Una vez más algo quedó claro: ninguna encuestadora acertó lo que se estaba cocinando en Santa Fe. Ninguna se acercó a proyectar un triunfo por la diferencia que consiguió Maximiliano Pullaro sobre Carolina Losada. Tampoco la paliza electoral contra el peronismo de Omar Perotti.
Maximiliano Pullaro debe sentir por estas horas que en Santa Fe la primavera se va a adelantar once días, que tiene un pie adentro de la Casa Gris, pero el camino que tiene por delante no está exento de desafíos. El primero es la interna nacional de Juntos por el Cambio.
Si bien tiene acuerdos electorales con el sector de Horacio Rodríguez Larreta, guardó cierta equidistancia y agradeció a Bullrich que, habiendo apoyado a Losada, nunca se tiró al charco de barro que cavaron la senadora y su equipo.
La interna nacional está planteada en términos de todo o nada. Exactamente lo contrario a lo que necesitan Pullaro y el frente Unidos. Su desafío ahora es encofrar el triunfo en la provincia para protegerlo de la radiación que emite la pelea Bullrich-Larreta. Hay que prestarle atención a la distancia que Pullaro puso con Larreta en la última semana de campaña y especialmente el domingo a la noche, cuando Larreta y Morales aterrizaron en Rosario a pesar de que les había sugerido que no lo hicieran.
Vinieron a capitalizar su triunfo para que los titulares porteños dijeran lo que dijeron: “El candidato de Larreta”. Una movida que a Pullaro complica y no agrega nada. Una de las claves de su triunfo fue no pelearse con el electorado de Bullrich, que viene cómoda adelante en las encuestas en Santa Fe. El único invitado porteño que Pullaro quería en el hotel Ariston era Martín Lousteau. Lo reconoce como su referente nacional y lo quiere ayudar a ganar CABA por los motivos que dio mirándolo a los ojos delante de todos: Lousteau siempre creyó y apostó por él. Larreta es un aliado coyuntural.
Pullaro tiene en claro algo que nunca entendieron Losada y los suyos: su misión es ser el candidato, y quizás el futuro gobernador, de todo Unidos para Cambiar Santa Fe. Eso incluye a los votantes de Bullrich y Larreta, pero también los del socialismo. Por eso provincializó su campaña mientras Losada la nacionalizaba.
El único punto de cruce que hará posible semejante heterogeneidad es un proyecto de raiz provincial liderado desde acá. Cuando Pullaro elogia como elogia a Miguel Lifschitz no es en vano. Desde su muerte se propuso construir un liderazgo que continúe el plan que el exgobernador había puesto en marcha cuando lo sorprendió el covid: reunir y contener al grueso de la oposición, que es una tarea superior, mucho más artesanal y cotidiana que amontonar partes. Eso explica por qué en la última semana, mientras Losada se abrazaba a Bullrich y Macri, Pullaro iba a todos lados con Federico Lifschitz. El domingo a la mañana hasta lo subió al auto y se lo llevó a Hughes a votar con él.
Además de disputar con Mónica Fein el voto del extinto Frente Progresista, Pullaro ahora debe convencer a esos votantes de que pueden ser parte de la base electoral de un gobierno que no se prepara para ser la sucursal de las “políticas de derecha” de Juntos por el Cambio. Hay un detalle muy relevante en las urnas del domingo: la suma de Unidos para la gobernación rozó el millón de votos, mientras que el peronismo llegó a 420 mil. Pullaro tiene el desafío de diseñar un hipotético gobierno con espacios para todos, pero también tiene mucho margen a su favor.
Del Midachi a Losada
Carolina Losada pagó, a su modo, por una lección que quienes diseñaron su estrategia de campaña debieron haber tenido en cuenta. En 2011 y 2015 Mauricio Macri intentó quedarse con Santa Fe a través de Miguel del Sel. Fracasó, aunque llegó a estar muy cerca, favorecido por un escenario de tercios parejos. El voto mayoritario de los santafesinos valora la experiencia, la sustancia, la propuesta y algo muy sensible: rechaza la impostación y las candidaturas ideadas desde y al servicio de Buenos Aires.
En 2021 Losada fue la novedad en la política santafesina y ganó la senaduría a fuerza de simpatía y empatía, sonrisas y frescura. Dos años después era otra candidata: la sonrisa trocó en enojo mal actuado, la amabilidad en agresión, el liderazgo en rupturismo. Un diamante crudo hecho polvo en dos años. De posible candidata a vicepresidenta, al fango de la política provincial por voluntad propia. Losada nunca tuvo el pulso santafesino y se dejó llevar por la lógica de los laboratorios cambiemistas que juegan en la grieta nacional. ¿Qué sabe Carolina Losada de política y de hacer campañas?, se lamentaban el domingo a la noche en el entorno de Bullrich camino al salón Metropolitano a reconocer la derrota.
Hizo las cosas al revés: tenía que sumar, pero vino a romper. Puso a los votantes contra la pared: todo o nada. Quiso tirar por la ventana a Pullaro por un error de diagnóstico astronómico: lo que para ella y su equipo era una mochila que ponía en riesgo el camino a la gobernación, una amplia mayoría de los santafesinos valoró de forma opuesta, quizás porque tiene una mirada más realista que sectores de la política que venden que esto se resuelve con voluntad y determinismo. Parece bastante claro que en esta oportunidad los votantes privilegiaron experiencia de gobierno, organización, equipos y estructura para gobernar. Una preferencia que quizás también explique el resultado de Lewandowski.
La carta del socialismo
Si bien los números de Mónica Fein y Enrique Estévez estuvieron lejos de las expectativas que se habían trazado, no fue así con Clara García. Su nombre, y el de Federico Lifschitz en Rosario, ganan protagonismo en el partido de la rosa.
Con el primer lugar de García en la interna de la categoría Diputados, más los nombres que ingrese la lista del exgobernador Antonio Bonfatti, quedará una lista bastante representativa de las fuerzas políticas que son parte de la alianza.
García ahora es la cara visible de una batalla determinante por el control de la Cámara de Diputados. No sólo porque enfrente está el mismísimo gobernador Perotti, sino porque con escasas chances de retener la gobernación, para el peronismo la Cámara baja pasa a ser un objetivo de supervivencia.
¿Perotti también chocó el peronismo?
El peronismo recibió una paliza histórica que vuelve casi una misión imposible que Omar Perotti le ponga la banda a Marcelo Lewandowski. El gobernador se apuró a despegarse de la derrota, salió a salvarse solo y negó que su gestión haya sido plebiscitada bajo el argumento de que él competía para Diputados.
¿Y en Diputados y Diputadas qué pasó? Perotti ganó ampliamente la interna pero fue superado por la oposición. 526 mil a 420 mil. La distancia es mucho más corta que en la categoría a gobernador, pero hay que hacer una salvedad, eso no es virtud de Perotti sino de Amalia Granata, cuya lista cosechó 176 mil votos.
Si el resultado de la categoría donde compite Perotti quedó abierto es gracias a Granata, que se llevó votos que en la categoría a gobernador fueron para Pullaro y Losada, es decir a Unidos. En resumen, Granata disimuló la mala perfomance de Perotti.
Hay más malas noticias para el gobernador. Ni siquiera fue el peronista más votado: Lewandowski cosechó 270 mil votos contra 241 mil del rafaelino. Es una diferencia exigua, que en realidad muestra que hubo una fidelización del voto: el que optó por Lewandowski también lo hizo por Perotti.
El nivel de aceptación fue similar para ambos en la primaria, pero ¿lo será el 10 de septiembre? Lewandowski es candidato único y no hay candidaturas afines por afuera del peronismo en esa categoría, a diferencia de Diputados. A favor de Perotti es que estará al frente de una lista integrada por todos los espacios que compitieron en la interna. Si quieren llegar a una banca deberán militar un triunfo para que puedan entrar 28 sobre 50.
Rosario castigó sin dobles lecturas a Perotti, donde cosechó menos de 38 mil votos. Fue tercero en la categoría: perdió con Clara García y Amalia Granata, y se ubicó séptimo entre los dirigentes más votados en total. Lewandowski sacó 90 mil votos en la ciudad y varias listas de concejales sacaron números superiores al gobernador. Si eso no es voto castigo a su gestión qué es.
La paliza electoral no tiene una única explicación, pero está a la vista que mucho tiene que ver Perotti, su falta de liderazgo en el peronismo. Cristina, Massa y Alberto acordaron una fórmula un día antes del cierre de inscripción de listas; Perotti aceptó a Lewandowski una hora y media antes. Le quitó tiempo de instalación y campaña y dejó que corrieran cuatro listas, probablemente apostando a que la dispersión a gobernador haga brillar el resultado personal que esperaba en Diputados.
Perotti se desligó de la derrota cuando las urnas todavía se estaban contando. Suena, y probablemente sea, un “me salvo solo”, pero también es cierto que ante semejante paliza electoral suena más accesible apostar a la pelea por el control de la Cámara baja que remontar los 560 mil de diferencia en la categoría gobernador. Mal que le pese al peronismo no perottista.
Perotti y Lewandowski coincidieron en señalar que ahora comienza otra elección. El primer paso es mantener unido a todos. Cabe reconocer que el gobernador prácticamente no hizo campaña electoral en las primarias. Se espera que ponga todo el aparato de gobierno a trabajar por su candidatura y a salvar lo que pueda salvar, aunque los próximos once días estará de viaje en la India, muy lejos del escenario santafesino.
Habrá que ver también cómo responden los municipios y comunas del PJ, a los que hasta aquí el gobernador no convocó ni lideró. Muchos de esos jefes comunales quieren seguir gobernando el año que viene y les pinta un escenario adverso.
Unidos, y en particular Pullaro, también arrasaron departamento por departamento, poniendo en riesgo la reelección de varios senadores del peronismo si no revierten los números de la primaria. Sería un acontecimiento histórico que haya una renovación significativa del senado provincial, donde la regla es la permanencia.