A medida que los milenios se sumaron, los seres humanos fuimos perdiendo vello corporal. La comparación con los primates es superada si se piensa en nuestros antecesores, los monos.
¿Qué pasó entonces para que el cuerpo terminara así, casi desnudo? ¿Cuáles serían los factores biológicos que determinan la presencia de un vello corporal mínimo de los humanos y su distribución?
Un reciente estudio que firma Sarah Millar, de la Universidad de Pensilvania, explica los siguiente.
“Tenemos el pelo muy largo en el cuero cabelludo y el pelo corto en otras regiones, y no tenemos pelos en las palmas de las manos y en la parte inferior de nuestras muñecas y en las plantas de los pies. Nadie entiende realmente en absoluto cómo surgen estas diferencias”, sostiene la especialista, en declaraciones que reproduce el portal Gizmodo.
Al parecer, la clave para el crecimiento del cabello podría estar en una proteína inhibidora llamada Dickkopf 2 o Dkk2, encontrada en algunas especies como los osos polares y conejos.
Para averiguarlo, el equipo de Millar comparó ratones en desarrollo normal con un grupo que tenía una mutación que impedía que se produzca la proteína.
Descubrieron que los ratones “mutantes” tenían pelo en zonas donde el resto nunca tenía, lo que proporcionaba más pruebas de que el inhibidor juega un papel en la determinación de quién es peludo y quién no.
Ahora, volviendo al punto inicial, vale recordar un estudio publicado en 2006 en Biology Letters. En el mismo se descubrió que los primates con cara descubierta y, a veces, las nalgas, también tendían a tener tres conos (células fotosensibles) como los humanos, mientras que los monos de rostro más difuso vivían sus vidas con solo dos conos. Según el documento, los rostros sin pelo y la visión del color parecen ir de la mano.
Una de las propuestas más longevas y populares es la teoría de los simios acuáticos.
Se trata de una hipótesis que sugiere que los antepasados humanos vivían en las sabanas de África de la caza y la recolección.
Sin embargo, durante la estación seca se movían a las cercanías de los lagos para recolectar alimentos incluso en el agua. Dado que el cabello no es un aislante muy bueno en el agua, la especie cambió la mayor parte del pelaje por una capa de grasa.
Otra teoría que apunta el citado portal es que, cuando los antepasados humanos se mudaron de los fríos bosques a la sabana, necesitaban una mejor termorregulación.
La pérdida de todo ese pelaje hizo posible que los homínidos cazaran durante el día en las cálidas praderas sin sobrecalentarse. El posterior desarrollo del fuego y la ropa permitió a nuestros antepasados protegerse de las temperaturas, según la necesidad.