Una investigación la de la Universidad de Columbia Británica comprobó que ayudar a los demás mejora la salud física y mental, siempre y cuando se pongan límites para no sobrecargarse.
En el estudio, se otorgaron durante tres semanas u$s40 a un grupo de participantes mayores con la presión arterial alta. A la mitad se les pidió que gastaran el dinero en ellos mismos, mientras que al resto que lo hicieran en otra persona: comprar un regalo para un amigo, donar a una organización benéfica o beneficiar a otros de alguna forma con el dinero.
Unas semanas después, los investigadores midieron la presión arterial de ambos grupos, y encontraron que la de aquellos participantes que habían gastado dinero en otros, había disminuido significativamente en comparación con los sujetos que gastaron el dinero en ellos mismos. Además, la disminución de la presión arterial en estas personas fue similar al efecto que tendría en ellos la actividad física frecuente o una dieta más saludable.
Otra investigación de la Universidad Simon Fraser llegó a conclusiones similares. Ese trabajo demostró que, cuando la mitad de las personas reciben 5 dólares para gastar en sí mismas y el resto 5 dólares para gastar en los demás, este último grupo es más feliz después. Y esto es algo común en todo el mundo, porque las acciones caritativas activan los centros de recompensa del cerebro, según consignó el sitio Quo.
Sin embargo, hay límites. “Hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla”, aseguró el experto en donaciones de The Wharton School, Adam Grant. Uno debería elegir cuándo y cómo ayudar, en lugar de ser empujado a ayudar a quien se lo pida. De hecho, el bienestar no mejora cuando uno es obligado a beneficiar a otro. Por eso hay que saber encontrar un equilibrio.