El calor aplasta. El cemento de la ciudad se hace impisable. Pero cuando se oculta el sol los rosarinos parecen haber encontrado un lugar donde vivir la vida afuera: la costanera.
Desde el atardecer hasta bien entrada la madrugada, pareja, grupos, grupitos y grupones se reúnen en la zona de la costa central, de cara al río, y a un aire que por momento da respiro después de jornadas de 40 grados.
Llegan en auto, bicicleta, caminando. Algunos, a pesar del calor, caminan, corren, hacen ejercico. Otros se sientan en la sillita o sobre lonas con el mate, el agua, la gaseosa, el porrón, los sandwiches, las empanadas, para hacer su picnic.
Están los que tocan los tambores, los que hacen malabares, los que se besan, conversan, o simplemente miran las estrellas. Los que cantan, los que bailan. La ciudad, sin dudas, es hermosa allí. La vida afuera siempre tiene su encanto.