Un tercio de nuestras vidas nos la pasamos durmiendo, una actividad tan agradable como esencial para que el organismo recupere energía y realice determinados procesos internos para que funcione correctamente. La importancia de dormir bien está cada vez más contrastada y por ello se da mayor relevancia a los mecanismos y hábitos que podemos seguir para llegar a esas ocho horas recomendadas.
Desde el ambiente y el entorno en el que vamos a dormir, hasta lo que hacemos justo antes de cerrar los ojos o la dieta de ese día, son factores externos que afectan directamente a nuestro cuerpo e influirán también en nuestra capacidad para conciliar el sueño y en la calidad del mismo, según consignó Muy Interesante.
En el caso de los alimentos, mantener una dieta equilibrada que genere un aumento en los niveles de serotonina o melatonina hará que los hábitos de sueño sean estables, más prolongados y mejores. Estos son algunos alimentos que precisamente permiten lograr este propósito.
Frutos secos: almendras, nueces o pistachos poseen grandes cantidades de ácidos grasos omega 3 y 6, conocidos como “grasas saludables”, además de la hormona melatonina y magnesio, ambos relacionados con una mejoría del sueño.
Salvia y albahaca: contienen componentes químicos que reducen la tensión del cuerpo y producen efectos calmantes en el organismo, lo que nos ayudará a dormir mejor.
Cereales integrales: la avena, el trigo, el arroz o la pasta son una excelente fuente de serotonina y, por lo tanto, de melatonina. Además, aportan grandes cantidades de vitaminas del grupo B.
Leche: un vaso de leche caliente antes de dormir siempre fue un efectivo remedio contra el insomnio, debido a que los productos lácteos son ricos en triptófano, en magnesio y zinc, que ayudan a absorber el aminoácido. Las bebidas calientes ayudan al cuerpo a relajarse y proporcionan una sensación de confort que facilita y mejora el sueño.
Infusiones: son especialmente recomendables aquellas que se hacen a partir de hierbas como la valeriana, la hierbaluisa o la manzanilla. Poseen propiedades relajantes y sedantes que se hacen todavía más notables al consumirlas como bebidas calientes. Es recomendable ingerir té un rato antes de irse a dormir.
Miel: la glucosa de la miel provoca que el cerebro disminuya la cantidad de orexina, una sustancia directamente relacionada con la vigilia, por lo que facilita el sueño. Es ideal para endulzar el té.
Pollo: estimula la segregación de serotonina y es fácil de digerir, por lo que resulta una opción perfecta para comer o cenar antes de una siesta reparadora o una larga noche de sueño.
Bananas: el potasio y el magnesio ejercen como relajantes musculares y la fruta genera una sensación de saciedad que asegurará un sueño calmado y largo.
Espinaca: además de las muchas vitaminas, la espinaca aporta cantidades considerables de calcio, mineral que si escasea en el cuerpo, puede causar problemas de sueño.
Chocolate negro: es un delicioso relajante natural que estimula la producción de serotonina y consigue proporcionar una sensación de bienestar y comodidad que suele derivar en una larga noche de sueño. Cuanto más puro, mejor.