El Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica Argentina (UCA), presentó el informe La capacidad de aprender en las personas mayores. El mismo fue desarrollado por el Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, en alianza con la Fundación Navarro Viola y el Banco Supervielle.
El nuevo estudio del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores da cuenta del interés por seguir formándose, estudiar o aprender entre las personas mayores ¿Por qué es importante promover las capacidades para aprender? Según la OMS hay suficiente evidencia empírica que apoya que “al continuar aprendiendo, las personas mayores pueden adquirir conocimientos y capacidades para controlar su salud, mantenerse al día respecto de los avances en materia de información y tecnología, participar (por ejemplo, mediante el trabajo o el voluntariado), adaptarse al envejecimiento (por ejemplo, a la jubilación, a la viudez o a cuidar de otra persona), mantener su identidad y conservar el interés en la vida”. Además, se relaciona estrechamente con las capacidades para crecer -en lo mental, en lo físico, en lo social y en lo emocional- y de tomar decisiones. A su vez, el crecimiento personal continuo permite -siempre según la OMS- “que las personas mayores puedan hacer lo que valoran”.
En la Argentina y desde mayo de 2017 está vigente la Ley 27.360, que aprueba la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. A más de un año de su sanción muy lentamente se va tomando conciencia de la importancia que está destinada a tener en las condiciones de vida de las personas mayores, en un sinnúmero de dimensiones. Entre los derechos protegidos está el derecho a la educación, consagrado en el artículo 20.
Si bien en su primer párrafo se pone el énfasis en el derecho a la educación de toda persona mayor en igualdad de condiciones con otros sectores de la población -es decir los aún no mayores- y sin discriminación, en el caso argentino podría reconocerse que nada priva a los mayores de inscribirse en la enorme, compleja y heterogénea oferta educativa pública y privada. Ni a finalizar los distintos niveles de la educación básica ni a inscribirse en estudios superiores. Es bastante frecuente que los medios informen a modo de noticia que personas de edad avanzada finalizan con éxito las más variadas carreras del nivel secundario o superior.
Sin embargo, la mayor edad va asociada a que este derecho sea poco ejercido en la práctica y por eso este estudio indaga sobre los intereses educativos de las personas mayores y si el interés por estudiar es uniforme o reconoce variaciones según algunos atributos personales o estructurales.
Algunos resultados
Si bien el interés por formarse o seguir estudiando es menor entre las personas mayores que entre la población aún no mayor (de 18 a 59 años), su incidencia es muy importante: 29,9%. En cifras absolutas, se trata de 1.800.000 personas mayores que, si tuvieran la posibilidad, les gustaría formarse, estudiar, aprender. Estos resultados son un enorme desafío para la sociedad respecto de las personas mayores y en un doble sentido. Por un lado, en promover oportunidades educativas para que tremenda cantidad de mayores puedan acceder a actividades que tengan que ver con el aprender, en la línea sugerida más arriba. Por otro, en generar un marco para que más personas mayores se interesen por seguir aprendiendo, en la medida que hoy son más los que manifiestan su desinterés que los entusiastas en retomar algún tipo de estudios.
Ese 29,9% de personas mayores interesadas en actividades de tipo formativo contrasta con que el 10,0% también mayores que participó de alguna actividad, taller o curso formativo durante el último año. Los educandos potenciales, por denominarlos de alguna manera, triplican a quienes efectivamente tuvieron esa práctica durante el último año. También es cierto que aunque entre las personas mayores esta práctica es bastante menos frecuente que entre los sub 60 (21,2%), en términos absolutos la cifra no es desdeñable y da cuenta de la importancia del tema educativo también entre las personas mayores: se trata de 600.000 personas mayores que participaron de alguna actividad, taller o curso formativo durante el último año.
También es una referencia que esa participación de las personas mayores durante el último año en actividades, talleres o cursos formativos se haya realizado en el 50,0% de los casos en instituciones privadas, el 40,8% en una institución pública y el 9,2% en una ONG, organización barrial o fundación.
Respecto de la edad, hay otro punto interesante: si bien el interés disminuye con la edad -uno de cada 3 en el grupo de 60 a 74 años, 1 de cada 5 en el grupo de 75 años y más-, no puede pasarse por alto que aún después de los 75 años hay un 22,8% que preferirían -si tuvieran la posibilidad- seguir estudiando algo. Las cifras absolutas impactan: se trata de 450.000 mayores de 75 años.
En línea con tantas otras dimensiones estudiadas en estos cuatro años de este programa de investigaciones, tampoco hay brecha de género a la hora de querer seguir estudiando: son el 31,4% de las mujeres mayores y el 28,0% de los varones mayores. Tanto a mujeres como a varones les entusiasma seguir formándose, si tuvieran esa posibilidad.
El tipo de hogar tiene su peso a la hora del interés por seguir estudiando: los que viven acompañados exclusivamente por personas también mayores son los más interesados (34,4%).
Las credenciales educativas obtenidas seguramente cuando no se era aún mayor tienen su influencia a la hora del interés por seguir aprendiendo ahora de mayores: es de 38,7% entre los que tuvieron mayores oportunidades educativas (secundario completo y más) y de 22,7% en el resto. Aunque la diferencia es significativa no debe ocultar que en una sociedad como la argentina donde la gran mayoría de las personas mayores tiene como máximo el nivel secundario incompleto haya un 22,7% interesado en actividades educativas, si tuvieran esa posibilidad.
Tal como sucede en todos los otros indicadores de los estudios de este programa sobre personas mayores, el nivel educativo abre una ventana a las desigualdades entre estratos socioeconómicos. También a la hora de aprender, esta desigualdad estructural se hace muy visible: a medida que se desciende en la estratificación social, también desciende el interés por seguir estudiando. Son desniveles importantes: mientras en el estrato medio alto son el 53,0%, en el medio bajo desciende al 32,4%, en el bajo desciende al 27,2%, y llega a un mínimo en el muy bajo con el 20,0%. La brecha más importante es al interior de los estratos medios: entre el medio alto y el medio bajo. Todo esto no debe opacar que aún en el estrato muy bajo hay una de cada 5 personas mayores que les gustaría seguir estudiando, si tuvieran la posibilidad. Los deseos de estudiar no son un atributo exclusivo de los estratos medios, son de todos, cualquiera sea su estrato socioeconómico. Como también se dijo respecto de otros factores analizados, para la sociedad representa además un desafío que ese 80% de personas mayores del estrato muy bajo que no están interesados en estudiar, al igual que el 73% del estrato bajo, disminuya.
Es un resultado en sí mismo que ante la pregunta ¿en qué le gustaría formarse o qué le gustaría estudiar, si tuviera la posibilidad?, las personas mayores responden con una enorme variedad de respuestas que abarcan una multiplicidad de campos. De todos modos, el campo más mencionado del aprender es el de la Educación Artística, que incluye tanto a la Música como a las Artes Visuales. Las Artes Visuales fueron más mencionadas que la Música.
Fuente: uca.edu.ar