El tejido adiposo pardo o marrón es el responsable de quemar calorías para mantener una temperatura corporal adecuada. Y para ello, quema las grasas almacenadas en el organismo, con lo que se reduce el riesgo de padecer obesidad o de desarrollar una enfermedad metabólica, caso de la diabetes tipo 2. De ahí que el tejido adiposo pardo o marrón sea conocido como grasa ‘buena’ –en contraposición a la grasa blanca o ‘mala’, la que almacena las grasas–. Y es que cuanto mayor sea la cantidad de grasa parda en nuestro organismo, mejor. Pero, que contemos con más o menos de esta grasa parda ¿de qué depende? Pues, según publica el portal abc, del momento del año en que nacemos. O más exactamente, del momento en que somos concebidos. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Escuela Politécnica General de Zúrich (Suiza), el frío provoca cambios en el esperma que promueven que el futuro bebé cuente con mayor cantidad de grasa marrón.
Como explica Christian Wolfrum, director de esta investigación publicada en la revista "Nature Medicine", "las observaciones previas muestran que las personas que viven en las regiones frías del planeta tienen unos niveles particularmente elevados de tejido adiposo marrón. Y hasta ahora se asumía que esto tenía algo que ver con las temperaturas que experimentan estas personas a lo largo de su vida. Sin embargo, nuestros resultados sugieren que las temperaturas previas a la concepción también pueden afectar a los posteriores niveles de grasa parda".
En definitiva, parece que el frío induce cambios epigenéticos en el esperma que promueven la formación de tejido adiposo marrón en los descendientes. Un ejemplo más de que los caracteres que transmiten los padres a sus hijos no están solo condicionados por los genes, sino también por el impacto del medio ambiente sobre los progenitores.
Entonces, y con objeto de procurar que sus futuros bebés tengan mayores cantidades de grasa parda, ¿debe pedirse a los varones que se metan en una bañera de agua helada antes de mantener relaciones sexuales? Pues no. O al menos, aún no.
Como concluye Christian Wolfrum, "antes de poder dar un consejo de este tipo tenemos que estudiar más profusamente esta correlación en los humanos. Además, parece que la exposición al frío debe persistir durante un largo periodo de tiempo para que tenga un efecto sobre la programación epigenética. Es probable que darse una zambullida en agua helada o permanecer un rato sobre un bloque de hielo no sea suficiente".