Los sábados de agosto a las 21, el Cultural de Abajo (Entre Ríos 579), Manuel Baella presenta el unipersonal Al matadero, una adaptación de la novela de Esteban Echeverría, con dirección de Miguel Franchi.

El clásico de la literatura argentina El matadero vuelve a cobrar vida en una versión para público adulto. La trama de la novela publicada en 1843 cruza más de un siglo para avanzar sobre la actualidad. La acción de la obra comienza cuando un investigador de este tiempo se presenta en el matadero para tomar declaraciones y esclarecer los hechos derivados del crimen que narra la novela. 

La obra tematiza la violencia política y las fronteras materiales y simbólicas que dividen a la sociedad. En diálogo con Rosario3, el actor Manuel Baella, que interpreta seis personajes, dio detalles de El matadero y “los puentes entre el pasado y el presente” que se despliegan en la obra “a partir de un lenguaje accesible y profundo”. 

Manuel Baella en "Al matadero" (Prensa)

—¿Cómo surgió la adaptación teatral de Al matadero?
–Desde hace ocho años trabajo en la obra. Tuve algunas ideas previas, hasta que me encontré con Miguel Franchi, que fue mi maestro de teatro desde que empecé. Volvimos a encontrarnos después de tanto tiempo y ahí arrancamos, hace un año y medio, a trabajar, a ponerle el cuerpo a esto. La idea era poder buscar un texto tan antiguo como El matadero, que es un texto de 1838 que, para mí, es importantísimo, es un texto fundacional de la literatura argentina, trasladándolo a una situación actual, en un 2024. Nos parecía interesante que una persona del presente pudiera investigar los hechos de aquel momento, la figura de un investigador, de un fiscal que investiga los hechos sucedidos en el 1800. La obra recorre lo que sucedió en El matadero, pero con una cuestión totalmente actualizada. El pasado y el presente están en la obra todo el tiempo.

—¿Qué encontraste en Miguel Franchi que posibilitó la concreción de esta obra?
—Nos conocemos mucho con Miguel, hace 24 años. Esto no significa que hayamos trabajado juntos desde entonces. Yo me formé con Miguel y otras personas, pero él fue "mi maestro" en el teatro. Creo que pudimos entendernos. Me acuerdo que Norberto Campos decía: “Cuando hagan una obra antigua, actualizala en algo que tenga que ver con el presente, porque si no, le estás mostrando un fósil al público”. Nosotros estábamos muy interesados también en que sea un trabajo que pueda darse en las escuelas secundarias, con chicos a partir de 15 años, porque (la novela) está en la currícula. Entonces, nos salió un trabajo muy dinámico, muy ágil, en el cual actúo solo: tengo seis personajes. Siempre estamos muy atentos a que podría interesarle a un pibe, de 15 años, con la cantidad de cuestiones fragmentarias que tiene hoy, digo, de estas distracciones de minutos que tienen los chicos más jóvenes. La obra es así, es como bastante fragmentada, desarmamos un matadero para después volver a armarlo.

Manuel Baella en "Al matadero" (Prensa)

—El unipersonal implica un desafío aún mayor para un actor a la hora de enfrentar al público…
—Es muy interesante. Yo no lo había hecho nunca en una obra con un texto en el cual uno tiene que seguir. Esas cuestiones que por ahí podría suceder en un espectáculo, en una función, que un día uno tiene una función no tan buena y se olvida una partecita de la letra y siempre hay un compañero para hacerte la segunda. Acá no hay nadie. Es un desafío muy grande porque depende todo de vos, es como que la maquinaria funciona o no funciona a partir de como estés. En todo el mecanismo que utiliza el actor o la actriz para poner a funcionar una obra, no hay chance de errar.

—¿Cuál es el desafío más grande en un unipersonal?
Yo creo que es estar presente, como en el aquí y ahora. La letra tiene que ser una cuestión que está hipersabida y que pasa por el cuerpo del actor. A lo que me refiero es que uno la podría estar diciendo mientras lava los platos y está contestando un mensaje de WhatsApp, pero después están todas las otras patas que un actor le carga a eso es lo que va marcando la diferencia. Para mí, se trata de estar presente ahí, con el público, como vivenciando esa situación. Y creo que es eso, también, la conexión con el público.

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