El primer ejemplar de la revista Billiken se publicó el 17 de noviembre de 1919 con la premisa de convertirse en "la" revista de los niños. En cien años de historia y una circulación semanal que llegó a los 500 mil ejemplares, la publicación de Editorial Atlántida cumplió el objetivo inicial al consolidar una singular síntesis entre entretenimiento y contenidos escolares.
En todo ese proceso, la revista –como producto cultural popular– fue también una instancia de construcción de "argentinidad" y "ciudadanía".
Billiken siguió a los gobiernos de turno y por eso logró sobrevivir"
"Billiken reflejó las normas de la sociedad en un momento, pero también tuvo un rol en perpetuarlas, sobre todo, por su circulación masiva en todo el país. Jugó un rol (clave) a la hora de instalar un imaginario nacional en las infancias y en las distintas generaciones de personas que la leyeron", indicó en diálogo con Dos horas pico (Radio 2) Lauren Rea, autora del libro La historia de Billiken. Cultura infantil y ciudadanía en la Argentina. 1919-2019, editado por Sudamericana.
Rea nació en 1981 en Sheffield (Reino Unido), ciudad en la que reside, cuando no visita a suegra en Buenos Aires. Es doctora en Historia Cultural (Universidad de Londres) y máster en Estudios Latinoamericanos (Universidad de Cambridge), además de licenciada en Lenguas Modernas.
Un recordatorio semanal de nacionalidad
Billiken se publicó en papel hasta 2019 y, desde entonces, cuenta con una edición online. Su historia comenzó como revista literaria a instancias de su fundador, Constancio C. Vigil, que era escritor.
“A partir de 1925, empieza a publicar láminas para las escuelas. Esa identidad gráfica que le conocemos y su vínculo con el calendario escolar terminan de instalarse en la década del 40”, continuó Rea, cuya tesis doctoral es sobre el radioteatro argentino en la Década Infame.
Billiken reflejó las normas de la sociedad en un momento, pero también tuvo un rol en perpetuarlas"
En 2016, la autora ganó una convocatoria del Consejo de Investigación en Artes y Humanidades del Reino Unido (AHRC por sus siglas en inglés) que le permitió llevar a cabo el Proyecto Centenario Billiken. Con ese reconocimiento, la investigación iniciada en 2012 –y cuya síntesis reúne el libro publicado este abril en Argentina por la editorial del Grupo Penguin House– cobró otro impulso.
En el registro, da cuenta de “las complejidades y contradicciones” de Billiken “en los diversos contextos sobre los que navegó y dejó huella”, tal como puntualizó en el prólogo.
Entre páginas ilustradas, entrevistas y réplicas de ejemplares, la también docente e investigadora de Estudios Latinoamericanos en la Escuela de Lenguas y Culturas de la Universidad de Sheffield hilvanó los distintos “modelos” de “hombres del mañana” y “futuras madres” con contenidos escolares.
—¿Cómo acompañó Billiken los cambios en la política argentina en estos 100 años?
—Si bien la revista tendía a replicar su propio tiempo y espacio, por ejemplo, cada septiembre salía un ejemplar sobre Sarmiento y en junio, sobre Belgrano, y así vamos pasando el ciclo del año, de repente, tenemos páginas ligadas al peronismo o al gobierno de Onganía. También está el vínculo de la editorial con la última dictadura (cívico) militar. Billiken siguió a los gobiernos de turno y por eso logró sobrevivir.
La continuidad en papel de Billiken estuvo garantizada por las figuritas"
—¿Qué pasó con Billiken durante el peronismo, que tenía su propio imaginario para las infancias?
—El peronismo tuvo su mundo infantil y vino a competir con Billiken, con material político (libros, láminas) llenos de menciones (a Perón y Evita). En Billiken, hay algo de ese material, aunque en menor cantidad. No se sabe qué pasó, pero supongo que habrá habido una negociación entre Vigil y el peronismo para poder seguir publicando, porque el Gobierno controlaba el papel también. Se reflejaron, por ejemplo, los cambios curriculares del segundo plan Quinquenal y también hay fotos de Evita, después de su muerte.
—¿Por qué Billliken llegó a los cien años?
—Es una publicación generacional que se perpetuó entre abuelos, padres e hijos. Pero me parece que su continuidad en papel estuvo garantizada por las figuritas: ese rito de la infancia de tomar la leche, recortar las figuritas y hacer la tarea que pedía la maestra.