Shorty vaga por un pasillo de la casa, mientras camina en dirección a una cámara apoyada en el piso.
La captura de la misma no sería más que otro instante ordinario si no fuera porque en los once segundos que dura la toma, el felino ensaya su mejor cara de sorpresa.
A su paso, Shorty ve cómo su dueño se dirige hacia el dormitorio con un globo en la mano.
El felino se queda paralizado primero, como "incrédulo", y luego, fiel a su curiosidad, sigue al dueño para ver de qué se trata todo esto.