Campeón. Es increíble como una corta palabra de siete letras puede significar tanto. Y cómo puede movilizar a tanta gente, con tanta pasió, en una ciudad como Rosario, que se tiñó de rojingro. Porque Newell’s Old Boys es campeón. Campeón del fútbol argentino. Campeón con un equipo que jugó y juega el fútbol que le gusta a su gente. A la gente. Y que además de pisar el primer objetivo del año, quiere más. Campeón. Campeones. Y ahora, tiempo de celebrar.
Newell’s logró este miércoles el título del torneo Final de primera división, el certamen que corona la temporada futbolística y que ahora, le abre paso a la Súper Final que deberá jugar con Vélez, el monarca del torneo Inicial. Lo hizo con su plantel en Chaco, antes de jugar por la Copa Argentina. Fue gracias a su triunfo del domingo ante Atlético Rafaela –una goleada por 3-0 en la que mostró toda su clase– y a que Lanús, después de golear a River ese mismo día, no pudo ahora con Estudiantes (quedó en 0-2), al completar un encuentro pendiente en La Plata.
Una fiesta leprosa interminable. Comenzó en horas de la siesta, siesta que nadie durmió. Se prolongó toda la tarde en el Monumento, en el Parque. Allí, en Pellegrini y Oroño, se armó la celebración oficial para la noche a pesar de las muy bajas temperaturas. Celebración con los jugadores campeones, que arribaron a Rosario cerca de las 22 y al rato comenzaron una multitudinaria caravana hacia el lugar por las calles Córdoba, Avellaneda y Pellegrini.
Había tanta gente que tardaron más de cinco horas los jugadores, que iban en un colectivo decapotable, en llegar. Rodeados de afecto, avanzaron a paso de hombre. Ellos, arriba, estaban tan eufóricos como los hinchas. Y tampoco querían terminar la celebración.
Así, protagonizaron una movilización sin precedentes en la ciudad, que terminó con un recibimiento impresionante en el parque Independencia con un show de fuegos artificiales incluido.
Una estrella con un brillo especial
Este sexto título nacional que consigue la institución del Parque de la Independencia no pasará inadvertido en su historia. Es que lo logró con un prócer sentado en el banco y con figuras de renombre mundial que llegaron al club en un momento complejo, con una economía en plena recuperación, sentando un precedente de amor a los colores como hacía mucho no se veía. Y con una manera de jugar que enamoró a todos.
El equipo del Tata, de la Fiera, del Gringo, de Nacho, quedará en los anales del fútbol argentino porque vino a barrer con los paradigmas del resultadismo disociado de la estética. Este Newell’s ganó mucho, pero gustó más. Y se transformó en una referencia de juego para la mayoría del resto de los actores del fútbol argentino, que lo individualizaron como el de la propuesta más generosa hacia el sentido estético de este deporte.
Ahí están, inmortalizados, los miles de hinchas que saltan y bailan en el Monumento, en el Parque, en toda la ciudad. Allí quedarán, colgados para siempre en las paredes del club, los hombres que hicieron y hacen feliz a todo el universo ñubelista. Y lo que más le gusta a los hinchas es que el techo de esta escuadra aun no se vislumbra. Porque además de la Superfinal con Vélez, está el sueño de la Copa Libertadores. Vivito y coleando. Pero, al menos por estos días, apartado por esta enorme felicidad de gritar bien fuerte, de nuevo y merecidamente, la palabrita famosa que mueve la pasión: ¡Campeones!