Cuando una persona tiene alguna dolencia acude al médico con el fin de obtener una respuesta precisa, un nombre concreto a lo que padece. Lo mismo ocurre del otro lado, donde el doctor se desvive por darle una definición a lo que escucha de boca del paciente. El médico clínico, y profesor titular de la cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de la UNR, Alcides Greca, analizó para Rosario 3 este fenómeno de la obsesión por darle un nombre a las dolencias.
“Es siempre preocupación de los enfermos conocer el nombre de su padecimiento. Parecería, a primera vista, que la formulación de un diagnóstico y la adjudicación de una nominación para la enfermedad, podría tener un cierto efecto terapéutico, en tanto el paciente disminuye su carga de ansiedad (propia del enfrentamiento con lo desconocido), y se siente mejor pertrechado para lidiar con el problema”, comenzó diciendo.
- ¿Y qué ocurre con los médicos?
- Los médicos sentimos un reconfortante alivio cuando, aun en la incerteza de cómo proceder con el padecimiento de nuestro paciente, podemos al menos ponerle un nombre. Por el contrario, admitir que no sabemos muy bien de qué se trata, aunque tengamos muy claro lo que hay que hacer, nos perturba particularmente, sobre todo, cuando advertimos la expresión de desconcierto del enfermo.
- ¿Siempre ocurrió esto?
- Este desasosiego por el nominalismo ontológico acompaña a los médicos desde siempre, probablemente a partir de que la falta de palabras para denominar algo implica en buena medida la incapacidad para concebirlo y seguramente, también la dificultad para manejarlo. Algo así, como luchar contra un enemigo amenazante, que moviéndose en la sombras, nos aterroriza simplemente por no poder verlo y por dejarnos solamente la posibilidad de imaginar su poder destructivo.
- ¿Qué otros factores influyen?
- No es esta la única cuestión que desvela a los médicos en relación con el nombre de las enfermedades. Los textos y artículos que leemos son en su enorme mayoría de lengua inglesa, y originados en los Estados Unidos. No debe sorprender en consecuencia, que la ideología estadounidense nos atraviese y nos influencie inevitablemente.
- ¿Y esto cómo afecta?
- Podemos comprender entonces sin demasiado esfuerzo, que así como los americanos son especialmente hábiles (tal vez más que cualquier otro en el mundo) para retomar antiguas obras maestras cinematográficas de diferentes orígenes y producir nuevas versiones (remakes), que en virtud de un agresivo marketing, llegan a hacer olvidar la versión original, aun cuando la nueva sea de notoria inferior calidad, en medicina ocurre algo parecido.
- ¿Qué recomienda a los profesionales de la salud?
- Seamos los médicos más cuidadosos con las palabras, más precisos, más claros, más creativos, más justos y menos fantasiosos. La historia de la medicina y nuestros enfermos nos lo agradecerán.