El domingo 17 y el lunes 18 de noviembre, en el Teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), Roberto Moldavsky presenta el espectáculo Lo mejor de mí. En la obra, el humorista expone –con agudeza– situaciones y diálogos que se dan durante las vacaciones en familia y en la sala de espera del odontólogo, como así también “lo difícil que es adaptarse al mundo millennial”.

La historia cuenta, a grandes rasgos, que el también actor heredó su pasión por el humor de su padre, Jacobo Moldavsky; que trabajó hasta los 50 años en un comercio del barrio de Once (CABA), como vendedor de ropa; y que, un buen día, fue detrás de su verdadera vocación: hacer humor.

Hizo un curso de stand up, lo invitaron al programa radial de Fernando Bravo a hacer un monólogo y carrera fue en ascenso: hoy llena teatros.

Antes de las dos funciones en Rosario del espectáculo Lo mejor de mí, Roberto Moldavsky habló con Rosario3

—El título del nuevo espectáculo, ¿te plantea un gran desafío?
—Es un título complicado porque uno dice Lo mejor de mí. Arrancó como un deseo de hacer algo asó como "las mejores canciones de Luis Miguel" y, finalmente, se armó un show nuevo en el que hay cosas que son muy variables: hablo de actualidad, política... Bueno, no te puedo avisar hoy lo que va a pasar porque es imposible de saber. Después, hay mucha situación de mi vida actual, las diferencias generacionales, lo que vivimos todos, de esperar el odontólogo, de sufrir una anestesia que dura días, con revistas viejas que tienen los crucigramas están hechos. Todo todo lo que va a pasar ahí está mal, sin embargo, hay gente que va –como yo– y ama esa vocación de rebuscar bifes de chorizo que hayan quedado.

Creo que lo mejor de mi es que puedo llevar el humor a situaciones complicadas. El humor es un atajo para dar malas noticias, para salir de relaciones, para pedir perdón”

—Cuando hablamos en la previa del espectáculo anterior, hacías referencia a todo lo que aporta la clase política a los contenidos de tus shows. Con la llegada de Javier Milie, ¿los contenidos se duplicaron?
—Sí, del Método Moldavsky a hoy, con la llegada de Milei y de toda su gente, que también aporta, y cómo se comporta la oposición, el material se ha triplicado, casi que habría que hacer un show solo político. Pero solo hacemos un ratito nada más y le recordamos a la gente que nos podemos reír de la política, no nos tenemos que pelear. Yo soy un agradecido de los políticos argentinos que me ahorran mucho laburo porque, en otros lugares, tendrías que buscar y rebuscar. Acá, con repetir frases, ya estás bien.

—Hablando de humor político. No puedo dejar de pensar en el gran Tato Bores, porque vivimos en un país cíclico donde hay monólogos de él que no perdieron vigencia…
—Mira, hay un monologo del año '67 de Tato sobre el dólar que te juro que parece de ayer. A Tato no lo pude conocer, pero con quien si hablé bastante es con Enrique Pinti, que también abordaba mucho esto. Él me decía: «Andá a mirar los monólogos viejos». También me dijo: «Seguí haciendo humor político, te van a putear, pero si te putean de los dos lados vas bien. Si no te putean de un lado corregí».

—¿Te interesaría profundizar en el humor político?
—Sí, y me interesa hacerlo desde un lugar que le pego a todos. Por ahí, te da más letra el gobierno de turno porque actúa más, habla más, pero, en general, me gusta mucho. Hay un humor que es muy bueno, pero después hay otro que es más militante, partidario, que hace humor sobre solo un lado, a mí me gusta abrir el juego.

—Sin entrar en la grieta, el actual presidente, no sé si es bueno o malo, pero ¿es raro?
—(risas) Da mucha letra porque, además, tiene una veta, que a mí me viene bárbaro: se quiere hacer judío. Yo siempre digo: «Para ser de la colectividad, no alcanza con viajar a Israel, falta algo más: el recorte». Es muy fácil ponerse un gorrito y pedir descuentos. Falta algo más…

—¿Cómo cayó en la colectividad judía este acercamiento de Milei?
—Siempre digo que prefiero indiferencia, no tanto amor. Cuando hay mucho amor, vos decís: «¿Qué pasa?». Lo digo en joda. Lo que Milei quiera hacer con su vida y con toda la movida de la colectividad, es una decisión de él.

—Este año estuviste en la tele con la conducción de 1D2 ¿qué balance haces de esa experiencia?
—Tengo que agradecer a Canal 13, a Adrián Suar, a Boxfish (la productora), porque yo hice un contrato por tres meses, que en la tele es fatal, y ellos estuvieron de acuerdo. Empezaba el teatro y no iba a poder seguir. A mí me encantó lo que hice y la verdad es que las críticas que tenía eran buenas. Yo quería conducir una vez, quería ser yo en la tele alguna vez. En los otros programas, siempre me tenía que adaptar a una estructura, hacer un personaje. Acá me dejaron. Yo quería probar, creo que lo hice bien, me sentía muy cómodo, me sentía feliz, pero no podía estar grabando ocho horas por día e irme al teatro y a la radio. Hicimos la prueba y quedarnos todos contentos con lo que vimos, así que espero que alguna vez lo vuelva a hacer.

—¿Te picó el bichito de la tele?
Yo tengo más el bicho del teatro y la radio. Me gustaba la idea de conducir y me gustaba la idea de los dilemas y joder, yo me divertía, yo iba contento a la tele, cosa que otras veces no siempre me pasaba. Entonces, eso me abrió algo que me gustaría algún día explorarlo, mi sueño guardado. Mi fantasía es un programa de humor en tele, de la camada de los programas de humor de antes. Sketches, monólogos, situaciones. Yo sé que parece de la prehistoria, pero algún día si me gustaría juntarme con otros talentos, escribir, armar aquellos sketches, me parece que estaría bueno.

—Vuelvo al punto de partida: ¿Qué es lo mejor de Roberto Moldavsky?
—Yo creo que lo mejor de mi es que puedo llevar el humor a situaciones complicadas y en la vida diaria. Siempre digo que el humor es un atajo para dar malas noticias, para salir de relaciones, para pedir perdón. Yo creo que tengo esa capacidad de agarrar esas situaciones que, a priori, son complicadas y convertirlas en un texto de humor. Eso podría ser lo mejor de mí.