El reconocido escalador estadounidense Jim Reynolds logró lo imposible: subió 1.500 metros sin cuerda. Y luego descendió de la misma forma. Se trata de la ruta Afanaddieff del Fitz Roy, en la región patagónica y hostil ubicada en El Chaltén.
El californiano de 25 años llegó el 21 de marzo a 3.359 metros de altura "libre", es decir, sin cuerda. Así iniciaron comparaciones absurdas pero inevitables con Alex Hannold, protagonista del documental nominado al Oscar "Free Solo", en donde escala por primera vez los mil metros de la pared del Capitán sin soga, en Yosemite, Estados Unidos.
Sin embargo, se habla de un "ejercicio mayor" por parte del californiano de 25 años, que no sólo escaló el Fitz Roy sin cuerda, sino que también desescaló sin ella. En el Capitán, los escaladores caminan de regreso al valle, pero en El Chaltén se hace rápel: un sistema de descenso para superficies verticales e inseguras.
Reynolds invirtió 15 horas y media de concentración e incertidumbre: ni siquiera conocía la vía. Así debió improvisar, negociar con roca mojada y sobre todo, intentar no perderse tanto hacia arriba como hacia abajo. Para guiarse, utilizó el magnesio con el que se impregnan las manos los alpinistas para no sudar y evitar resbalones. Así marcó los agarres con tiza blanca para verlos al momento de descender.
Pero eso no es todo ya que también declaró a National Geographic que necesitó tres meses para sentirse cómodo en el lugar y que a modo de calentamineto trepó y descendió igualmente las agujas de granito Rafael Juárez y St. Exupéry, las cuales también son de extrema complejidad incluso con cuerda.
Carolina Codó es alpinista, médica en El Chaltén y en 2016 invirtió tres días y medio en escalar la ruta Afanassieff hacia la cima del Fitz. “Escalamos con cuerda, obvio, y vivaqueamos tres veces. La ruta no es muy difícil, pero es terriblemente larga y tiene muchos largos de placa, secciones lisas con agarres pequeños… no me entra en la cabeza que eso pueda ser desescalado”, contó a National Geographic.
Codó lidera el equipo de rescate del pueblo junto con voluntarios locales y de escaladores de paso. “Jim nos ayudó mucho el pasado febrero con el rescate de un japonés accidentado. Es miembro del equipo de rescate del valle de Yosemite y su ayuda fue muy apreciada. No lo conocíamos porque era su primera experiencia en la Patagonia, y no imaginábamos lo fuerte que podía ser”, aseguró.
Su aventura en el Fitz Roy finalizó durante la plena oscuridad, alterada por la luz de su linterna frontal. “Deseaba vivir porque hay más cosas en mi vida al margen de la escalada, pero no quiero que el miedo arruine mi amor por este deporte”, confesó Jim al portal mencionado.