Hace tiempo me estoy preguntando cuál será nuestra mayor pobreza. Ya que en nuestro país tenemos una pobreza creciente, histórica y estructural que parece no superarse. Que no se resuelve y parece resistir el fervor y el tenor de todas las promesas electorales y programáticas. Cuál será entonces el tamaño de esa pobreza de fondo que nos impide superar y resolver la de los números fríos.
¿Qué carencia profunda nos permite soportar por tanto tiempo el doloroso drama de tantos y tantas compatriotas que tienen que enfrentar cotidianamente el sufrimiento multiplicado de sus hijos, sin poder brindarles ni lo mínimo necesario? ¿De qué rincón perverso nace, además, el impulso inexplicable de estigmatizar a estos semejantes como “mantenidos”
¿Qué nos está faltando en nuestra genética humanitaria como para no estar dando, ya mismo, un salto de madurez y recorriendo un decidido itinerario de recuperación moral y ética hacia una convivencia igualitaria? ¿Cuál es, insisto, nuestra mayor pobreza? De nuestra respuesta lúcida y operativa para superarla, depende que tengamos futuro de país respetable.