el incremento dado es 215%, “35 puntos por encima de la segunda provincia que más actualizó, que fue 180% en ese período. Según este enfoque sólo San Luis y Salta pagan salarios más altos que Santa Fe.
La economía es un pantano en este inicio de clases. Los Estados provinciales pelean con uñas y dientes cada punto de paritaria porque las cuentas están sometidas a un triple estrés: inflación, caída de la recaudación y el gobierno de Milei, con el que es imposible saber qué va a pasar con los recursos, ya no a lo largo del año, sino en los próximos 15 días. Más, cuando está vigente la promesa presidencial de “fundir a todos”.
Enfrente, la licuadora de Milei se come los salarios a un ritmo fenomenal. Los gremios conocen los números de la provincia, pero también los de los salarios. Y su trabajo es representar a trabajadores que ven que el poder adquisitivo se les escurre como agua entre los dedos.
Es ahí donde se centra la disputa de sentido por la paritaria, que esta semana sumará el protagonismo de los restantes gremios estatales. No será tan sencillo a las partes encontrar el punto de acuerdo, entre esa demanda más que justificada del sector trabajador y la “mirada racional” que exige la Casa Gris.