La irrupción de las TICs en nuestras vidas y el relego de las capacidades memorísticas del alumnado en favor de un mayor aprendizaje competencial y colaborativo dio lugar a los “makerspaces” o “espacios para hacer”. Se trata de espacios físicos en los que un grupo de personas se reúne para compartir recursos y conocimientos mientras se elaboran proyectos en los que la cooperación, la creación de objetos físicos, el trabajo a través de la red, o el uso de hardware abierto son prácticas habituales.
Nacido a mediados del siglo XX, el denominado “movimiento maker” se hizo popular en ferias colaborativas en Estados Unidos recién a comienzos de este siglo. Al estar abiertas al público, estas primeras ferias provocaron su expansión a diferentes sectores sociales y profesionales de la población, sin vincularse a ningún sector profesional en particular, y siempre relacionado al libre uso de las TIC.
La filosofía de trabajo de estos espacios educativos es la de la cooperación y el intercambio de ideas, pero siempre en aras de lograr una serie de objetivos que no pretenden cubrir una necesidad curricular, si no satisfacer de forma interdisciplinar la curiosidad y capacidad de sus participantes a través del principio de Learning by doing o Do it yourself (DIY), o sea, hágalo usted mismo.
Esta serie de principios, aplicados en entornos pedagógicos, suponen una adaptación prácticamente autogestionada del aprendizaje por proyectos y la resolución de problemas que se ve muy beneficiada por la variedad de alumnos que puede reunir, según consignó Aula Planeta.
Es que al contrario de la distribución tradicional del alumnado en las aulas, por cursos y materias específicas, los makerspaces educativos permiten la participación de alumnos de todas las edades y áreas del conocimiento. Para eso es necesario algo de organización, respeto mutuo por parte de los miembros, y una mínima supervisión de la autoridades docentes de la escuela, lo que repercute en un continuo intercambio de ideas entre unos y otros de cara a lograr el mejor resultado posible.
Pero, más allá de la apuesta por lo físico y la práctica en talleres organizados en los makerspaces, esta perspectiva holística del aprendizaje tiene por lo general un cariz tecnológico y comunicacional, heredado de los orígenes informáticos del movimiento. Algo que se mantiene en el tiempo.