Una vez más, Silvana Aguirre se da el gusto. Para el calor insoportable de fin de año, nada más refrescante que un chajá con sus duraznos helados. Compra el postre, lo mete en el auto -completa con unos sanguchitos de miga para picar algo salado- y arranca para la oficina para el brindis. Pero suena su celular: un homicidio del otro lado del río debe ser investigado.
Así comienza “Zona liberada” (Suma, Penguin Ramdom House) la nueva novela de la escritora santafesina Melina Torres, un policial negro que le da continuidad a “Pobres Corazones”, la historia de esta detective exultante, intrépida y muy malhumorada que se mete con el narcotráfico y la violencia de género en una Rosario que ya, por entonces, estaba prendida fuego. La inspectora y su inseparable compañero Ulises Herrera deberán desentrañar un homicidio en la isla en los meses prepandémicos, cuando el coronavirus era un asunto lejano, "de los chinos".
Torres revivió a Aguirre en un proceso creativo que le llevó dos años y en la que no solo logró pulir la figura de esta policía lesbiana y solitaria, de “paladar exuberante” y modales rudos, pero, sobre todo, con una insistente, casi obstinada, tendencia a equilibrar las desigualdades y a reparar los quiebres que atentan contra la idea de justicia. Esta vez, el dúo cruzará el río, se meterá en el ambiente artístico mientras transita los claroscuros de la vida.
En diálogo con Rosario3, la autora adelanta esta trama tejida con hilos poéticos y recortes de diario y revela sus propias obsesiones.
—¿Qué podés adelantar de tu nuevo libro?
— El libro se llama “Zona liberada”, tiene el mismo arte de tapa que "Pobres corazones". Seguimos con esa idea de continuidad, así como de saga, para que las lectoras y lectores puedan continuar la historia. Retomo parte de lo que pasó en la novela anterior, Aguirre está muy triste, se llevó a vivir a su casa al perro, que es ya parte de su vida. Y a Ulises que lo adoptó como como sobrino, entonces ya es como un personaje más.
—En la tapa está el puente Rosario-Victoria.
—La novela arranca un 30 de diciembre de 2019, o sea el verano litoraleño, todo lo nos sucede en el cuerpo en el verano litoraleño. Y están las noticias. Creo que debo ser una negadora de la realidad, pero miraba lo que pasaba en China y yo pensaba estos chinos están locos. Sí, no pensaba otra cosa. Entonces, Aguirre y Herrera también miran y escuchan las noticias y está todo ese comentario. Para mí fue como retrotraerme a esa época y eso fue de alguna manera como repasar no la parte dolorosa, sino como la parte negadora y en plan graciosa, todavía no llegué a la parte dolorosa, que es todo lo que nos sucedió después. Ella va al bar Rojo, también van al Vómito que es el comedor Balcarce donde falleció un mozo que corría carreras. A ese mozo histórico sí lo hago aparecer porque se manda mensajes con Aguirre que suele correr, entonces armo un vínculo con un mozo que corre y que trabaja justo en el comedor Balcarce, que es el típico comedor que puede ser del paladar de Aguirre, que es exuberante. Entonces, hago aparecer una realidad, pero no es el diario de la pandemia ni es la pandemia sino el momento antes.
A mí me gusta la literatura que juega con ese momento, con la preparación. Hay un título que me encanta, “La preparación de la aventura amorosa”, de Francisco Bitar. Cualquiera sabe de qué se trata, cuando estás por parir, cuando se está preparando un romance, el momento es que estás por sacar la torta del horno. Ese momento a mí me atrapa mucho, tiene todo, se está pensando, no es como la realidad que te agarra y te toma totalmente. Entonces estoy en esa.
—En "Pobres Corazones" Aguirre se inmiscuye en un caso vinculado a la violencia de género y al narcotráfico, en esta novela ¿cuál es la temática?
—Aguirre se va a las islas de Entre Ríos, entonces tuve que hacer todo un maneje porque no pertenece a su zona de trabajo. Se va del territorio, pero va y viene. Esta novela es todo el litoral en una novela. La temática central es la muerte de un artista muy famoso que vivía en Rosario. Aguirre recibe directamente una llamada del intendente, justo cuando había ido a comprar un chajá en el Rey del Chajá porque viste que el 30 al 31 son momentos en los que, de repente, todo el mundo es amigo, brindás, te abrazás, te mandás mensajes. Bueno, Aguirre había ido a comprar eso para la oficina, ya había reservado unos sándwiches del Montreal y estaba por ir a hacer el brindis antes del 31, entonces tiene ese chajá, estaba volviendo a la oficina y ahí la llaman de urgencia y tiene que ir a tomarse esa lancha. Ahí empieza, y ella con todo el mal humor porque no entiende por qué ella tiene que cruzar y además porque el chajá se le está derritiendo infructuosamente en el baúl del auto por una llamada que ella dice «No me corresponde, yo no tengo que ir».
—Cómo es ahora tu relación con Aguirre, la conoces más, le has dado más detalles, cómo es tu vínculo con ella?
—Creo que lo que menos me cuesta es escribirla porque la veo. Una vez estaba haciendo una caminata, en esos caminadores que usa la gente grande y yo en Parque Independencia y pasa un auto y me gritan: «Chau Aguirre». Me resultó muy gracioso, porque yo no soy Aguirre. O, me preguntan como si fuera una pariente lejana «¿Y Aguirre cómo anda?». Sé que es alguien con quien convivo mucho y en el momento de la escritura álgida, que es como el último año y sobre todo los últimos cuatro meses del cierre de una novela, convivo las 24 horas. Entonces, me empiezan a pasar cosas que al personaje le pasan y yo no sé si al personaje le pasan porque a mí me pasan. Por ejemplo, Aguirre está menopáusica y yo estoy menopáusica y entonces Aguirre está más menopáusica y en el litoral. Hay algo ahí, no lo puedo explicar, pero hay como una cierta transmisión. Tengo salidas tremendas y no sé si son mías o del personaje o el personaje las agarró de mí. Hay un libro de Horacio Convertini que se llama “Lo oscuro que hay en mí” y me hizo pensar qué es lo oscuro que hay en mí. Y creo que hay algo, me voy a hacer cargo. Antes decía, Aguirre y yo no tenemos nada que ver, pero sí tenemos. Sí, primas lejanas, parientes.
—Si en este año se recrudeció la violencia, el escenario adonde vos plantás a Aguirre tenía mucho de eso también.
—Ulises, el compañero de Aguirre, es adicto a hacer talleres, en cada aventura está haciendo un taller distinto, de hierbas, de maquillaje, y en esta novela está haciendo un taller de astrología. Y Aguirre le compra, ella por supuesto no cree en nada, el libro de Ludovica Squirru con las predicciones 2020. Me llamó la atención, saco fragmentos del libro -comparto editora con Ludovica- hay imágenes como de astronautas y después anduvimos con los barbijos. Y habla de un escenario mundial, de una catástrofe. Ulises se lo va leyendo y entonces le dice «Esto va a ser tremendo» y ella le responde «Pero, ¿cómo no va a ser tremendo si estamos en Rosario?» Todo el tiempo vinculo eso y ella todo el tiempo está nombrando la realidad de Rosario y sí hay datos que aparecen y eso es tremendo porque como que se actualiza todo lo que nos sucedió. Bueno, los descuartizados en los contenedores, un montón de muertes, que vamos como asumiendo y están ahí y van pasando tremendamente. “Pobres corazones” estaba bien centrado en el narcotráfico, esta novela no está centrada en eso, pero de alguna manera está presente la violencia. No es ni necesario que se nos cuente a quienes abrimos el diario, leemos páginas, vemos la tele o escuchamos radio en Rosario: las relaciones de fuerzas que se van sucediendo alrededor del narcotráfico, que es el lavado de dinero, los estudios de abogacía, las financieras, los contadores, los arquitectos y el agro negocio, la pata fuerte está acá.
—Te seguís metiendo con toda
—Sí, con toda. No puedo obviarlo, la tendría que cambiar de zona (ironiza sobre Aguirre). Esta novela es rotundamente otra cosa, viene el arte plástico, porque Rosario además de todo eso tiene una historia hermosa vinculada el arte y en la cultura y quería ir por ahí.
—¿El arte va a estar muy presente en el libro?
—Es primordial. Una se escribe para sí misma. Yo no escribo para un lector modelo escribo para mí y a mí me gustaría esto leer esto. Yo estudié Crítica de arte en Barcelona y ahí acá me meto con todo ese conocimiento, todo puesto en una novela policial. El personaje principal es el artista plástico que se llama Ramón, un personaje que traigo desde hace 5 años y lo saqué para ponerlo acá.
—¿Qué lugar le hacés al humor en esta novela?
—Hay escenas que son descollantes y a mi editores les hicieron reír, y eso a mí me dio una pauta por el sentido crítico que yo tengo sobre mí misma. Me parece que va a estar bueno, tiene escenas que están trabajadas en ese sentido. Y, sin embargo, es triste, pero es como celebratoria de los vínculos de amistad y celebra algo que, lamentablemente, también se va a descomponer. Yo creo que recién ahora nos estamos dando cuenta de cómo arrasó la pandemia.
—¿Qué otro condimento nuevo usaste para este libro’
— Hay una lírica diferente, leí muchísima poesía para escribir un policial. ¿Por qué no podemos usar el lenguaje poético para escribir un policial? Leí a Sonia Scarabelli, “La felicidad de los animales”, que me encanta. Leí la poesía completa de Joaquín Giannuzzi, fueron quienes me acompañaron, y la poesía reunida de Beatriz Vignoli “Viernes”. Le dije a Sonia Scarabelli «Mirá que te estoy robando». Desde las primeras páginas se nota la poesía, hay otro clima y sin embargo se mantiene la tensión. Me di esos permisos, y los voy a decir y después que la gente diga que estoy loca. Hay una frase de Sonia «En el oficio se aprende a decidir y a entregarse». Es toda verdad.
—¿Y la película de Aguirre?
—Ahora viajo a Buenos Aires a final de agosto, estamos esperando, pero está en marcha. Hay un guión del que no soy parte pero lo vi y me encanta.
—¿Cómo te sentiste a la hora de escribir esta novela ya habiendo publicado dos libros más? ¿Hay más disfrute y distención en tu crecimiento como autora?
—Cuando me siento escribir es como si lo hiciera por primera vez. Nunca siento que la tengo atada. Son cosas que no se repiten en otro en otro ámbito de la vida, yo no hago otra cosa como si lo hiciera por primera vez. Reactualizo todos los fantasmas, pero también toda la alegría porque las devoluciones fueron en ese sentido. Ahora viene lo importante para la obra, porque para mí lo mejor es estar escribiendo, ése es el momento ideal porque yo me olvido de todo, me olvido de que estoy gorda, si no me compré la máscara para el pelo o la peluquería. No me importa nada, es un momento extraño, pero siempre es como si lo hiciera por primera vez.