Hay un mensaje: arreglá con nosotros. Pero hay otros: podemos parar un partido, podemos matarnos en la puerta de un club, podemos balearte la casa. Y si podemos balearte la casa, podemos matarte a vos y a tu familia.
La saga de conflictos, crímenes y atentados intimidatorios protagonizada por barras bravas de Newell's, que siguió anoche con el ataque a la casa del dirigente Claudio Tiki Martínez, es mucho más que un problema de un club.
El mensaje también es que en la ciudad hay grupos que operan con mecanismos mafiosos, que están en guerra entre sí, y que además buscan penetrar en la estructura de una de las instituciones más importantes de la ciudad y para ello tienen bajo amenaza a sus dirigentes, que son, antes que hinchas de un club de fútbol, ciudadanos.
Es un grave problema de seguridad, no es nuevo. Gravísimo. Esos grupos cometen delitos de todo tipo. No sólo en la cancha.
El ataque a Tiki Martínez ratifica en los dirigentes una sensación que ya tenían: pueden estar en la línea de fuego.
Si ya hubo un homicidio en la puerta del estadio. Si el propio Martínez denunció que un barra que fue asesinado a fines de junio lo había abordado dos horas antes para plantearle que quería hablar con él.
Si el propio presidente de Newell's, Eduardo Bermúdez, dijo que el día que la pelea en la popular que suspendió por 20 minutos el clásico con Central, había recibido en el palco oficial el mensaje de que o negociaba con determinadas personas de la barra o no se iba a poder jugar ningún partido.
¿Por qué no pensar que un dirigente podía ser atacado en su casa?
El derecho de admisión para los partidos puede mantenerse, ampliarse, abarcar incluso todos los nombres de los violentos y hasta de los que lo parecen.
No es una solución. O es una demasiado parcial. Porque esto es mucho más que un problema de la cancha, de una cancha.
Prevenir, investigar en serio, que los responsables de delitos reciban el castigo que corresponde. Eso es lo que puede dar seguridad a una sociedad. Educar. Y, sobre todo, diseñar políticas amplias, abarcativas, y que sean encarnadas por todos los resortes del Estado en conjunto: los gobiernos nacional y provincial, la Justicia, las fuerzas de seguridad. Sacar el tema, de una vez por todas, de disputas y especulaciones políticas.
Tiki Martínez tiene que volver a su vida. Tiene que poder volver al club, hacer su trabajo de dirigente sin miedo. No será fácil.
Los hinchas de Newell's tienen que poder ir tranquilos a la cancha. Lo mismo corre para los de Rosario Central, los de Central Córdoba y todos los ciudadanos y ciudadanas, sean del cuadro que sean, les guste o no el fútbol.
Hay que hacerse cargo de eso.