Un desafío mayúsculo se impone en un contexto de avance vertiginoso de las economías violentas: para evitar los riesgos mortales a los que pueden exponerse los pibes se fomenta su inclusión (inevitablemente la subordinación) a empleos y capacitaciones destinadas exclusivamente a los sectores populares.
Un libro de investigación canónico en el estudio de la vida de los jóvenes de las periferias, como es En busca de respeto, de Philippe Bourgois, admite con incomodidad esta posición: “En un principio, mi propia «actitud» ante la idea de manipular a las personas para animarlas a aceptar puestos mal pagos y tediosos era la de un completo escepticismo. Sin embargo, la violencia y la autodestrucción de las que fui testigo en el Salón de Juegos paulatinamente me convencían de que la explotación en la economía legal era mejor que la exclusión total y completa”.
Cada situación, cada coyuntura, contiene dilemas y conflictos singulares. Determinar una estrategia única sería caer en la abstracción y en la superficialidad a la que siempre conduce el pensamiento ideologizado. Quizás el ingreso en un empleo precario puede ser la llave para zafar y abrirse a otros escenarios vitales.
No lo sabemos. Pero lo que pretendo remarcar es que, aún en medio de este grave conflicto social que sacude a las ciudades, sostener la pregunta sobre qué implica transgredir aquello que los mercados legales e ilegales (cada vez más entrelazados entre sí), e incluso las propias instituciones estatales, determinan como caminos ineludibles para los jóvenes, puede transformarse en un fundamento promisorio para construir una experiencia de co-investigación con ellos.
De Tinta Limón Ediciones.