La “cuarta pantalla” no sólo crece en tamaño si no también en influencia. Así lo afirma el autor de “Nuevos medios” y profesor de la carrera de comunicación Universidad Austral de Buenos Aires, Roberto Igarza.

El fenómeno no concierne solamente la “tribu del pulgar”, la generación de nativos digitales. “El nomadismo creciente en la hiperurbanidad ha hecho que los dispositivos móviles incrementen su presencia en todos los momentos de la vida cotidiana, borrando las fronteras que deben separar lo público de lo privado, lo laboral de lo personal”, afirma.

La telefonía móvil ya no vive sólo de palabras o, al menos, no sólo de la oralidad. “A la incorporación de funciones vinculadas con la localización y los desplazamientos en la ciudad (mapas y funciones de GPS asociadas a la búsqueda de información sobre el tráfico, la mejor manera de desplazarse, los destinos más adecuados y las reservas de servicios), se agregarán con énfasis servicios en el terreno de la seguridad personal (supervisión de niños, conectividad a centrales de vigilancia) y colectiva (alertas grupales sobre conflictos públicos, terrorismo, desastres naturales), asumirá una mayor responsabilidad en la captura de todo tipo de información, incluso la que aun no imaginamos cómo podría ser registrada y transmitida”, explica el experto.

Sin embargo, el mayor impacto de la “cuarta pantalla”, entendida en forma amplia como la pantalla de los dispositivos ultramóviles, según Igarza, está aun por venir. “El acceso móvil a Internet y a la TV (la TV digital también prevé la distribución a los móviles) transformará significativamente el consumo cultural. Los celulares mejoran su ergonomía para facilitar la lectura de contenidos. Llegan dispositivos específicos, como los readers de Sony y de Amazon, especializados para la lectura de largos textos en una pantalla más grande que la de los teléfonos móviles”, advierte.

Entre los muchos factores que favorecen el encuentro de la telefonía móvil con nuevas formas de consumo de contenidos, Igarza resalta “la nueva distribución de los tiempos de ocio, sobre todo, de las personas que habitan en las grandes ciudades”.

Los tiempos son cada vez más cortos. “Una micropausa, es el tiempo de ver un video en Youtube o consultar un blog”. El ocio “se escurre entre bloques económicamente productivos, en los tiempos de espera, en los cortos desplazamientos”, afirma. Y remata: “con la aparición de estas burbujas de tiempo, los nuevos medios y dispositivos móviles tienden a jugar un rol protagónico en la vida de las personas”.

Estas modalidades de ocio representan un verdadero desafío para la cultura. Igarza señala que este desafío implica dejar de preguntarnos si tiene futuro el libro y “buscar más de una respuesta a las preguntas ¿qué libro tiene futuro?”.
Solo hace falta contenidos adecuados, que no por ser brevedades carecen ineluctablemente de calidad o están condenados a ser efímeros y volátiles. “Con nuevos géneros y formatos, frutos del talento y de la innovación, la cultura puede recuperar espacio allí donde la vida nómada lo permite, durante una breve espera, un corto desplazamiento, el tiempo que dura una burbuja de ocio”, concluye el experto.

Fuente: El Cronista