Una casa es un deseo que irrumpe cargado de tiempo y memoria, y se proyecta hacia adelante. Las casas de nuestra infancia, aquellas que habitan los seres que amamos, con sus rituales, sus anhelos, o incluso su muerte; serán materia para recomenzar el círculo de la vida, se le en la reseña de Alejandra Dotta.
¿Hay acaso algo más consistente que la memoria? ¿No proyecta el pasado sombras sobre el suelo que pisamos?
Toma la autora de este libro, Mariana Bolzán, una cita del arquitecto Le Corbusier: “La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes reunidos bajo la luz.”
La toma para hablar de esas sombras proyectadas que contienen en sí mismas la densidad del tiempo.
¿De qué materia está construida una casa? Desde una mirada “corbuseriana” de la arquitectura, la casa es la medida del hombre, es su alojo. Es un espacio de apropiación, lo contrario a un no-lugar.
La idea que nos lega es la de una arquitectura que incorpore la dimensión del habitar, una casa está hecha de la vida que la vive. Hacemos una casa, y la casa nos hace; pero esa casa, la nuestra, no es sin nosotros.
Desde ese lugar construye Bolzán sus poemas, para hablarnos del deseo, de la perdida, del amor; y relatarnos aquello que ha sedimentado en la memoria como un paisaje que nos constituye al mismo tiempo que muta, pero en un pulsar mucho más aletargado que la propia existencia.
El encuentro con lo que fue (o con sus restos) se ha vaciado de sentido.
Dice Bolzán: “esa/ no es/ mi casa/ donde fue abrigado el cuerpo/ donde antes también fuimos muertos/ no existe/ aunque la estancia siga en pie/ esos muros siquiera son casquillos/ son contornos o las sombras de la arena.”
A medida que avanzamos en la lectura, los objetos que pueblan este poemario dan cuenta de las vidas y sus ritos: “...siete enanos de jardín/ y enredados entre las rejas un racimo de rosarios”, “…un alambre/ que junta las partes y hace durar lo que ata/ para que aguante/ un poco más/ un poco más.” Las imágenes que genera constituyen una espacialidad detenida en el tiempo, pero no por ello menos contundente. Aquí, la muerte inminente está en la hendidura de la vida…/…es un monstruo cuadrúpedo, / descomunal.”
Y al leerla resulta inevitable que resuene en nosotros la herida originaria. Pero este no es el final del recorrido. En la segunda parte del libro retoma esos espacios donde construimos memoria desde una mirada contemporánea. Alterna imágenes cotidianas, con líquidos episodios de reality show, y heroínas de películas que desnudan la ficción del amor ideal.
Como broche retoma un verso de "Aullido", del poeta beat Allen Ginsberg. El paralelismo entre ambos poemas da cuenta que, a pesar de las máscaras de éxito que se proyectan sin cansancio, vivimos sumergidos en un mundo de recetas vacías. No hemos cambiado tanto.
Baltasara Editora