Tatiana tiene 10 años y vive en Salta, una provincia culturalmente muy conservadora. Pero por suerte para ella su familia pudo escucharla y el cumplimiento de la ley de identidad de género hizo posible que hoy se llame así, Tatiana.
Tatiana no era Tatiana. Infobae cuenta que cuando tenía seis años le dijo por primera vez a Graciela que era gay. Charló con los padres del tema y no quedó del todo claro. Pero dos años después el deseo fue expresado de manera más contundente: “Tengo un sueño en el que soy una nena. Me veo en el espejo y me veo con el pelo largo y un vestido hermoso. Quiero ser una nena”, le dijo a su papá Damián y a Graciela.
Ahora, a los 10 años, los tres fueron al Registro Civil y lograron que pudiera ser reconocida como ella se siente: como una nena.
Matías Assennato, director del Registro Civil de Salta explicó a Infobae que fue muy sencillo. "En este caso no hubo inconveniente. Conversé con ellos sobre su necesidad y nos pusimos a trabajar para avanzar con esta rectificación registral de la partida lo antes posible”.
En su artículo 5, la ley 26.743 de Identidad de Género garantiza el derecho de un menor de edad a acceder a esa rectificación del sexo, nombre e imagen en su documentación para que se condigan con su identidad de género autopercibida, siempre que cuente con la conformidad propia y de sus representantes legales.
"Quizás lo que impactó fueron los 10 años de ella", señaló Assennato. "Es una sociedad muy tutelar pero ella afortunadamente nació en una familia que la escuchó y le brindó acompañamiento psicológico", dijo.
Graciela, la madre, contó que “fue shockeante” la situación en un principio. “Pero entendimos que había que acompañarla desde el amor. Entender y acepta”, agregó.
Según Graciela, peor fue para su esposo, pues se convirtió en “una piña directa en su machismo y en su fe religiosa”. Peor ahora Damián es, , al igual que ella, un “gran militante por los derechos de las personas trans” y está “baboso” con su hija.
“Estaba orgulloso de ver cómo ella se le plantó. Le dijo 'No soy más tu hijo; soy tu hija y me tenés que aceptar'. Ver esa seguridad en ella lo hizo reaccionar”, cuenta Graciela. Y agregó: “Tenemos que aceptar a nuestros hijos como son. Esto no tiene nada de malo, ella se siente y vive su vida las 24 horas del día como un nena normal. Tiene límites, va a la escuela y tiene obligaciones”.
En la escuela la situación no fue fácil. “Con los docentes, por ejemplo, fue terrible. El año pasado nos mandaban notas por todo: por el pelo, por los aritos, por cualquier cosa. Además no le quisieron cambiar el nombre hasta este año. Fue realmente muy duro y lo peor es que fue todo a nivel institucional: los maestros y los directivos”.
“Los nenes se burlan un ratito tal vez pero ella se planta. Les dice 'No soy ni 'maricón', ni travesti. Soy una nena trans' y queda ahí”, agregó Graciela, afligida por que el peor trato provenga siempre de los adultos. “Varios de sus hermanos incluso no están de acuerdo. La gran mayoría de mis hijos y de los de mis marido no están de acuerdo”, lamenta.