El mate se había lavado y Mari se levantó a cambiar un poco la yerba. En la mesa todavía estaba el souvenir del bautismo de Nicolás que ella le hizo. Un frasquito con golosinas con el dibujito de una oveja en azul y blanco. Mari es buena con las manos, da clases de arte y reciclado en un Centro de Convivencia Barrial (CCB) de la Municipalidad y estudia Bellas Artes.

Nicolás es el más chico de los dos hermanos que junto a su esposo Daniel y su hija Lucía recibieron en el marco del programa Familias Solidarias, una medida excepcional prevista en la ley 12.967 de promoción y protección integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. Se trata de una modalidad de alojamiento alternativa a la institucionalización. Pero más que eso es un acto de amor de parte de una familia dispuesta a abrirle la puerta de su casa a un niño que está pasando un mal momento. No se trata de una adopción sino de una tenencia temporaria por no más de seis meses. 

Mari aseguró que no lo volvería a hacer. Su marido, en cambio tiene ganas. Según datos de la Dirección Provincial de Niñez, en la actualidad en Santa Fe hay 164 familias solidarias que alojan a 182 niños y niñas. Pero desde la Defensoría de Niños, Niñas y Adolescentes aseguraron: “El sistema no funciona”. Acusaron un registro deficiente de familias dispuestas a recibir a un chico, incumplimiento en los plazos y falta de monitoreo una vez que el niño es alojado con una familia.

Nacho y Nico(*)

Antes que Nicolás, los P. alojaron a su hermano mayor, Ignacio. Mari y Daniel estaban anotados en el Registro único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Ruaga) –una de las condiciones excluyentes para ser familia solidaria–. Pero, según resultó, eso no fue un impedimento para que recibieran a Ignacio en 2012 y a Nico en 2014.

Lucía fue la de la idea. Tenía 14 años y quería un hermanito; claro que, cuando llegó Nacho se dio cuenta que las cosas iban a ser más difíciles de lo que pensaba.

“Era un nene con mucho conflicto. Había vivido en un ambiente muy agresivo y lo habían separado de la mamá, imaginate. Necesitaba contención constante; no era malo pero era un torbellino”, explicó Mari, en diálogo con Rosario3.com. Lo más difícil, aseguró, no fue seguirle el ritmo, sino las críticas que tuvieron que enfrentar de afuera; sus amigos pensaban que era malo para Luli.

Dibujos que hizo Nacho y que Mari atesora.

Y lidiar con la Dirección de Niñez de la provincia, ese fue el otro gran desafío. “Nos decían que se llamaba Rodrigo, eso te los pinta de cuerpo entero”, resopló.

Ignacio llegó en junio de 2012 con cuatro años; iba a quedarse seis meses y regresó con su mamá a fines del año siguiente. Cada vez que Mari se comunicaba con Niñez le respondían que era cuestión de un tiempito más.

Hoy Nacho tiene nueve años y vive con su mamá y otros dos hermanos. Semana de por medio visita a los P. Merienda en su casa o salen a pasear.

Nicolás se sumó con apenas un año y medio, después de haber pasado por otra familia solidaria. Para entonces Ignacio estaba con su mamá. Mari se lo había encontrado en una fiestita del jardín de Nacho y notado muy flaco. “Era falta de olla”, aseguró. La Dirección de Niñez entonces se los pasó a ellos pero a diferencia de Nicolás, para quien la revinculación con su mamá fue paulatina –primero la veía unas horas bajo supervisión, después se quedaba un día, luego un fin de semana y así– a Nicolás lo dieron en adopción de una semana a la otra.

El episodio fue dramático. Especialmente para Nicolás. Y para Lucía. “A nadie le importó el sufrimiento de mi hija, de una niña al fin de cuentas que le abrió las puertas de su casa a otro niño”, recordó entre enojada y amargada.

Las fallas

“La mayoría de los casos de familias solidarias que tienen un reclamo, es por un orden o por monitoreo. La mayoría reclama que a lo niños se los alojan con ellos, por no decir ´depositan´, como dicen ellos mismos, y que después nadie los va a ver”, señaló la defensora de Niños, Niñas y Adolescentes, Analía Colombo, en contacto con Rosario3.com. Recordó incluso, un caso de un nene de siete años que pasó sus últimos seis con una familia solidaria. “Ahí ya ni se puede plantear la revinculación”, lamentó.

Otra de las fallas del sistema es la falta, justamente, de sistema. Colombo señaló que pese a los pedidos de la Defensoría no recibieron de Niñez información exacta sobre qué cantidad de familias solidarias hay a disposición, cuántas pueden alojar a qué tipo de chicos ni tampoco datos sobre el recorrido de ese niño.

“No todas las familias están disponibles para alojar a todo tipo de niños”, observó y en tal sentido calificó de “poco seria”, la última convocatoria de Niñez a través de las redes sociales en busca de un hogar para cuatro bebés recién nacidos.

Para Colombo no debería llegarse a ese extremo. Niñez debería tener un listado de nombres ya evaluados y clasificados, listos para, de un momento a otro recibir un llamado y agrandar la familia por unos meses.

Lo ideal sería, añadió, que pertenezcan a la misma comunidad de origen para que la desvinculación y revinculación, no sea tan traumática.

“Lo bueno de trabajar en la comunidad es que el niño sale de su casa pero no de su centro, puede permanecer en la misma escuela, puede ver a sus amigos, pero para eso hay que trabajar mucho en territorio y eso también falta”, apuntó.

“Hay que hacer que el sistema funcione, para que haya muchas más familias solidarias y muchas menos instituciones”, concluyó.

(* Para preservar sus identidades se utilizaron otros nombres)