Ahora que se despejó el panorama en el Congreso, resulta más evidente que la ley ómnibus nunca fue imprescindible para Javier Milei. Al ingresar la ley en la Cámara de Diputados desde el gobierno se amenazaba que si no la aprobaban serían responsables de la hiperinflación que estaba a” la vuelta de la esquina”. Pero el miércoles, caída la ley, el vocero Adorni dijo lo contrario: “Esto no afecta la marcha del gobierno” y afirmó que “sin la ley se está bajando la inflación” y “se cerró enero con déficit cero”.
En el fondo, ese mamotreto de casi 700 artículos era una provocación más que un plan de gobierno. Si se aprobaba, mejor; pero sino, estaba el plan B, que es el que se puso en marcha de inmediato: retirar el proyecto de ley, victimizarse y avanzar con el ajuste unilateral con motosierra y sin mirar a quién y cómo afecta.
Claro que si el gobierno lograba que le aprobaran la delegación de facultades que pretendía, las privatizaciones y un puñado más de capítulos que eran los que realmente le interesaban, iba a hacer el mismo ajuste. Pero el costo social y político lo iba a compartir con el Congreso y los gobernadores que lo convalidaran.
Como eso no ocurrió, Milei avanzó con el plan B. Lo que cambió es que al no tener el acompañamiento del Poder Legislativo, busca repartir el costo de ese ajuste por la fuerza. De eso se trata la agresiva campaña de escraches, agresiones y descalificaciones contra mandatarios provinciales y legisladores, pretendiendo que la responsabilidad de “un ajuste más profundo” es culpa de “los gobernadores”, la casta, la política y generalidades así.
Su ira está especialmente enfocada en el cordobés Martín Llaryora y en Maximiliano Pullaro. Al santafesino no le perdona que haya liderado la resistencia contra el aumento de las retenciones. Ahí anda el presidente de la República Argentina reposteando diatribas contra ambos mandatarios, escritas en cuentas de Twitter de dudosa procedencia, al punto de meter la pata como hizo al achacarle a la provincia mediterránea derrochar plata en el Cosquín Rock, lo que le valió la respetuosa desmentida de uno de los productores privados del festival.
El recorte de fondos nacionales los complica a Pullaro y Llaryora, pero manejan dos provincias que se las pueden arreglar, como dijo el santafesino cuando se enteró de que eliminaban el Fondo Compensador del Transporte para el Interior. “Hay otras provincias a las que las arruina”, dicen quienes conocen la matriz fiscal del país.
Milei sigue en modo campaña. Eslóganes y construcción de enemigos todo el tiempo, complementados con un binarismo discursivo rudimentario pero bastante efectivo, que empuja a tomar partido entre los buenos y los malos, el gobierno o la casta, los chorros y los honestos, los corruptos y los que vienen a dar vuelta el país, y manipulaciones de ese tipo.
Lejos está de ser este gobierno el primero que usa esas estrategias comunicacionales para apuntalar sus planes políticos y tapar sus debilidades. En todo caso su particularidad es pretender disciplinar a los política y sus protagonistas echando mano al discurso de la antipolítica cuando no se subordinan a sus planes. No es un arma para subestimar teniendo en cuenta de dónde viene y cómo llegó Milei. No fueron pocos los diputados de Juntos por el Cambio que levantaron la mano por la ley ómnibus e igual fueron escrachados como traidores y enemigos del cambio.
El campo de batalla
La otra particularidad de la estrategia comunicacional de Milei es que corre los límites discursivos a zonas violentas. Así como la emprendió contra Llaryora, y al chubutense Torres lo hace aparecer como un títere de las pesqueras, en las últimas 72 horas retuiteó comentarios que hacían referencia al narcotráfico contra los diputados socialistas que no votaron la ley y contra Pullaro, que más allá del rechazo a las retenciones y las discrepancias sobre biocombustibles dio su apoyo para que el proyecto saliera.
Una cosa es el debate político sobre la dimensión del ajuste que se propone y cómo llevarlo a cabo, y otra cosa es escrachar a quienes no comparten sus ideas, tildarlos de corruptos, traidores o representantes de intereses espurios.
Milei propugna la condena social a “los enemigos del pueblo” que objetan sus planes. A los gobiernos provinciales los intima a convertirse en socios del ajuste o someterlos al escarnio.
Lo curioso de todo esto es que los gobernadores contra los que Miei combate y considera “traidores” pertenecen a las oposiciones denominadas “dialoguistas”. Es evidente que su espina es no haber podido hasta aquí doblegar y alinear al arco no peronista. Ese su campo de batalla.
Hay un problema primigenio que llevó a la guerra con los gobernadores y que es la pretensión de conformar una gobernabilidad diferente al mapa de poder que dibujaron las elecciones. Nadie ignora la situación económica heredada y que para ciertas cuestiones no quedaba espacio para el gradualismo, pero de ahí a pretender hacer extractivismo fiscal en las economías regionales y las provincias, como si éstas últimas fueran colonias mal administradas por virreyes a los que hay que castigar por negarse a incrementar el aporte a la corona, hay un largo trecho.
Una cosa es revisar la estructura de gastos del Estado nacional, la forma en que se vincula con los actores sociales y del poder económico, con el territorio y las provincias. Otra muy distinta es que esa revisión tenga que ser a imagen y semejanza de un núcleo de poder que si bien ganó un balotaje presidencial, no tiene una sola gobernación y apenas conquistó 38 bancas en Diputados y 7 en el Senado. El presidente podría haber optado por convocar a negociar un nuevo pacto fiscal a los gobernadores. En cambio eligió cortarse solo, con los resultados parciales que se están viendo.
Federalismo cero
Por momentos parece inevitable la referencia histórica entre la forma que pretende manejarse Milei con aquella dirigencia que desde el centralismo porteño administraba el vasto territorio nacional para sus propios intereses, mandaba a aplastar conatos de autonomía y hasta definía qué era civilización y qué barbarie.
Con la puesta en marcha del Plan B, Milei decidió ir a la guerra total. Según contó el periodista Roberto Navarro, Cristina Fernández valora el coraje del presidente, su estilo de no retroceder y su enfoque "kirchnerista" de doblar la apuesta. Entre paréntesis: una vez más Cristina levantando a Milei y metiéndole fichas como hizo al principio de la campaña electoral. Y ya se sabe quiénes fueron los grandes perdedores de esa primaria.
Ese Plan B en Santa Fe impacta por la eliminación de los subsidios al transporte, el Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid) y el financiamiento de los medicamentos de alta complejidad.
Los subsidios al transporte iban a las empresas y el Fonid al bolsillo de los docentes, por lo tanto no desfinancian a la provincia o la Municipalidad, salvo que salgan a poner el dinero de su caja en lugar de trasladarlo a la tarifa.
“No es una medida anticasta, es contra los trabajadores”, asestó el intendente Javkin, quien si antes no aparece otra solución, tendrá la ingrata tarea de decretar nuevos aumentos como consecuencia del desfinanciamiento de Milei. A Pullaro le tocará autorizar los cuadros tarifarios del transporte interurbano.
El presidente tiene otra mirada. En Radio Mitre dijo que esas medidas implican que el ajuste lo está pagando la política porque, según su razonamiento, los políticos van a tener que cortar de otro lado para asumir esos gastos. Confía en que los damnificados le reprocharán a gobernadores e intendentes por los fondos que cortó él.
La Municipalidad ya no tiene más margen para aportar financiamiento al transporte. Y el gobernador Pullaro dice que no pondrá el dinero que le corresponde a Nación, porque su gobierno ya hizo su propio ajuste en la provincia y que eso se explicará en detalle a la gente.
Hay un tercer recorte que sí impacta en la caja provincial. Se trata de los medicamentos de alta complejidad, que el gobierno central resolvió dejar de pagar también y que inevitablemente deberá cubrir la provincia. Según los cálculos que hicieron en la Casa Gris, el impacto es grande, de varias decenas de miles de millones, producto de que el retiro de Nación se combina con un incremento del 30% de la demanda en la salud pública y el brutal aumento de los precios.
Si bien se mantienen abiertas las líneas de diálogo en segundas y terceras líneas, la queja es que el gobierno nacional no da ninguna respuesta, que hay desinteligencias entre áreas y otras donde no hay funcionarios designados. El Estado nacional se retiró de todo. No va a terminar la cárcel de Coronda que está en un 94% de avance, Vialidad Provincial informa que tapa los pozos de la ruta nacional 11 ante la llegada de la cosecha gruesa y crecen las versiones sobre la salida de efectivos federales de la provincia.
Estos primeros 60 días de MIlei también le dieron la oportunidad a Pullaro de construir su propia épica. “Que me digan lo que quieran. Hay una decisión tomada de la que no nos vamos a mover. Siempre vamos a defender la producción, no se van a llevar puestas a la industria y el campo santafesino”.
Ahora el presidente le propone a Pullaro y Llaryora entrar al golpe a golpe. Intenta desgastarlos, corroerles la imagen, sacarlos de la zona de confort. Les corta partidas por arriba y por abajo le repostea bajezas en su contra por las redes sociales con afán de “exponerlos”.
Milei ataca a Llaryora y Pullaro por el papel que jugaron con la ley ómnibus, pero no solo por eso. Pelea para mantenerse presente y no regalarles el apoyo que consiguió en ambas provincias. La temprana ruptura del vínculo, podría decirse inesperada, disparó la disputa por ese electorado que en los últimos comicios los votó abrumadoramente a los tres en porcentajes similares.
La preocupación de Milei es que el choque con los gobernadores no lo enfrente con su electorado, por eso vuelve una y otra vez con sus hits de campaña. “Si pierdo yo perdemos todos”, parece decirles el presidente. Llaryora y Pullaro se mueven con mesura, ninguno de los dos lo subestima.