El domingo transcurría apacible hasta que un accidente de tránsito, si se quiere menor, interrumpió mi armonía. Alrededor del mediodía, en Avellaneda al 4500, un Fiat 147 color verde impactó en el guardabarros trasero de mi auto. Me detuve a los metros, lo mismo hizo el otro vehículo y a partir de ahí comenzó mi odisea con el 911. Seis llamados en total, en 40 minutos, sin que me mandaran asistencia de ningún tipo.
Lo primero que le pregunté al otro conductor fue: "¿Tenés seguro?" La respuesta fue: “No, pero esperá que llamo a mi tío”. Al verme sola, en una de las zonas potencialmente “inseguras” de la ciudad y al considerar alguna actitud del joven cómo sospechosa, llamé por primera vez al 911. Tras las preguntas de rigor, me dijeron que de inmediato mandarían móviles.
El muchacho salió con su supuesto tío de un pasillo ancho. Les solicité nuevamente los papeles. Y mientras el hombre sacaba una fotocopia borrosa de un supuesto título –tarjeta le pedí pero no tenía, lo mismo que el carné de conducir y el seguro "estamos haciendo la transferencia", fue la explicación)–, volví a llamar al 911. Me dijeron que estaban llegando.
Cuando empiezo a tomar lo datos del ajado papel, pensé que el auto podía ser robado. Me tranquilizó la posibilidad de que llegaría la Policía. Pero como el retraso del 911 era notorio, volví a llamar y al darse cuenta los hombres me amenazaron. Enseguida el más chico se metió nuevamente en el pasillo y el supuesto tío huyó con el auto.
Asustada, entre llantos y ya muy dolorida por una reciente operación de alta complejidad que tuve hace pocos días, volví a pedir ayuda. Le solicité, por favor, ayuda a la señorita que me atendió, que se identificó como cabo Lopéz y ante mi insistencia en que me diera el nombre y mi reclamo, me cortó.
De inmediato apareció una camioneta del Comando Radioeléctrico. Ya no tenía mucho sentido pero sabía cuál era el pasillo y podía brindar detalles del auto. Como veo que no paraban les hice señas, se detuvieron unos metros más adelante y me dijeron: “Lo lamento, no podemos asistirla, tenemos otro asunto que resolver”. Eso sí, fueron muy amables. Pasó luego otro auto de la policía, pero pese a las señas no paró. Tal vez no me vieron, pensé.
La sexta llamada sólo fue para confirmar que ante una situación de emergencia el 911 nunca iba a actuar, al menos en mi caso y en el de tanto otros que por estas horas me contaron su experiencia. Mi reclamo obviamente no es sobre mi coche, si no hacia un sistema como el 911 que demostró que no funciona cuando se lo necesita y me abre la incógnita sobre qué pasa con los autos y las personas que los manejan cuando se las denuncia por dudosa procedencia o por no cumplir con lo mínimo requerido para circular. Al menos en mi caso, por falta de documentación me retirarían el auto o tendría que pagar multas. Pero al parecer, con un vehículo sin papeles que demuestren la propiedad se pueden cometer todo tipo de infracciones y delitos por más que se los denuncie.
Por cierto, todos los hechos fueron denunciados en la comisaría 18ª donde me atendieron muy bien, pese a no poder encontrar la entrada porque estaba tapada por unas 20 motos.