Lejos de sacarlo de escena, el primer efecto del anuncio de Mauricio Macri de que no volverá a competir por la Presidencia es que fortalece su lugar de líder del PRO en particular y su influencia sobre Juntos por el Cambio en general. Al menos hasta los comicios de este año.
La decisión ordena la oferta electoral de la coalición opositora, en la que si bien el radicalismo pretende tallar, todo indica que la candidatura presidencial se dirimirá entre dos dirigentes del partido amarillo: uno que intentará encarnar una oferta de centro, Horacio Rodríguez Larreta, y otra volcada a un discurso duro de derecha, Patricia Bullrich.
Macri ya declaró su prescindencia en esa disputa, que por momentos se ha tornado feroz, aunque en los hechos viene usando su poder de fuego en favor de Bullrich: puso equipos y ayudó a conseguir recursos para la campaña de su exministra de Seguridad, para equilibrar ante la enorme billetera con la que cuenta el jefe de Gobierno porteño. El paso al costado lo decidió luego de acordar con Rodríguez Larreta que su primo Jorge Macri será el único postulante del PRO a sucederlo al frente del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Es decir, tras ponerle condiciones. El lunes pasado, durante su visita a Rosario, Macri les avisó a sus más íntimos de la jugada que concretó este domingo. "Él creía que su indefinición generaba ya más problemas que soluciones", explicó un dirigente cerano al exmandatario que lo acompañó durante su estadía en la ciudad.
Que haya cierta paridad, que ninguno de los precandidatos de Juntos por el Cambio se recorte como claro ganador de la interna, aleja además la posibilidad de que se consolide un liderazgo que luego pretenda tirarlo por la ventana, como en algún momento pareció pretender hacerlo Alberto Fernández con Cristina Kirchner. Habrá que ver si eso dura cuando ya haya nuevo presidente.
El renunciamiento de Macri despeja incertidumbres para Juntos por el Cambio. En el video del anuncio acepta que no era él una figura que pudiera ampliar el horizonte electoral de la coalición –por el famoso “techo bajo” que tiene según las encuestas por su alta imagen negativa– y a la vez plantea condiciones: se pronunció contra cualquier posibilidad de construir acuerdos con sectores vinculados al “populismo” (léase peronismo) y rechazó también los liderazgos mesiánicos, como el de Javier Milei.
Así, deja en claro su apuesta a la cohesión de Juntos por el Cambio, que mantuvo su unidad a pesar de la derrota electoral de 2019 más las innumerables turbulencias de los últimos años y meses, y que ahora tiene por delante el estímulo más importante para que nadie saque los pies del plato: la posibilidad de volver a ser gobierno.
El gesto de Macri le da más fuerza a esa posibilidad, pues su presencia en una boleta electoral podía ser, pese al fracaso de la gestión de Alberto Fernández, un factor que le sirviera a un candidato peronista para aglutinar en torno suyo a un electorado amplio que ve en el expresidente a un verdadero demonio.
Algo de eso ocurrió en el balotaje de 2015, cuando la campaña “Macri no” llevó a Daniel Scioli a obtener casi el 49 por ciento de los votos en esa elección en la que Juntos por el Cambio llegó al poder. Los niveles de rechazo al ganador de esa segunda vuelta, luego de la mala gestión de gobierno, son bastante más altos ahora.
Algo parecido, o incluso más acentuado, le ocurre a Cristina Kirchner: aunque tiene mucho nivel de adhesión en lo que sería un electorado propio, son tantos los que votarían en su contra que no hay chance alguna de que vuelva a ser presidenta.
Eso mismo la llevó en 2019 a designar como candidato a presidente a Alberto Fernández y relegarse al segundo lugar de la fórmula. Tampoco ahora está en condiciones de volver a la Casa Rosada, por más operativos clamores que organice La Cámpora. Pero sí puede ser factor de cohesión, o en todo caso de ruptura, de un Frente de Todos en el que las internas son más salvajes que nunca y la expectativa de un triunfo electoral se diluye mientras no consigue domar la inflación y las perspectivas económicas empeoran.
Con Macri y Cristina fuera de la cancha, el PJ parece tener un camino bien estrecho: que Massa consiga otra vez aquietar las aguas económicas, lo que le abriría la puerta a la candidatura presidencial, y que el crecimiento de Milei lleve al libertario a casi dividir los votos no peronistas con Juntos por el Cambio.
En ese escenario, el Frente de Todos debería alcanzar el piso del 40 por ciento de los votos en octubre, lo que hoy suena a toda una quimera, y sacarle más de diez puntos de ventaja al segundo para ganar en primera vuelta. Es que con el antiperonismo en alza, si hay segunda vuelta la victoria será de Juntos por el Cambio, la coalición que ya sabe lo que es sacarle el jugo al balotaje.