“¿Y qué tal si el propósito de la vida fuera sólo divertirse? ¿Dónde nos compramos que todo se consigue con pesar, esfuerzo?”. Así comienza sus clases de “barras access” Romina Vanesa, practicante y facilitadora certificada de esta terapia, pero además, psicóloga, especializada en reprocesamiento de traumas; bombera; paramédica y mediadora.

En charla con Rosario3.com, Vanesa contó que tomó contacto con esta práctica a partir de un colega y que de a poco la incorporó, previa capacitación. Se trata, explicó, de una técnica de aplicación manual que activa 32 barras energéticas situadas en la cabeza.

Cada una de estas barras contiene información sobre determinadas áreas de la vida (dinero, sexualidad, cuerpo, trabajo, entre otras) que sobrecargan nuestro cerebro y operan como trabas.

Entonces al tocar esos puntos se genera una liberación electromagnética de esa información”, abundó. Algo así como vaciar la papelera de reciclaje de nuestra computadora para que funcione más rápido. Por ejemplo, se limpia ese mandato que dicta que los logros se consiguen con “sangre, sudor y lágrimas” y aliviana la idea del esfuerzo como algo que puede vivirse con alegría y goce.

"Tengo un caso de una persona que después de la primera sesión retomó un emprendimiento laboral, otra que volvió a rendir exámenes luego de cinco años de estar alejada de la universidad", ilustró.

Para graficar lo que pasa en una sesión, Vanesa repitió la explicación de uno de los fundadores de esta práctica, Gary Douglas: “Lo peor que puede pasar es que toda tu vida cambie para bien, en el mejor de los casos, te sientes como si hubieras tenido un buen masaje”.

“Es decir, no es iatrogénico, no produce ningún malestar –aseguró–. Lo que hace es liberar inhibiciones. Y la frutillita del postre es que silencia el parloteo mental”.