Un equipo de la Universidad de Vermont llevó a cabo un estudio con 36 adultos a los que dividió en dos grupos: unos que tenían limitado el tiempo para ver televisión y otros que no lo tenían.
El equipo dirigido por la doctora Jennifer J. Otten, llevó a cabo un estudio con 36 adultos, cuyos índices de masa corporal se situaban entre 25 y 50 (en 25 comienza el sobrepeso, en 30 la obesidad y en 40 la obesidad mórbida) y declaraban ver la televisión una media de tres horas al día.
Veinte de los participantes pasaron a formar parte del grupo de intervención, colocándose en sus televisores un dispositivo que reduciría el tiempo de consumo semanal de televisión habitual a la mitad. Una vez gastado ese tiempo el aparato se desconectaba y no volvía a funcionar hasta la semana siguiente. Por otro lado, las 16 personas restantes formaron un grupo de control en el que tiempo de televisión no estaba limitado. Durante los 21 días que duró esta etapa los individuos de ambos equipos portaron un brazalete para medir su actividad física y consumo de calorías, al tiempo que realizaban un informe acerca de los alimentos que ingerían.
Los científicos observaron que el grupo que sólo podía ver la mitad de televisión de lo habitual quemó 119 calorías más que en la fase de observación, mientras que el grupo de control gastó 95 calorías menos que en la primera parte del experimento. Por lo tanto, el saldo energético (la diferencia entre calorías ingeridas y gastadas) fue negativo en el caso de quienes sólo podían ver la mitad de televisión, ya que recibieron diariamente 244 calorías menos de las que quemaron, lo que concluyó en una pérdida de peso de unos 600 gramos pasadas las tres semanas. Sin embargo, este saldo fue positivo en el caso del que vieron la tele por tiempo ilimitado, ya que ingirieron 57 calorías más al día de las gastadas.
Por otra parte, trabajos previos realizados con niños habían demostrado que al acortar el tiempo que los pequeños pasan frente a la pantalla se reducía la cantidad de calorías consumidas, ya que los niños comen más si están frente al televisor, pero no aumentaban las calorías gastadas, lo que permite suponer que, aunque se produce un cambio similar en el saldo de energía quemada e ingerida el mecanismo por el que se produce es distinto entre niños y mayores.
Fuente: Telam
El equipo dirigido por la doctora Jennifer J. Otten, llevó a cabo un estudio con 36 adultos, cuyos índices de masa corporal se situaban entre 25 y 50 (en 25 comienza el sobrepeso, en 30 la obesidad y en 40 la obesidad mórbida) y declaraban ver la televisión una media de tres horas al día.
Veinte de los participantes pasaron a formar parte del grupo de intervención, colocándose en sus televisores un dispositivo que reduciría el tiempo de consumo semanal de televisión habitual a la mitad. Una vez gastado ese tiempo el aparato se desconectaba y no volvía a funcionar hasta la semana siguiente. Por otro lado, las 16 personas restantes formaron un grupo de control en el que tiempo de televisión no estaba limitado. Durante los 21 días que duró esta etapa los individuos de ambos equipos portaron un brazalete para medir su actividad física y consumo de calorías, al tiempo que realizaban un informe acerca de los alimentos que ingerían.
Los científicos observaron que el grupo que sólo podía ver la mitad de televisión de lo habitual quemó 119 calorías más que en la fase de observación, mientras que el grupo de control gastó 95 calorías menos que en la primera parte del experimento. Por lo tanto, el saldo energético (la diferencia entre calorías ingeridas y gastadas) fue negativo en el caso de quienes sólo podían ver la mitad de televisión, ya que recibieron diariamente 244 calorías menos de las que quemaron, lo que concluyó en una pérdida de peso de unos 600 gramos pasadas las tres semanas. Sin embargo, este saldo fue positivo en el caso del que vieron la tele por tiempo ilimitado, ya que ingirieron 57 calorías más al día de las gastadas.
Por otra parte, trabajos previos realizados con niños habían demostrado que al acortar el tiempo que los pequeños pasan frente a la pantalla se reducía la cantidad de calorías consumidas, ya que los niños comen más si están frente al televisor, pero no aumentaban las calorías gastadas, lo que permite suponer que, aunque se produce un cambio similar en el saldo de energía quemada e ingerida el mecanismo por el que se produce es distinto entre niños y mayores.
Fuente: Telam